Un solitario doctor alemán (Alex Brendemühl) se convierte en el primer cliente de una hostería a cargo del matrimonio de Eva (Natalia Oreiro) y Enzo (Diego Peretti) en las cercanías de Bariloche. El problema es que quien se presentó como Helmut es en realidad Josef Mengele, criminal nazi que experimentó médicamente con los detenidos en los campos de concentración alemanes.
Helmut (Mengele), comienza a tratar los problemas de crecimiento de Lilith (Florencia Bado) con el permiso de Eva, pero a escondidas de Enzo, que está más preocupado de la fabricación artesanal de muñecas. La familia, atenta al nacimiento de los gemelos (una de las obsesiones de Mengele) que espera Eva, no ve nada extraño en el huésped, cuestión que luego empieza a cambiar y a crear conflictos.
Wakolda, de Lucía Puenzo, podría haber sido una película detectivesca, pero la directora apuesta por el relato de una historia familiar (se basa en el libro que ella misma escribió). Al ser contada a través de la hija menor del matrimonio, Lilith, el tono que adquiere tiene una sutil tendencia a la objetividad de los hechos. Funcionan como anotaciones en un diario, indicando el día y lo sucedido, con un timbre infantil que elimina cualquier imperativo valórico.
La cámara está al servicio del relato, que ocurre en el sur de Argentina en 1960. Durante toda la película está muy atenta a los personajes y permitiéndose quedar fija unos segundos más en algunos planos, logrando bajar el ritmo de la cinta y mostrando una especie de tranquilidad provincial, que en algunos momentos estalla y se convierte en suspenso. En la configuración de ese ambiente ayudan muchísimo los tonos oscuros que prevalecen en la fotografía, que logran la difuminación de los cuerpos, impidiendo saber con certeza sus límites.
Wakolda es una historia sencilla narrada eficazmente. No tiene pretensiones morales que la conviertan en un discurso, sino que se mueve con total libertad presentando los hechos. Las actuaciones de Alex Brendemühl y Florencia Bado son notables, especialmente la del primero, que representa con maestría ciertas ideas asociadas a la «banalidad del mal» acuñada por Hannah Arendt. La cinta es, en definitiva, una mirada al horror desde el interior del hogar a través de los ojos de una niña, con el pausado ritmo de la provincia, logrando asestar duros golpes con finos movimientos.El Guillatún
Esta película se está exhibiendo exclusivamente en Cinemark.