Bella es la puesta en escena de Alejandro Goic para la obra de «teatro estático» del poeta portugués Fernando Pessoa. Durante un largo primer momento nos envuelven olas y sonidos marinos. El centro, el cielo y los costados de una de las salas del GAM se convierten en la playa de Matanzas. Poco después, hacia el fondo, detrás del telón traslúcido, aparecen las tres hermanas que conversan durante la noche en que velan a un muerto. Es momento de recordar años pasados, cuando eran niñas frente a ese mar. Pero quizás es mejor no hacerlo, «todos los recuerdos son falsos». Es una composición de imágenes y sonidos en que las palabras van cayendo con cadencias poéticas que no se pueden seguir como relato de una historia, son fragmentos de recuerdos, pensamientos tristes e inseguros. La historia del marinero existió sólo en el sueño de una de las tres hermanas.
La puesta en escena nos coloca dentro de un espacio en que imágenes de cine se proyectan al frente y los costados. Vemos el mar, las rocas, una parte del campo y sus animales; el conjunto de imágenes y sonidos produce un efecto envolvente. La aparición de las tres hermanas, en semi oscuridad, las pone en un plano cercano a la irrealidad, se ven algo esfumadas detrás de los telones traslúcidos. Proyecciones en primer plano de sus caras, de sus manos, superponen cine al teatro. Las proyecciones no ambientan la acción, aportan nuevos elementos de lenguaje.
La elección de las tres actrices, Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer es un acierto. Los textos de Fernando Pessoa son poéticos, evocadores y ellas, con su calidad, los interpretan con los tonos, ritmos y silencios sugerentes. Remiten al pasado, a momentos que pudieron ser verdaderos o imaginados, y ¿quiénes mejor que actrices de tan importante trayectoria, que han vivido personajes que son reales sólo mientras ellas los interpretaban, pueden mostrarnos que se trata de un pasado un tanto ilusorio?
En El Marinero, Alejandro Goic emplea diversas técnicas: prepara el clima con esa proyección de mar que luego reaparecerá con distintos significados. Da a la luz un papel muy central, aparece y desaparece en las proyecciones. Por momentos, toman fuerza luces laterales que destacan a las hermanas. Luego se apagan en el plano general e iluminan sólo a una de ellas, poco vemos su cara, pero escuchamos su voz, aumentada porque en ese momento es una evocación que ella no dice sino piensa, y la escuchamos grabada. Pasamos de las evocaciones de una hermana a las de otra por cambios de luz y de intensidad del sonido. Pessoa hace una alusión al poder del canto, pero no lo incluye, Goic, en cambio, nos hace escucharlo, y una de las hermanas, la que es representada por Carmen Barros, se levanta y sigue el ritmo con su cuerpo. Deja en ese momento de ser teatro estático y agrega otro rasgo al conjunto de recursos que usa el director.
Toda la obra El Marinero está formada por imágenes poéticas de desencanto y escepticismo. Propone en forma reiterada que es difícil saber incluso si se ha existido realmente: «no volveré a ser aquello que tal vez nunca fui». «¿Hay alguna razón para que una cosa sea lo que es?». «Contemos cuentos, eso no daña, el vivir daña». Nada de lo que parece ser es seguro que sea, sólo nos quedan los sueños.
El marinero de la obra es sólo un sueño de una de las hermanas. Un día, sentada en una roca, le pareció ver pasar una vela, no es seguro que la haya visto, pero ya tuvo un sueño que le fue propio. Después soñó con un marinero que naufragó y llegó a una pequeña isla que sólo tenía unos pocos árboles. Como no podía salir de allí comenzó a imaginar ríos, cerros, bosques. Luego se creó personas y modos de vivir allí. Con el paso de los días llegó a tener todo un país propio. Un tiempo después pasó un barco, llegó a la isla, pero el marinero no estaba. La historia del marinero es sólo un sueño. Una de las hermanas dice que de todo esto queda entonces, que sólo tú eres feliz, porque crees en ese sueño… y la hermana responde, «No, no creo». Final devastador.
El Marinero es una obra poética de teatro sin acción. Se supone que sólo escuchamos voces estáticas, pero Alejandro Goic, director de poderosa creatividad y técnica, nos coloca en medio de un artificio escénico que nos lleva junto al mar, vemos a esas tres hermanas enfrentadas a la muerte del poeta y de ellas mismas y nos permite sentir la presencia de ese marinero aunque es sólo un sueño. Sabe obtener de Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer el necesario tono de meditación y tristeza, y con el conjunto de sus acciones, recrea el ensoñado y escéptico mundo poético de Fernando Pessoa. Es una obra para quienes gusten de la poesía y el buen teatro.El Guillatún