¡Y yo que me había acostumbrado a una caricia voluptuosa de ardientes labios y apasionados brazos… tengo ahora todo lo contrario!
Manon Lescaut es la tercera ópera de Giacomo Puccini (1858–1924). Estrenada en 1893 es su primer gran éxito que, además, lo llevó a la fama. En 1991 fue la última vez que esta obra fue programada en el Teatro Municipal de Santiago, hasta que este sábado 5 de marzo, el Teatro Nescafé de las Artes la presentó como la tercera ópera del 2016 en la transmisión Live in HD desde el MET de Nueva York.
Trata la ópera de la historia de amor entre Manon y Des Grieux, que se conocen casi de casualidad cuando ella llega a Amiens, próxima a entrar al convento. Juntos huyen, pero Manon pronto abandona a Renato des Grieux que no puede darle lujos por Geronte de Ravoir, un hombre mayor y rico. Nuevamente Manon cambia de ánimo y extraña la pasión que tenía con Des Grieux, con quien es descubierta por el propio Geronte, tras lo cual es detenida. Manon va a ser desterrada y Des Grieux implora para ir con ella; luego, en el exilio, Manon está agotada en medio de la nada junto a su amado y muere.
Si bien fue un enorme éxito desde su primera función, Manon Lescaut es bastante lejana a las otras grandes obras de Puccini como La Bohème, Tosca, Madama Butterfly o Turandot. El texto no alcanza la profundidad y belleza a que estamos acostumbrados con Puccini y Manon es mostrada como un personaje caprichoso, pero de forma inconsistente debido a que el relato no convence del todo y Edmondo, el primer solista en cantar, desaparece luego del primer acto, lo que es desconcertante; además, el tercer y cuarto acto son en exceso reiterativos. La música tiene momentos muy bellos, pero no logra la unidad y continuidad de las otras obras mencionadas, pero cabe destacar un tímido uso del leitmotiv que es la melodía principal del hermoso y famoso intermezzo de la obra.
El MET apostó por una nueva producción preparada por Richard Eyre para que la estrenaran Kristine Opolais y Jonas Kaufmann en los roles protagónicos, sin embargo, este último debió ser reemplazado por Roberto Alagna en todas las funciones.
Originalmente ambientada en Francia en el siglo XVIII, Manon Lescaut fue trasladada a la época de la ocupación nazi en 1941, haciendo uso de una escenografía con bastantes elementos modernos. En conjunto, la nueva producción no funcionó: no se justificó trasladar a los años cuarenta la obra y los nazis no jugaron ningún rol importante más allá de ser objeto de unas burlas en los primeros minutos de la obra. La escenografía a veces no tenía coherencia y, solo por citar un ejemplo, en el segundo acto tener unas gradas enormes semejantes a un anfiteatro, una escalera dorada, un biombo con la «Alegoría con Venus y Cupido» de Agnolo Bronzino (manierismo del siglo XVI) y una gran columna de la antigüedad, todo ello en la casa de Manon, no tenía ningún sentido más que mostrar opulencia (y tal vez mal gusto). El color predominante en toda la producción fue el gris, que también era antojadizo. El tercer acto, con la cárcel y el barco que abordaban las exiliadas fue más interesante, pero los artistas se veían apretados en el escenario. El cuarto acto mostró elementos utilizados anteriormente (los muros de la casa de Manon y las gradas ya dichas), pero demolidos, lo que carece de sentido, ya que el desenlace de la obra es en Estados Unidos. Finalmente, vestuario y maquillaje fueron correctos, especialmente el de la protagonista.
La dirección musical estuvo a cargo de Fabio Luisi, figura importante del MET y de la escena musical actual. Llevó a cabo el italiano una impecable ejecución de la partitura y fue lo mejor de la función. Lo acompañó un sonido impecable y definido.
Sobre los solistas, Kristine Opolais encarnó a Manon. Opolais es una de las actuales estrellas del MET y teniendo menos de cuarenta años ya ha interpretado los grandes roles puccinianos y otros del repertorio de soprano lírica. La soprano es guapa y se encuentra vocalmente en un excelente momento, pero su actuación es algo fría, aunque ello contribuyó a una construcción frívola del personaje titular. En el tercer y el cuarto acto su interpretación se volvió más emotiva. Por el contrario, Roberto Alagna como Des Grieux desborda carisma e intensidad en el escenario, pero su voz ya no es la de antes, tuvo problemas de afinación y sus agudos son cada vez más metálicos y cercanos a los gritos. Massimo Cavalletti como Lescaut y Brindley Sherratt fueron correctos en sus papeles.
Se dijo antes que el color predominante fue el gris en esta producción, haciendo que el montaje fuera en su mayoría oscuro, lo que parece una tendencia en la temporada 2015-2016 del MET, en que pudimos ver bastante oscuridad también en Otello (octubre) y en Los Pescadores de Perlas (enero), contraponiéndose a Tannhäuser (octubre) y a Turandot (enero), que destacaron por la luminosidad. Sin embargo, y siendo justos, no se puede achacar la oscuridad de la producción del todo al MET, sino que parte de la responsabilidad son aspectos técnicos de la proyección y del Teatro Nescafé de las Artes. La confirmación de ello está en que en las pantallas en que se exhibe la transmisión en los pasillos y el foyer del teatro, la nitidez y brillo son infinitamente superiores.
Para concluir, Manon Lescaut no ha sido de los puntos altos de la temporada Live in HD del MET, sin embargo, sí logró un retrato claro del personaje, que puede contrastarse con las otras grandes heroínas de Puccini. Aunque la protagonista muere trágicamente como es usual, en esta obra ella está lejos de ser la víctima de los acontecimientos, sino que, por el contrario, son su capricho y frivolidad los que van desencadenando todos los hechos de la historia.El Guillatún
Ahora resurge todo mi horrible pasado y desfila ante mi vista con gran claridad. ¡Ah! Se ha manchado de sangre.