Cuesta despegarse del demo. En mi experiencia como compositor de canciones y por haberme criado con la grabación casera —primero en cassettes, luego en computador Pentium III—, me cuesta superar la inocencia de la maqueta, el primer boceto de la canción. Muchas veces hay una línea divisoria difusa entre ambos procesos, el demo y la grabación final, y algunas primeras interpretaciones terminan colándose en la canción publicada porque simplemente no hubo forma de reproducirlas o mejorarlas después en el estudio de grabación. El demo es ese espacio de libertad en la creación donde juegas entre dos extremos, o la versión más desnuda de la canción (una voz y un instrumento), o sumar y sumar capas de sonidos que luego habrá que pulir en la versión final. A mí me gustan ambos extremos y me gusta comparar el antes y después. Me causa hasta cierta desilusión escuchar demos de artistas que sigo y comprobar que no hubo evolución o diferencia; que la canción no pasó por un proceso a veces incluso tortuoso de definición.
Como en mi columna anterior, me gustaría contrastar dos ejemplos, dos artistas que además me han marcado mucho en esta historia de componer canciones. El primero es el norteamericano Bruce Springsteen, quién ya llevaba una brillante carrera para comienzos de los años 80. Después de alcanzar el estrellato en 1975 con su tercer disco Born to run, de superar el cliché de ser considerado el «nuevo Dylan», y tener uno de los directos más épicos del momento, Springsteen se recluyó en 1982 en su hogar en New Jersey para registrar demos de nuevas canciones, esta vez en una portaestudio a cassette de 4 canales. La razón fue que la mayoría de los discos anteriores habían sido compuestos y arreglados junto a su banda (la E-Street Band) ocupando innumerables horas de estudio, proceso que se hacía engorroso y caro. Esta vez decidió registrar nuevas canciones esbozando ideas de arreglos en casa, y si el resultado era satisfactorio, serían llevadas al estudio junto a los demás músicos. De esas sesiones nacieron varias canciones que posteriormente serían grabadas en el superventas Born in the USA (1984), pero hubo también un conjunto de canciones que tenían en común como temática historias de personajes criminales, perdedores y marginales, las cuales también fueron probadas en el estudio, pero el autor sintió que toda su esencia y fuerza ya habían quedado plasmadas en esos precarios demos. ¿Resultado? Springsteen y su compañía discográfica decidieron publicar esas grabaciones como un disco, así tal cual. El único problema que tuvieron que enfrentar fue en la masterización, pues las grabaciones de la portaestudio estaban a muy bajo volumen, y mediante sofisticadas técnicas de reducción de ruido lograron lo que hoy conocemos como Nebraska, disco publicado en 1982 y del cual destaco la canción Atlantic City.
En la antítesis de ese ejemplo están los británicos Depeche Mode, un caso especial en que tenemos 3 roles bien definidos (por lo menos en la época de gloria de la banda): un cantante carismático (Dave Gahan), un compositor (Martin L. Gore), y un multiinstrumentista y a la vez productor (Alan Wilder); este último, responsable de dar vida a varios arreglos y sonidos característicos de muchos de los éxitos de esta banda. Si buscas en Youtube las palabras «Depeche Mode demo», tendrás la fortuna (gracias Youtube!) de encontrar muchas de las primeras versiones de esas canciones, cantadas y grabadas en casa por su creador, Martin L. Gore. Armado básicamente de una máquina de ritmos y un sintetizador, el autor esbozó —intuyo que con algo de flojera o falta de imaginación a veces— las líneas primarias de varias joyas que posteriormente serían éxitos después de pasar por el proceso de producción y grabación. Walking in my shoes (1993) fue originalmente una melodía más lenta cantada sobre una línea de bajo, como se aprecia en este demo. Después de pasar por muchas versiones en estudio la canción fue publicada en esta tibia versión, la cual recién con los años y las giras llegaría a ser un imprescindible en sus conciertos y tomaría toda la fuerza y personalidad que necesitaba. Pero el caso más emblemático es el del mayor éxito de la banda: Enjoy the silence (1990), canción conocida por todo el mundo y muchas veces número de cierre en sus conciertos, pero que tuvo su origen en una lúgubre balada cantada por su compositor junto al acompañamiento de un harmonio. Sin duda que la versión demo tenía una carga especial, que si éste hubiese sido el caso de una banda indie o de poca repercusión, seguramente la versión final habría sido muy parecida. Pero como ésta ya era una banda de estadios para la época, el otro integrante, Alan Wilder, vio cierto potencial en la canción y la convirtió en el himno que llegó a ser. Es difícil despegarse del demo, y afortunadamente esta versión con harmonio fue publicada en su momento como lado B del single. El demo es un poco como la infancia, y en algunos casos es bueno volver a ella y tenerla presente.El Guillatún