El Guillatún

«Ñuke», vida difícil y resistencia mapuche

Ñuke

El elenco de «Ñuke». Foto: Danilo Espinoza

En una ruca, ubicada frente al Centro Cultural Estación Mapocho, se desarrolla esta historia de una familia mapuche cuyo hijo mayor está preso, acusado de terrorista. La obra, de tipo documental, muestra las diferentes posiciones que hay en ese grupo sobre la situación que se vive en la Araucanía.

La ruca está instalada en la Plaza de la Cultura, que es el espacio ubicado delante del C.C. Estación Mapocho. A un costado hay un paradero de buses, en la esquina está la Estación Cal y Canto del Metro, un poco más hacia la cordillera está el Mercado Central y cruzando el río, la Vega Central, la Pérgola de las Flores y un nuevo edificio que alberga muchos restaurantes y comercio. Es un sector de bullente actividad, pero cuando uno entra a esta ruca, se sumerge en un clima totalmente distinto, entra a la semi oscuridad constante de estos espacios que no tienen ventanas y a la intimidad de una familia. El espacio se ilumina principalmente con las llamas del fuego, algunas velas y dos ampolletas eléctricas cuya luz está siempre en grados tenues. El público se instala en sillas pegadas a las paredes. Pasamos a ser espectadores y partícipes de la vida de esta familia. Cerca de ese fuego central hay una pequeña mesa donde Carmen, la madre, prepara la comida. El solo hecho de estar ahí, poder entrar a una ruca mapuche y compartir los problemas de esa familia emociona. Rucas como ésta existen, pero ya son pocas, las familias mapuches en los pueblos cercanos a Temuco y Villarrica viven en casas bien instaladas y bien mantenidas.

Al comienzo hay una situación poco clara, las dos mujeres curan a un hombre herido. A pesar de sus esfuerzos, el hombre muere. Lo arrastran hacia fuera. Cuando poco después llega el marido, no está de acuerdo con lo que hicieron, era un policía, quedó herido por una bala de ellos mismos, ahora los acusarán de su muerte, pero Carmen, tiene claro que era un hombre herido y había que ayudarlo, además sus últimas palabras fueron en mapudungún. Ese hecho inicial marca la obra, las situaciones no son claras, se contraponen valores, hay miradas diferentes para una misma situación.

El principal problema de esta familia es que el hijo mayor está preso acusado de terrorismo. Carmen la madre, en silencio amasa. Nada dice sobre el hijo preso, tampoco lo ha ido a ver. No está de acuerdo en que el hijo y el padre, José, participen en actos peligrosos. Pero una pariente que vivió largo tiempo en Santiago, cree que tienen que protestar, ella ha sufrido la discriminación, y José, que niega haber participado en actos de violencia, piensa que deben hacer ver que no se cumple con las promesas de respeto a sus derechos, deben expresar su resistencia.

Otro de los temas es la educación. Los profesores, con vocación de ayudar, han ido a trabajar en las escuelas de la región, pero no hablan mapudungún y la lengua se ha ido perdiendo. Ahora sólo los ancianos la conservan.

La obra fue escrita por David Arancibia en el primer taller de dramaturgia organizado en Chile por el Royal Court Theatre de Londres. Tiene un carácter centralmente documental, se basa en hechos reales y en testimonios recogidos por la directora Paula González. Dada su calidad de documento la obra no tiene una estructura propiamente dramática. Cada escena presenta un problema distinto: qué se hace con un herido aunque sea un policía, ¿es necesario enviar a los hijos pequeños al colegio? Los hospitales ¿cumplen realmente su función? Están llenos de carabineros que interrogan a los que vienen heridos, para apresarlos; los loncos enfrentan difíciles situaciones, deben mantener la paz y la seguridad pero a la vez, apoyar las demandas de su pueblo.

Como la obra es una secuencia de situaciones diferentes es difícil producir una tensión realmente dramática. Cada escena aporta información y nos envía mensajes. Podrían agregarse otras. Para darle un final se fuerza una situación casi sin antecedentes en las escenas anteriores. Carmen, la esposa cae inesperadamente al suelo llevándose las manos al pecho, ha tenido un ataque al corazón, José la ayuda, luego ella se levanta y comienza una atropellada carrera en busca del hijo que no está en su pieza. Ella y su esposo salen a buscarlo. El niño aparece y mira sin entender qué pasa, pero ahora no está la madre, la ñuke, José vuelve y nos dice que alguien la echó al río y el agua tiene sangre. El parlamento final indica que ellos sólo tratan de sobrevivir, de hacer sus cosas, cosechar. Esta es su tierra, aquí están sus antepasados, y no tienen por qué salir, «tienen que entender que esto no es una guerra, no somos terroristas».

Se intenta un equilibrio en las posiciones: el padre y una pariente que ha llegado hace poco a vivir allí piensan que es necesario mantener una actitud de resistencia, la madre está contra todo acto de violencia, el lonco busca evitar enfrentamientos pero, a su vez, debe representar las demandas del pueblo.

Ñuke es y no es obra teatral. Es teatro documental, no interesa crear un clima propiamente dramático, lo que importa es mostrar que la situación es compleja, que hay diferentes puntos de vista y que las familias mapuches intentan desarrollar su vida dentro de las difíciles situaciones en que viven, asediados por las malas cosechas, con pesar por ir perdiendo los elementos propios de su cultura. Para Paula González, la directora, y el equipo de actores en que destaca Viviana Herrera como Carmen, la madre, lo central es hacernos sentir realmente dentro de una ruca, mostrarnos estos testimonios y hacernos participar de las preocupaciones de una familia mapuche, y realmente lo consigue.El Guillatún


Imagen de la obra de teatro documental «Ñuke». Foto: Danilo Espinoza
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