Antes de Shazam u otras aplicaciones que permiten reconocer a través del celular el título de una canción que está sonando en la radio o incluso en un parlante de un bar (más de alguna vez lo hice), era toda una hazaña llegar a esa canción, retenerla y algún día hacerse de ella comprando el cassette, por ejemplo. Dependíamos de la generosidad del locutor al presentarla, o de la claridad del audio de algún bar o centro comercial que permitiera retener parte de la letra. O bien del amigo conocedor que reconocía el tarareo y te decía «aah, pero si esa es…».
Es aquí donde entra el asunto que quiero desarrollar en esta columna: la introducción de la canción. O «intro», como se le dice más coloquialmente. Todos sabemos que en lo relativo a los singles radiales esto es fundamental, son 10 o 15 segundos en los que hay que atrapar al oyente para que recién preste atención al primer tercio de la canción, el cual culmina con el primer coro y las ganas de escucharla hasta el final. O bien el temido skip (estoy hablando no solo como compositor, sino también como auditor). Hay canciones que no precisan de una intro muy memorable y apuestan todas las fichas directamente al coro. También las hay algunas que derechamente prescinden de la intro y atacan con la primera estrofa. Pero también sucede algo a veces quizás inesperado para el autor: que la intro se coma al resto del tema y se transforme en un clásico por sí solo, pero de la estrofa y coro muy poco se recuerde. Este tipo de canciones al pedirlas sin saber el nombre son tarareadas con una torpe imitación de la melodía, la cual generalmente recae en un sintetizador, saxo o guitarra solista.
Para ejemplificarlo voy a comparar dos canciones, las dos con inicios inmortales que puedes cantar de aquí a la China y todo el mundo reconocería. Las dos con una mítica intro de saxo, un recurso que tuvo su peak en la música de los años 70s y 80s, pero que lamentablemente cayó en desuso y se volvió hasta incluso medio kitsch. La primera es una canción que precisamente ayer tarareé buscando su título y un amigo lo conocía, dando pie a la idea para esta columna. Se trata de Baker Street, del cantautor escocés Gerry Rafferty, canción de 1978 que seguramente está en la memoria de cualquier persona del mundo occidental, pero solo por su… intro. Seguramente la escuché más de alguna vez en la radio, y ahora en Youtube llevo dos escuchadas y aún no logro retener parte de la estrofa o el coro. Todo lo que me ha quedado siempre es esa melodía inicial que se pega como un chicle, y no soy el único que lo percibe, esta conversación la he tenido varias veces con más gente y nunca llegamos a la canción completa. Y como no soy fan de Los Simpson, tampoco sabía que este tema tuvo una resurrección hace unos años gracias a un capítulo de la serie llamado «El sax de Lisa». Seguramente no fue la intención del autor, pero mientras canta yo lo único que espero es que vuelva esa épica intro.
En cambio en 1984 el entonces integrante del duo Wham!, George Michael, sacó el que sería su primer single como solista: Careless Whisper, canción que contenía otra demoledora intro de saxo, la cual dice la leyenda que fue ideada por el músico mientras viajaba en la micro de regreso a casa a comienzos de los ochentas, poco antes del inicio de la carrera formal del dúo. Pero a diferencia del ejemplo anterior, un hábil manejo de las melodías y la tensión dramática nos llevan al irresistible coro que dice «I’m never gonna dance again / Guilty feet have got no rhythm / Though it’s easy to pretend / I know you’re not a fool»; y la intro queda con el justo contrapeso y equilibrio dentro de toda la canción. Otro punto a favor que tiene es que está construida completamente sobre la misma progresión armónica, mientras la canción del saxo de Lisa da la impresión de que fueran dos piezas distintas unidas por circunstancias inexplicables.
Otras canciones que se me ocurren en esta categoría en que la intro amenaza con comerse al resto: Don’t You (Forget About Me) de Simple Minds, la cual quizás es más conocida por ser el tema principal de la película Breakfast Club. O The Final Countdown de Europe. Me parece que la segunda sale mejor parada… ¿A qué se deberá? ¿Será culpa de los compositores o de nosotros como auditores? Con la cantidad de dinero que generan en derechos de autor, imagino que a los primeros les debe importar un carajo esta problemática.El Guillatún