Abufoneado, el nombre original, no es una obra de teatro escrita por Juan Radrigán, es una selección de sus textos, hecha por el actor David Hernández, para componer este monólogo, dirigido por Alejandro Quintana.
Tiene razón David Hernández al admirar el pensamiento de Radrigán. Para su monólogo eligió textos de charlas dadas en diferentes lugares y tiempos: «Memorias del olvido», «Esa larga lucha que no envejece ni se rinde» y «El dolor tiene algo de vacío» que se encuentran en la página web de Juan Radrigán. También hay textos de Memorial del Bufón, de la que Hernández tomó el título para su espectáculo. Los textos corroboran que Radrigán es un filósofo. Su conocimiento de los grandes pensadores es amplísimo y serio. Se ha expresado a través de obras de teatro como un mejor camino para llegar a la gente sencilla que, agobiada por el trabajo, no tiene tiempo ni ánimos de leer, pero la estructura teatral no lo inquieta. Pienso que en el futuro sus obras se consultarán como un medio para entender esta etapa de nuestra historia, lo teatral les agregará valor y permitirá una lectura más amplia, pero no será lo central.
Por sus especiales características Abufoneado. Hamlet Sudaca estuvo tan solo tres días en la Microsala de Matucana 100. Sin ser suficientes, permitieron apreciar el trabajo de David Hernández y esta síntesis del pensamiento de Radrigán. Al estudiar el texto, Alejandro Quintana, en su calidad de director, encontró relaciones con el Hamlet de Shakespeare y propuso intercalar algunos de sus parlamentos, por eso, en su última versión la obra pasó a llamarse Abufoneado. Hamlet Sudaca.
Las obras de Radrigán impresionan y emocionan por la verdad que hay en ellas, por el dolor que presentan, por la lucidez con la que logra adentrarse en los verdaderos problemas de la gente, principalmente de los más sencillos e indefensos.
David Hernández formó parte del elenco que interpretó a principios de año El Príncipe Desolado obra de Radrigán, dirigida por Alejandro Quintana. Hizo allí dos pequeños papeles, El Enviado y Halac. Se adentró en las proposiciones bíblicas y sociales de la obra e inició una relación con el director, lo que lo llevó a solicitarle en este regreso desde Alemania, que lo dirigiera en esta obra.
Representar un monólogo teatral es, en sí mismo, un desafío muy complejo; dar una interpretación apropiada a textos que no son teatrales sino parte de charlas es todavía más difícil. La dirección de Alejandro Quintana le permitió a David Hernández incorporar una serie de recursos actorales que le dieron variedad, ritmo y fuerza a la actuación.
El lenguaje de Radrigán tiene carácter poético por la profundidad a que llega en la percepción de las verdades más íntimas. En algunas de sus obras esta poesía llega a expresarse en versos de métrica popular o en canciones. En este caso la forma poética se concreta en un estribillo que se repite tres veces durante la obra: «Que haya conciencia en vez de paciencia, que en este viaje nazca el coraje. Que salga el temor, que entre el valor, que hable el bufón, que calle el patrón, que salga el llanto, que entre el canto. Que salga el mal, que entre el bien, como entró Jesús a Jerusalén». Aunque aparecen como un párrafo, son claramente versos de métrica popular, pentasílabos y hexasílabos. Un estribillo no es sólo repetición, es acentuar un énfasis, y en este caso es: «Que haya conciencia en vez de paciencia, que en este viaje nazca el coraje».
Si nos remitimos a la obra que debe haber sido la base del proyecto de David Hernández, Memorial del Bufón, recordaremos que aunque el autor se presenta como un bufón, no le gusta ese papel, hace reír pero para abrir los ojos y proponer una actitud: no hay que seguir aceptando nada que no sea aceptable. Ha asumido el papel de bufón, pero no lo es. Está solo «abufoneado». Se permite hacer bromas: «Con todo, generalizar es siempre peligroso, y mucho más en Latinoamérica donde por lo general todo es general». Pero eso es un instante, en lo que insiste es en «que haya conciencia en vez de paciencia».
A pesar de la tensión que significa un estreno y ser el primer contacto real con un público, la actuación de Hernández recibió calurosos aplausos y luego felicitaciones. Atravesó por diferentes etapas. Al comienzo estuvo muy compuesto, como un señor de terno y corbata que se expresa con contención, luego en ritmo ascendente llegó a la rabia y la imprecación. Después cambió a lo francamente gracioso, se sacó su terno y quedó con los colores del bufón, pero al final volvió a su traje para expresar una dura advertencia: «… el río se desbordará, cuidado con sus aguas… El río se desbordará… Aguas de hace mil años asaltarán sus mansiones como ciegos furiosos, como pobres furiosos, ¡como muertos furiosos!», texto que es uno de los más duros de Memorial del Bufón.
Lo presentado en esta obra es una opción: dar teatralidad a textos que son en sí mismos exposiciones de puntos de vista. El resultado fue bueno, el espacio, circundado por siluetas que sugieren imágenes de desaparecidos, fue un entorno sugerente; los cambios de luces crearon climas diferentes, a veces oscuros, otras claros. David Hernández entregó los textos con diversidad de recursos actorales, llegó a encarnar realmente a un bufón. La incorporación de textos de Hamlet no es fácil identificar, porque aparecen en sintonía con los textos de Radrigán. Sin embargo, como son discursos que ha hecho ante diferentes auditorios, y son centralmente doloridas advertencias, quizás pudo ser una exposición sin artificios, que nos entregara su palabra poética y trágica en forma despojada. Cada vez que lo hace, por su forma muy directa y sencilla, Radrigán logra una muy buena comunicación con su público. Llegar a la esencia es lo mejor cuando se intenta filosofar.El Guillatún