Una de las maneras menos habituales de conocer nueva música que he tenido ha sido precisamente siendo parte del corazón de la misma: la radio. Estaba yo el año pasado en Bogotá, Colombia, difundiendo a través de la emisora Radiónica un concierto que iba a dar en los próximos días en el marco del festival FICIB, al cual fui invitado por la Fundación Barrio Colombia. Ya instalado en el estudio y poco antes de iniciar mi participación en el programa sonó el destacado de la semana, «Sumas», por el músico colombiano Mateo Lewis.
La canción «Sumas», que además da título al estupendo disco debut de Lewis, contenía todos los elementos musicales que posteriormente me conquistarían en el disco completo y lo convertirían en mi favorito del año: elegancia y soul blanco en español, mucho groove en el fraseo vocal y las guitarras, más ciertos guiños de contemporaneidad que reconocía tomados de músicas recientes del mundo anglo, ahí estaba una versión cercana y familiar de lo que están haciendo músicos actuales que admiramos como Bon Iver, James Blake o John Mayer.
La historia de este joven colombiano comienza en su adolescencia como parte de la escena bogotana de punk rock de mediados de la década pasada, y anota en su currículum participaciones en las bandas Ratón Pérez y El Sin Sentido, por lo que este debut con nombre y apellido propio tiene también algo de una suerte de reinvención o el vértigo de un nuevo comienzo musical, tópico que está muy presente en la temática de las letras. «Ya no puedo más / Tengo que despertar / Encender la luz que brilla dentro / Y no dejarla apagar» («La luz que brilla»); «Estuve a punto de rendirme y olvidar quién es / Ese niño de ojos cafés / Que me mira sin miedo a perder» («Lo que callé»); son algunos pasajes escogidos que me llegaron y me hicieron también revisar mi propia historia… ¿Cuándo es el debut? ¿Existe un verdadero debut? Cada cierto tiempo me veo forzado a pensar ciertos giros en la música y la vida como un nuevo comienzo. «Entierra mi nombre» se llama precisamente la segunda canción del disco.
Mateo Lewis actualmente reside en la ciudad de Boston (USA), donde cursó estudios en la Berklee College of Music, insigne academia a la que año tras año ingresan a estudiar músicos de todo el mundo, razón por la cual el disco fue grabado entre esta ciudad, New York y Bogotá, combinando tomas de estudio y caseras (destaco el impecable trabajo de mezcla realizado por el propio autor), junto con el aporte de músicos de varias nacionalidades. Algo de esa sensación de desarraigo y nostalgia queda plasmada en la canción «Deshoras»: «Será porque no he podido dejar / Todos los momentos que habitan mi corazón / Que me han hecho hoy lo que soy sin condición / Y me han enseñado que el tiempo es una ilusión».
A ratos este disco puede llegar sentirse un poco claustrofóbico, demasiada introspección y la sensación permanente de una habitación, pero ¿quién no querría desahogarse y sacarlo todo de adentro cuando se da la oportunidad de firmarlo por primera vez con tu nombre propio? El autor nos recuerda también que en este proceso de iniciar una historia y crecer uno mismo puede llegar a ser el propio enemigo, el autosabotaje está siempre a la vuelta de la esquina haciendo más difícil el camino: «Cómo ganar esta batalla / Yo soy mi peor enemigo / Es muy difícil pelear cuando yo soy mi único enemigo» («Mi peor enemigo»).
Pese a que con Mateo aún no hemos podido coincidir personalmente en un lugar, dadas las circunstancias geográficas, sí hemos mantenido una fluída comunicación a través de la red social Twitter, desde donde me he convertido en un entusiasta difusor de su trabajo. Sólo me resta desearle una larga vida y obra, y que cada disco que venga nunca deje de tener el vértigo de un debut!El Guillatún