Aline Kuppenheim y Guillermo Calderón crean una obra de gran belleza adentrándose en el pesar y las limitaciones de dos seres cuyos rostros quedaron deformados, en horribles accidentes. El impulso original estuvo en el breve cuento de Mario Benedetti La Noche de los Feos. Guillermo Calderón lo amplía con una sucesión de diálogos en un café, cada uno agudo y punzante. Aline Kuppenheim y su grupo Teatro y su Doble materializan las deformidades de esos rostros en dos muñecos que manipulan con extraordinaria precisión. Con la antigua técnica del Bunraku japonés, cada muñeco es manejado por dos o tres manipuladores que es posible vislumbrar en la semioscuridad. Hay un juego con las proporciones en el escenario construido dentro del escenario principal. Se produce una casi perfecta ilusión de vida en esos muñecos cuyo tamaño nos parece real. Otro acierto es la proyección de imágenes que crean los ambientes necesarios: la entrada del cine, el café, la calle, la luz que se filtra por la persiana al amanecer. Feos es una conjunción de técnicas: artística creación de muñecos, depurada técnica de manipulación, proyección de imágenes creadas por el sistema stop motion, reescritura para el teatro de un texto narrativo de gran calidad.
La historia es conmovedora, ambos saben que por sus rostros deformados nadie se enamorará de ellos. Se ven por primera vez esa noche al entrar al cine. Quedan en filas separadas. A la salida él le propone ir a tomar un café, ella acepta. Es decidida, ve las cosas con claridad, con ironía dice: «tal para cual». Calderón crea un personaje que los mira desde fuera, el mozo socarrón, con picardía popular que está a punto de pasarse a lo inconveniente.
¿Podrían, a partir de ambas fealdades, construir una relación? Parecería que sí, pero ella es más realista y sabe como proceden los hombres. Con media botella de pisco pueden llegar a decirle que es bella, o sentirse generosos y regalarle una noche de amor. Incluso, por sugerencia de su siquiatra, ha usado enfermeros que dan servicio sexual. Su vida está más llena de historias que la de él. Sabe que hay mucha mentira en lo que se dice, pero está dispuesta a arriesgarse y acepta ir al departamento de él. La serie de diálogos es inteligente y ahonda en la comprensión de las relaciones entre las personas.
Ambos sufrieron accidentes en sus rostros, pero sus cuerpos son normales, y al encontrarse en la oscuridad, la fealdad desaparece. Pero comprenden que eso no es verdad, en la oscuridad se palpan sus heridas. Dejando de lado la sensualidad, se reclinan suavemente uno en el otro, se apoyan, con lágrimas se aceptan como son. Al amanecer, la luz de la mañana que se filtra por la persiana, también restablece la verdad.
La obra admite muchas lecturas. Las deformidades pueden no ser heridas físicas y la intención de ocultarlas en alguna forma de oscuridad o mentira puede darse de diversas maneras. La historia se construye sobre la fuerza de la atracción física y sobre la necesidad de superar la soledad, pero propone que la solución real es mirarse con verdad.
Lo que hace que el público quede subyugado por la obra es la inclusión de los muñecos en imágenes grabadas en stop motion y el arte de la manipulación de los muñecos. Hacer que una leve inclinación del cuerpo, un pequeño movimiento de la cabeza expresen con claridad sentimientos como duda, dolor o la sonrisa al entender una broma del mozo, y que sus manos puedan tomar objetos, apagar una lámpara y desvestirse, llegan a causar genuina admiración. Aline Kuppenheim y su grupo Teatro y su Doble, han logrado tal maestría en el arte de la manipulación de muñecos que uno podría desentenderse de la historia y apreciar principalmente su sutileza.
En el Bunraku los manipuladores están claramente a la vista, cubiertos de negro, pero el público se desentiende de ellos, no los ve. En Feos los manipuladores, Aline Kuppenheim, Etienne Bobenrieth, Ignacio Mancilla, Catalina Bize y Gabriela Díaz de Valdés casi no se ven ocultos por sus trajes negros y en la semioscuridad. Cuando a veces los vislumbramos sus cuerpos parecen extremadamente grandes. En el Bunraku los textos son leídos por un relator que expresa todas las emociones; en este caso las voces pertenecen a grandes actores, Aline Kuppenheim, Francisco Melo y Roberto Farías.
Feos se presentó durante dos fines de semana en el Teatro Mori Bellavista, pero va a volver a la misma sala durante Santiago a Mil, los días 18, 19 y 20 de enero.El Guillatún