Una película sin diálogos. Con esta inquietante apuesta se nos presenta The Tribe (2014), obra audiovisual ucraniana ganadora de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2014 (además de otros 23 premios alrededor del mundo) y que actualmente se está exhibiendo en el Centro Arte Alameda.
Myroslav Slaboshpytskiy, director del film, nos relata la historia de Sergey, un adolescente sordomudo que ingresa a un internado de personas con esta misma característica, en el que deberá sobrellevar un duro proceso de integración para poder ser parte de esta «tribu» ligada al crimen organizado y a la prostitución. En este oscuro ambiente, nos adentramos en una increíble ópera prima del director ucraniano, en la que se pone de manifiesto una de las premisas básicas de un guión de cine: «las cosas no se dicen, se hacen, porque haciéndolas se dicen solas».
A pesar de la ausencia de todo texto dialogado y de una banda sonora que acompañe a la imagen, The Tribe nos lleva a través de una historia sórdida y perfectamente coreografiada, que si bien demora al inicio en su afán por integrar al espectador en una notable experimentación con el lenguaje cinematográfico, es capaz de articular una increíble fábula de cómo un adolescente busca hacerse de un espacio en un lugar donde las reglas ya están descritas por la mafia que lo habita, a vista y paciencia de los profesores que enseñan allí.
Con muchas similitudes a lo que fue Elephant (2003) de Gus Van Sant, la película va revelando a cada momento una tensión a punto de explotar cuando Sergey comienza a sentirse atraído por la novia del líder de esta tribu, llegando incluso a sostener una relación secreta con ella a partir de sus furtivos encuentros sexuales en una habitación escondida dentro del internado en el que están. En paralelo, el chico va adquiriendo más confianza entre sus pares, haciéndose parte de la mayoría de las acciones que éstos llevan a cabo para obtener dinero. No obstante, todo cambia cuando uno de los profesores decide irse a Italia, llevándose consigo a la novia del líder junto con una amiga de ésta, ambas alumnas dedicadas a prostituirse por las noches con camioneros que descansan a un costado de la carretera.
A través de una serie de planos secuencias que se desenvuelven con gran destreza entre los pasillos y recovecos del internado, vemos a este grupo de jóvenes sordomudos dialogar en un lenguaje imposible de entender, pero que sirve de sustento para toda la acción que se ejecuta después (al menos, eso es lo que uno entiende como espectador). De igual forma, el sonido directo ayuda a construir esta atmósfera enrarecida, habitada por un silencio permanente y que es sólo interrumpido por aquellos sonidos que acompañan a la acción que se está ejecutando, como lo son pasos, sonido de ropa moviéndose, la respiración, golpes, puertas cerrándose, etc.
De esta forma, asistimos a un relato totalmente desnudo de todos aquellos textos que usualmente nos van revelando la interioridad de los personajes o información acerca del contexto en que éstos se desenvuelven o cualquier otro detalle que sirva para construir una película a nivel narrativo. De aquí que la elección de los momentos para contar esta historia parezca tan acertada y resulte difícil perderse en la trama que la misma propone, experimentando de una u otra forma uno de los elementos sustanciales de todo relato cinematográfico, que es la acción dentro de la escena, la cual en este caso se ve sustentada gracias a los planos secuencias que componen la película.
Ahora bien, uno de los aspectos más llamativos de esta pieza audiovisual es la representación que hace ésta de la comunidad sordomuda dentro de un contexto educacional, la que si bien puede verse dificultada por este padecimiento, no dista mucho de lo que sucede con las personas que podemos oír y hablar. En este sentido, la película se aleja sin reparos de aquel estereotipo de la persona sordomuda como alguien totalmente vulnerable y, por el contrario, busca complejizarlo a partir de la existencia de esta mafia que desenvuelve su poder dentro del colegio, haciéndonos entender que los vicios del mundo no distinguen a nadie y que todos somos parte de lo mismo. Más llamativa resulta toda esta experiencia cuando nos damos por enterados que el elenco del film lo conforman un grupo de actores sordomudos no profesionales, quienes a pesar de esto, logran dar con actuaciones verosímiles, que en cierta medida se ven desfavorecidas por la propuesta fotográfica basada principalmente en grandes planos generales que rescatan la acción.
Y es que en resumidas cuentas, The Tribe viene a confirmar varias máximas con las que el cine independiente gusta de trabajar, donde la experimentación y la apuesta por nuevas temáticas son su impronta. En este caso, Myroslav convierte en una obra audiovisual tremendamente atractiva la famosa frase de Stephen Hawking: «Las personas tranquilas y silenciosas, son las que tienen las mentes más fuertes y ruidosas».El Guillatún