Cuando la gente ve películas sobre los ’80 piensa que todos se vestían como Madonna o Michael Jackson, que las calles florecían con neón y colores fuertes o que todos hablaban en susurros como Mickey Rourke. La verdad es que caminar por la calle en el Valparaíso de los ’80, en mi caso, tenía cualquier ingrediente menos glamour. Chile era gris, oscuro y algo patético, los intentos por replicar el colorido de los comerciales y los video clips terminaban en experimentos pobres solucionados con pintura látex, telas pintadas con tintura y peinados feos. Podíamos imitar la ropa, incluso usar gel y delinearnos los ojos, pero siempre chocábamos con lo inevitable, éramos feos. Chile como siempre, la fotocopia en blanco y negro feliz del Edén.
Ni hablar de los ’70. En Chile no hubo punks, ni glam, ni prog rock, ni nada. Después de las barbas y los charangos campearon los The Carpenters, reciclaron a los Mamas and the Papas y cualquier dulce anodino o música diazepam que calmara el ruido de las parrillas eléctricas. Somos simulacro, con decir que nuestra versión de David Bowie, colorinche y galáctico, fue Florcita Motuda. Ahí tienes toda la historia de nuestro Glam rock. La cápsula de tiempo en la que vivíamos en esos años es incomprensible hoy. Simplemente NO SABÍAMOS NADA de lo que ocurría más allá de la cordillera. Éramos como el grupo de refugiados subterráneos en la película Underground de Kusturica. Nos arremolinábamos como limosneros hindúes alrededor del viajero que llegaba de Miami o Paris, queríamos tocar la ropa, los dulces, los tickets de tren, cualquier cosa. Para mí eran astronautas con rocas lunares. Recuerdo a mi papá comprándome un jeans Levi’s a un amigo aunque me quedaba evidentemente chico, sólo por el placer de tener algo gringo en casa. Alucinamos con Fiebre de Sábado por la Noche y los medios estiraron la «onda disco» hasta bien entrados los ’80, cuando en el mundo era letra muerta y Noche de Gigantes pagaba millones por traer al hermano de Travolta. Recién vinimos a tener a nuestros Clash, Los Prisioneros, cuando el punk era un recuerdo descompuesto en el cadáver viejo de Sid Vicious.
De todas maneras los ’70 fue un tiempo de maravillas extrañas. Una dictadura mesiánica que hacía desaparecer personas sin destino conocido mientras una niña vidente y sanadora de nombre Yamilet llenaba los televisores y las mentes, que por entonces eran lo mismo, de un pueblo desconcertado. El Ministerio del Interior de este pequeño país en el fin del mundo manipulaba el bullicioso paso de un cometa por los cielos, para acallar los gritos de las electrocuciones en los subterráneos de nuestra patria. Un joven transexual veía a la virgen en un cerro, militares usaban aviones para arrojar humo y dibujar cruces en el cielo y en la tierra de este largo cementerio en que se había convertido el territorio. Un cabo del ejército era abducido por alienígenas en la frontera con Bolivia para regresar con barba y un reloj adelantado en cinco días (el cabo Valdés fue nuestro Marty McFly). Los titulares se llenaban de prodigios y la gente miraba hacia el cielo, mientras les enterraban a sus hijos en la tierra.
Qué nos pasa hoy? Que de tanto estar en el mundo estábamos menos en nuestro territorio. La cordillera está despertando. Hace unos días un niño encontró armamento de guerra en un cerro, luego unos trabajadores desenterraron una granada de mano en el centro de Santiago. La Tierra entregando frutos, espero que no premoniciones. Las noticias nos llegan de a poco, como un amnésico recibiendo flashbacks de una vida anterior. El líder del movimiento neonazi Patria y Sociedad, Alexis López, declara haber descubierto que Santiago de Chile existe desde hace dos mil años y que fue refundada por Valdivia sobre una ciudad incaica, que a su vez se impuso a un asentamiento prehistórico. Hay algo cierto e irrefutable: Pedro de Valdivia subió al cerro Huelén un día 13 de diciembre a hacer la contemplatio de la futura ciudad de Santiago, el día de Santa Lucía. Quién es Santa Lucía de Siracusa? Una mártir cristiana que fue llevada a un prostíbulo para ser violada repetidamente, luego intentaron quemarla infructuosamente, le enterraron una espada en el cuello y finalmente le arrancaron los ojos antes de decapitarla. Su imagen es la de una bella mujer con un plato en la mano conteniendo dos ojos. Le llaman «la portadora de la luz» (lux phoros), como al planeta Venus, que otra vez aparece en nuestro horizonte. El 13 de diciembre de 1540 coincidía (por el calendario Juliano) con el solsticio de verano. Es decir, Santiago está consagrado al Sol Invictus y a la portadora de la Luz, al Sol y a Venus. Lux phoros es el nombre de Lucifer, el lucero, que por estos días se ve al poniente en su versión de Lucero de la Tarde, ojo izquierdo, versus Lucero de la Mañana, ojo derecho del cielo. Una mujer nos mira desde la cima del San Cristóbal, la máxima autoridad religiosa de esta tierra es una mujer, la machi. Una mujer será elegida presidenta en noviembre próximo, a menos que a algún radical se le ocurra, en la desesperación por perder el poder, hacer la gran Lee Harvey Oswald. Qué tiene que ver todo esto con los años ’70 u ’80? No tengo idea. Un abrazo a todos.El Guillatún