Con unas poquitas funciones en el Teatro Municipal de Las Condes, la obra de la compañía holandesa Toneelgroep Amsterdam y dirigida por el belga Ivo Van Hove, se convirtió en la monedita de oro del Santiago a Mil 2014. Un espectáculo que sin duda debió haber sido visto por muchas más personas.
Opening Night (Noche de estreno) no es una obra que proponga un camino fácil: dura dos horas y media, está hablada en holandés, pone varias «realidades» en escena y constantemente pasa de una a otra sin previo aviso. Pero es esa complejidad narrativa, más la habilidad histriónica de los intérpretes (actores que interpretan a actores que en momentos actúan y que siempre son filmados y proyectados en pantallas del teatro con la excusa de documentalizar), las que generan un juego teatral riquísimo y elevan «el actuar» a un ejercicio mayor.
Basada en la película homónima del director de culto, John Casevetes, la obra no plantea, en teoría, una historia de las llamadas grandes: Myrtle Gordon es una diva del teatro que boicotea los ensayos de la obra La segunda mujer a días de estrenarse, pues no quiere interpretar a una mujer mayor y solitaria que intenta recuperar a su primer marido, pues supone, el público la verá en adelante como una vieja. Su historia y el drama están demasiado unidos como para soportarlo.
Pero no se niega a actuar. Lo que hace es actuar —hasta lograr la exasperación de sus compañeros— alternadamente como lo ordena el personaje y como lo ordenan sus deseos. Si a eso se agrega que su coprotagonista, Maurice, es su ex amante; el director, un hombre vulnerable a sus encantos; el productor, su cándido enamorado; la dramaturga, un ego herido por esta diva; y el fantasma de una fan muerta frente a sus ojos, su joven alter ego… el material es desbordante.
Por cierto, el director belga Ivo Van Hove tiene la maestría para hacer de esta exhuberancia de identidades inestables entre planos de realidad, una puesta en escena fina que obliga al espectador a seguir la historia cruzando esos umbrales que dejan preguntas sobre la identidad, el narcisismo y el lugar de la verdad, en un escenario donde hay actores jugando a ser actores que ensayan otra obra antes de su estreno.
Y el estreno llega. Y Van Hove crea un desenlace espectacular. Cruza la cuarta pared con sus personajes y cierra una tercera pared (hay público también al costado derecho del escenario), con un telón. Así, mientras el publico frontal ve pasar a los actores buscando desesperados a una borracha Myrtle, el público lateral recibe las excusas del productor de La segunda mujer, por el retraso de la función, dentro de la función.
El final no es el mismo de la película de Casevetes, aunque las grandes proyecciones de Myrtle y Maurice en el fondo del escenario dialogan con los planos detalle del cineasta estadounidense. Puede ser una escena de La segunda mujer, puede ser una conversación real entre ex amantes, puede ser la posibilidad de la diva para encontrarse consigo misma. Un sencillo beso, antes de que caiga el telón, entrega la respuesta.El Guillatún