Las cosas como son, de Fernando Lavanderos
El director chileno Fernando Lavanderos, luego del éxito de Y las vacas vuelan (2004), trae a la cartelera Las cosas como son, una película crítica que intenta abordar los conflictos sociales de un modo indirecto que atrapa a la audiencia, y la acerca a una realidad no estereotipada del denominado flaite. La película es una cinta dramática con bastante humor y que está dentro de los tópicos que este director suele abordar en sus realizaciones. Su temática y puesta en escena la hacen sin duda un reto distinto dentro del abanico de películas que se encuentran en la programación de este mes.
La historia comienza con la vida de un treintañero independiente quien arrienda piezas de su casa a extranjeros. La comodidad de este trabajo ha profundizado su carácter huraño constituyendo su personalidad como un individuo aparte que se vale por sí mismo y no necesita de los otros. En resumen un tipo conformista. Pero este estado se rompe cuando aparece una atractiva extranjera en su puerta. Su amor por ella lo llevará a experimentar cosas a las cuales no estaba acostumbrado y lo hará convivir con alguien de su propio país, que vive un estilo de vida muy distinto y del cual aprenderá que las cosas no deberían ser como son.
En cuanto a la trama es bueno reflexionar sobre el mensaje porque nos habla de dilemas actuales, a los cuales como individuos debemos responder dejando de lado el egoísmo e individualismo que están presentes en los hábitos de la sociedad actual. Esta figura del indiferente se ve representada por Jerónimo (Cristóbal Palma), que nos habla de un personaje sumido en una vida solitaria en donde el control que tiene de ella es absoluto. Toda esta cautela se ve contrarrestada por Sanna (Ragni Orsal), una noruega quien con su aire europeo plantea un radicalismo social impregnado de compañerismo y una actitud activa frente a las problemáticas sociales que la hacen un agente de cambio dentro de la particular vida de Jerónimo. La llegada de esta mujer es el llamado a la aventura para una vida estancada y es la acción romántica de Sanna la que marcará la finitud de un conformismo limitante.
La estética de la película va de la mano con el arraigo material. Las pertenecías de los personajes son lo que en un principio encasillan una actitud de vida la que luego se va diluyendo hacia una mirada profunda de las motivaciones reales que mueven y liberan a los actores. Es el traspaso del objeto hacia un carácter natural despojado de la obsesión materialista que define al comienzo del film a la turista, al soltero y al pobre.
Otro aspecto es el arte y la fotografía que definitivamente complementan el discurso de la historia. Algunos objetos son decisivos para lograr personificar el perfil de los personajes como también los lugares que frecuentan. Los encuadres y el trabajo con la luz dan la sensación de un realismo poético, sobre todo en aquella escena donde los protagonistas se encuentran de espalda mirando el mar.
Con respecto a las actuaciones, éstas son impecables. Isaac Arriagada y Cristóbal Palma logran encarnar los distintos aspectos que componen la personalidad de sus papeles. Quizás un sutil contra es la actuación de Ragni Orsal, que al parecer es en realidad extranjera, pero que no logra adecuarse del todo bien al carácter del personaje dejando la impresión de que algunas situaciones son algo forzadas.
Una película entretenida e innovadora que muestra un mundo que no se había incluido en el cine chileno hasta ahora. Liviana y totalmente recomendable para todos aquellos interesados en las nuevas tendencias nacionales.El Guillatún