Patricio Guzmán es, sin temor a equivocarme, uno de los mejores documentalistas que ha salido de esta angosta faja de tierra. Sin mayor pretensión que articular la memoria visual de un país a través de un trabajo con una fuerte marca social y política, ha sido capaz de rescatar los hitos más relevantes de nuestra historia reciente, con un especial énfasis en aquellos hechos sucedidos durante el período de dictadura. Desde Nostalgia de la luz (2010), este destacado realizador chileno ha comenzado una travesía donde la experimentación con nuevas formas de narrar los hechos acontecidos en este oscuro período de tiempo, ha sido su gran impronta.
De este proceso resulta su más reciente película estrenada El botón de nácar (2015). En ésta lleva a cabo una atrevida apuesta por relacionar tres elementos aparentemente distantes entre sí: la extinción de los pueblos aborígenes de la Patagonia, el cosmos en relación con el tiempo y el asesinato de los opositores políticos al gobierno militar y el posterior lanzamiento de sus cuerpos a las aguas del Océano Pacífico. ¿Cómo tejer algo que permita unirlos y dotarlos así de un sentido? Con la misma lucidez que está presente en Nostalgia de la luz, Patricio Guzmán pone su foco en el sur de Chile, para dar cuenta que es el agua, la conexión que estaba buscando entre ellos.
Desde una pequeña y milenaria roca de cuarzo en cuyo interior aún se conserva una gota de agua hasta las impresionantes tomas satelitales del sur de Chile, El botón de nácar nos va revelando cómo el agua también posee memoria. Una que nos revela, por una parte, la triste historia del pueblo selk’nam así como también del yagán Jimmy Button, los que tras la llegada de los exploradores británicos vieron su vida fuertemente trastocada y, por otra, cómo cientos de detenidos desaparecidos fueron arrojados al mar, con el único fin de borrar toda evidencia de las atrocidades cometidas en la dictadura militar. A su vez, desde un principio, se nos cuenta de qué forma el agua desde tiempos muy pretéritos ha configurado nuestro cosmos.
Acompañadas con la música de la destacada dupla de compositores Mirada y Tobar, responsable de las bandas sonoras de Historias de fútbol (1997), Machuca (2004) y el anterior documental Nostalgia de la luz, las imágenes que componen este film son de una riqueza poética que resulta intensamente novedosa para un panorama documental chileno que siempre posee tintes de reportaje. Una búsqueda de aquellos momentos que mejor retraten el espacio inhóspito que supone el sur de Chile o el registro cuidadoso del embravecido y profundo mar que guarda los secretos aún no revelados de la historia de un país, son la evidencia más concreta de un trabajo mucho más complejo que la primera parte de esta trilogía, de la cual El botón de nácar es sólo la segunda parte. De aquí entendemos cómo la parsimoniosa voz del propio realizador que acompaña el relato, enriquece esta particular dialéctica, otorgándole una mística que provoca en nosotros los espectadores, las reflexiones en torno a los temas que van surgiendo a lo largo del documental.
Ahora bien, a pesar de que esta película sea resultado de un excelente ejercicio creativo, Guzmán tampoco deja de lado aquellos recursos narrativos que son clásicos dentro del género documental, como lo son las entrevistas a personajes relacionados con el tema en cuestión e incluso las recreaciones, sobre todo en el instante que el director decide simular el proceso que vivieron los detenidos cuando eran lanzados al océano amarrados a un riel, recordando el caso de Marta Ugarte. De esto se desprende que si bien existe una búsqueda genuina por parte del realizador en sus últimos dos trabajos, aún no se desliga completamente de aquellas técnicas formales que son útiles en la articulación de un relato cuyo gran telón de fondo es la realidad misma.
Sobre esta película es muy probable que surjan opiniones dispares, sin embargo, no se puede negar que detrás de ella existe un trabajo grande de investigación y exploración en temáticas que muchos desconocemos, ya que incluso en temas archiconocidos como el período militar acá en Chile, aún quedan cabos sueltos imposibles de resolver por falta de información. No obstante, El botón de nácar, a juicio de quien escribe, no logra eclipsar en lo más mínimo el increíble trabajo realizado por el mismo director en Nostalgia de la luz. Y es que en esta última, el escenario donde trabaja Guzmán pareciera más favorable para la analogía que desarrolla entre los astrónomos que buscan respuestas en las estrellas en el norte de Chile y los familiares de los DD.DD que aún buscan sus restos en el desierto.
En definitiva, El botón de nácar es una película que hay que ver, pues nos permite comprender cómo el género documental puede abrirse a la combinación de aspectos visuales, históricos, autorales e incluso mágicos dentro de una misma pieza audiovisual, logrando crear una experiencia sensorial y racional difícil de olvidar. Patricio Guzmán, al parecer cada vez está más consciente de que en la experimentación está la clave, llegando incluso a hilar un tejido hecho de agua, que como ésta, es transparente, pero lleno de colores y con un sabor inolvidable.El Guillatún