Una fuerte depresión tiene a Adele Wheeler (Kate Winslet) recluida en su casa, ajena a cualquier tipo de vida social ya que evita el contacto con la gente. De esta forma su hijo Henry (Gattlin Griffith), es su única compañía y conexión con el mundo de 1987, desde su divorcio.
Así, la vida de ambos transcurre en un pequeño universo controlado, sin sustos ni sorpresas, con una rutina simple, familiar y enclaustrada. Hasta que un día son abordados por Frank Chambers (Josh Brolin) —criminal que acaba de fugarse de un hospital— y los obliga a que lo escondan algunos días, mientras sana de sus heridas y así poder escapar de la policía.
Frank se presenta para romper los prejuicios sobre su persona, si bien se demora en explicar por qué está condenado, se muestra atento, servicial y respetuoso. El personaje funciona como un catalizador de acciones, sentimientos e ideas en Adel y Henry, pero también éstos influyen en él.
La historia de Aires de esperanza, que pretende romper esquemas, no es más que un puñado de buenas intenciones expresadas de forma tosca, aburrida y repetitiva. Esto porque si hay algo peor que los personajes unidimensionales, son aquellos que los presentan como bidimensionales (el criminal buena persona, el niño tranquilo que es valiente y la madre depresiva entretenida), pero en el fondo no poseen la ambigüedad espesa y compleja que los remita a seres humanos, sino que son presentados de esa forma para cumplir, para no ser tildados de personajes vacíos, sin líos internos, pero a fin de cuentas no es más que un simple maquillaje de guión.
La película no llega a ser insoportable, pero tiene varios momentos en que se insiste en explicitar todo, en repetir secuencias y acciones del pasado hasta el cansancio. Las sobre explicaciones llegan al límite de las teleseries, cuestión que no se justifica por ningún motivo.
Aún así tiene a Kate Winslet, que si bien está lejos de la exigencia de otros roles, logra humanizar el personaje, tanto en la actuación como en la elección de vestuario y maquillaje. Pues si algo hay que reconocerle en esta película, es que no tiene ningún problema en verse descuidada, cuestión que muchas otras actrices de la primera línea de Hollywood no harían ni por un Oscar.
Josh Brolin no da el ancho para una historia sencilla que desarrolla principalmente en espacios cerrados, donde se exige una mayor interpretación corporal y conexión con los sentimientos. Brolin está para otras cosas, pero no para esto, pese a que lo intenta.
Sorprende que Jason Reitman, director de la película, le otorgue un tratamiento tan amargo a la historia y no aproveche el humor como escape en momentos de tensión, como si lo hace en Juno y Gracias por fumar.
Aires de esperanza tiene las características de una obra hecha a la medida para agradar a cierto target (mujeres separadas sobre los cuarenta años) y termina con ese sabor insípido de las creaciones de laboratorio.El Guillatún