Kiara tiene 7 años y acompaña a su padre en su trabajo de artesano en San Pedro de las Casas, en el sureste de México. Ahí arriendan una pieza y comparten almuerzos y conversaciones de paso con las personas que se hospedan en el lugar. Alejandro sale todos los días a vender sus productos a un café cercano y ahí a su lado siempre está presente Kiara.
El director autodidacta Pablo Chavarría intenta un relato puro, en el que la voz de los protagonistas sea escuchada de forma natural, como una conversación común y corriente. Los diálogos, principalmente entre Kiara y Alejandro, son de una simpleza absoluta. Conversaciones acerca de lo enredado del pelo de la niña, de la comida y los juegos que realizan, poseen el valor de trasladar a la pantalla las situaciones invisibles del día a día, que al ser capturadas y expuestas muestran la belleza de momentos que normalmente se pasan por alto.
Pero la apuesta no va solo en ese sentido, sino que hay un intento por transmitir lo sensorial. Hay mucho detalle del sonido ambiente y una fotografía atenta a los cambios de luces. Se ve la humedad del lugar y a ratos da la impresión que ésta se puede sentir.
Si bien la cámara se detiene bastante en Alejandro y Kiara, Pablo Chavarría no tiene problema en que las voces de éstos suenen de fondo mientras enfoca la calle a través de la ventana, un oscuro pasillo que da hacia el patio interior de la residencia o divagar entre ficciones que aluden a los recuerdos de los personajes.
La película puede ser calificada como un documental, pero es bastante experimental en su forma, la que no tiene complejos para apoyarse de la ficción, en la búsqueda de sonidos y colores para guiar al espectador a una sensación más que a una historia. Y el director tampoco tiene problemas en aparecer en la película acostado con una joven y conversar del mismo proyecto que está filmando.
El resto del mundo es una experimentación en la búsqueda de nuevos lenguajes. En ese sentido puede ser un poco difícil de seguir, un poco pesada quizás. Pero aún así la película tiene unas escenas de una belleza natural extraordinaria. En los últimos minutos de la película Kiara y Alejandro están jugando a pegarse en las manos mientras ríen y gritan, y uno quisiera que esa escena no terminara nunca, que ellos siguieran jugando para siempre.El Guillatún