Muchas veces se habla de que el cine posee una magia (la magia del cine). Y como toda magia que se digne de tal, ésta debiera tener en cuenta dos aspectos relevantes: el truco y el engaño. El truco es aquel aparataje dispuesto por el mago que pretende articular una serie de acciones que componen el acto mágico y, por otro lado, el engaño, que siendo el aspecto más relevante creo yo, es aquel ardid de ideas que el mago instala en el espectador (o que ya vienen con él) y que luego desbarata a partir del truco ya realizado.
En este juego, han sido pocas las películas capaces de simular el acto mágico a cabalidad, pues a veces uno de los dos aspectos antes mencionados no está bien desarrollado por el mago (aquí, cineasta o equipo técnico) y más que instalar una pregunta en el espectador, lo que surge de él es la peor de las sentencias: «yo sé cómo se hizo esto». Dentro de este grupo selecto de películas mágicas, podemos encontrar Hard to be a god (2013), película del ruso Aleksei German, exhibida en el marco de la 3ª versión de la muestra de cine europeo Europa YA! realizada por Cine UC (y que aún se encuentra en curso hasta el 26 de julio).
Hard to be a god narra la historia de un grupo de científicos que viaja a un planeta muy parecido a la Tierra (Arkanar), el cual aún se encuentra en una especie de Edad Media. En este escenario uno de los investigadores, Don Rumata, es confundido con un hijo de un dios, lo que provoca que el resto de la población desarrolle una devoción hacia su persona. A partir de este momento, se nos muestra un retrato sin mayor tapujo del devenir de este anacrónico personaje en una sociedad donde la esclavitud, la corrupción del poder y la constante guerra son pan de cada día.
Basado en la novela de ciencia ficción del mismo nombre escrita por los hermanos Strugatsky (inspiradores de igual forma de Stalker de Tarkovski), el director ruso trabajó por más de 13 años en esta película, sin ser capaz de ver el resultado final debido a su fallecimiento. A pesar de ello, el film es un vivo ejemplo de un cine mágico, capaz de atrapar al espectador desde inicio a fin, en una atmósfera que luego de verla plantea aquella inquietud a la que todos nos vemos enfrentados cuando somos parte de una buena experiencia de truco y engaño: ¿qué acaba de pasar?
Y es que Hard to be a god no pretende entretener como lo haría cualquier otra película que esté en cartelera (asumiendo el riesgo que eso pueda traer consigo), sino más bien instalar una experiencia audiovisual en la que el espectador terminará por darse cuenta que él también es uno de los científicos que visita este planeta estancado en la Edad Media. A partir de una propuesta de cámara muy planificada, con extensos movimientos dentro del set, varios ejes de acción dentro del mismo encuadre y la interacción de los personajes con la cámara, el panorama que se nos muestra es el de un mundo totalmente abyecto a lo que la historia de los grandes sucesos nos suele decir en los libros con cierta ligereza. Vemos en su máximo esplendor la crudeza, la suciedad, el hacinamiento, la injusticia y lo grotesco que pudo haber sido este espacio temporal, donde la fotografía en blanco y negro que invade todo el material aporta ese grado de neutralidad expresiva que, por el contrario, no podría tener una imagen en colores altamente contrastada y en alta definición.
Por otro lado, gran parte de esta sensación que deja la película es gracias a la presencia permanente de elementos como el barro, el agua, la lluvia, el fuego, el humo y la niebla en locaciones con castillos enormes, recargadas de objetos y personajes y, algunas otras, extremadamente pequeñas, donde inevitablemente se tienen que mover los actores para llevar a cabo la acción dramática, interrumpiéndola muchas veces e incluso ensuciando el encuadre con su presencia. Todos estos aspectos sumados remiten a un lugar en constante caos, desequilibrado, lúgubre y sumido en la barbarie (como pocas veces se ve en el cine), similar a lo que fuera una pintura.
Si bien de este enorme proyecto resultó una película de casi tres horas (sin intermedio), que en determinados momentos se hace bastante extenuante y confusa para uno como espectador, tanto por la forma en que está narrada así como también por su contenido, Aleksei German logró construir una pieza audiovisual que plantea la no menos importante pregunta: ¿de verdad así fue la Edad Media? Y es que puede ser vista en ojos de algunos como una especie de cápsula del tiempo audiovisual que se nos revela como cruda y sin filtro, sobre un momento específico en la historia de la humanidad. Sin embargo, cuando damos cuenta de que toda esta construcción ficticia tiene como principal motivo generar una experiencia cinematográfica memorable en el espectador, cualquier aspecto que en un principio resultara incómodo o distinto a lo ya visto en un determinado tipo de cine, se convierte de forma instantánea en un elemento expresivo más del film y, por ende, debiésemos prestarle gran atención.
Tener la oportunidad de ver un film que logra remover aspectos inconscientes, dejando la sensación de haber experimentado un sueño, pocas veces se da; que a partir de una mentira (el truco) se genere en el espectador una emoción real (el engaño) es la exigencia mínima que podemos tener con cualquier película, sea ésta de la industria estadounidense o europea. Es por esto y todo lo anterior que la invitación a Europa YA! está hecha. Depende de ti ahora ver lo difícil que resulta ser un dios.El Guillatún