En el ciclo Teatro Hoy se estrenó la obra de Francisco Sánchez, Parlamento. Se refiere al primer tratado de paz entre mapuches y españoles después de un siglo de la Guerra de Arauco. El tratado reconoce al pueblo mapuche como una nación. Sus actas fueron clasificadas en España entre los tratados internacionales. En uno de sus juegos de humor, Francisco Sánchez, como juglar, al dar ese dato en la obra se pregunta con ironía «¿nación?»
Rasgos distintivos de las obras de Tryo Teatro Banda que dirige Francisco Sánchez son: tomar como tema hechos reales de nuestra historia, particularmente del tiempo en que se estaba formando la nación; darles un carácter narrativo, introducir música interpretada en diversos instrumentos, algunos antiguos y autóctonos, e ilustrar la historia con ingeniosos objetos o dibujos que crean ellos mismos en escena. Sus espectáculos se han relacionado con la antigua juglaría. Para acentuar este carácter, en sus dos últimos trabajos ha contado con la dirección de Andrés del Bosque, director chileno, largo tiempo radicado en España donde estudió las técnicas juglarescas.
Tryo Teatro Banda es una compañía compuesta por tres músicos y actores, cuyo líder ha sido siempre Francisco Sánchez. Posteriormente se incorporó Daniela Ropert y en la obra anterior, La expulsión de los jesuitas, quizás por requerir una teatralidad más compleja, el director Andrés del Bosque cambió músicos por actores. En esta oportunidad, probablemente para acercarse más al trabajo del juglar, Andrés del Bosque prefirió trabajar sólo con Francisco Sánchez. Él interpreta todos los papeles, toca él solo los diversos instrumentos y va construyendo en escena los juegos visuales. Es una sorprendente exhibición de capacidades interpretativas, pero el espectáculo se resiente. El trabajo en equipo ofrecía mayores posibilidades de interacción y los juegos entre varios instrumentos permitían diálogos musicales muy atrayentes.
El Parlamento de Quilín fue una reunión masiva en los llanos de la ribera del río del mismo nombre, en la actual provincia de Cautín. Allí se reunieron, el año 1641, el Gobernador de Chile, Francisco López de Zúñiga, marqués de Baides, acompañado por una comitiva de más de 1.300 soldados y encomenderos españoles; por la parte araucana asistieron el toqui Lientur y un grupo de loncos, encabezando a más de dos mil mapuches. Con humor y agilidad Francisco Sánchez describe ese encuentro destacando la inquietud de los indígenas al ver un tan gran número de soldados españoles. Sánchez simula una discusión entre ellos que resulta muy graciosa por los giros enérgicos que da a su discurso en mapudungún.
La obra comienza con la sombra de un músico que toca acordeón. Luego las imágenes de sombra se emplean de diferentes e ingeniosas maneras: en un momento se presenta la silueta de Sud América, sombras y luces designan los distintos territorios. A la costa llegan barcos españoles y portugueses, después surge la amenaza de los piratas ingleses. Es una mezcla de distintas técnicas: juegos de sombras, simulación del mar mediante una tela y la representación de barcos que navegan sobre esa tela.
Como una especie de prólogo al sentido de la obra, en las primeras escenas se destaca la importancia de la palabra, parlamentar es hablar, es llegar a acuerdos, es un diálogo que puede realizarse en múltiples formas: en los bosques del sur de Chile dialogan los robles, las araucarias, los mañíos y los coigües; los pájaros se comunican entre ellos. La naturaleza está en un continuo intercambio, que permite mantener su equilibrio.
Pero la palabra puede ser bien o mal usada. Con humor lee dos declaraciones, una es del Presidente Allende, quien a principios del año 1973 dijo que el General Pinochet era un militar leal, otra es de un Premio Nacional de Historia al que se atribuye negar la existencia del pueblo mapuche.
Para representar a los mapuches que participan en este parlamento, emplea una máscara muy rústica y el sonido del trompe, el kultrún, la trutruca y otros instrumentos que ejecuta en escena. Además realiza bailes rituales, lanza flechas y boleadoras.
Una de las razones para convocar al Parlamento de Quilín, fue la preocupación del gobierno español por el peligro que representaban los piratas ingleses. Se les hizo ver a los mapuches que eran una amenaza común y en el acuerdo se incluyó una cláusula con el compromiso de unirse en la defensa ante los enemigos del Rey de España. Dada la diferencia de culturas e idiomas, los acuerdos fueron verbales, no podía haber «firma de documentos», pero fue para ambos un compromiso solemne, que los araucanos cumplieron mientras no fueron nuevamente atacados. Y por ese compromiso, algunos grupos indígenas fueron leales a los españoles cuando se enfrentaron a las tropas chilenas que luchaban por la independencia.
Datos concretos sobre hechos que marcaron la relación entre españoles y mapuches se despliegan en grandes carteles laterales. El lugar donde se han hecho las proyecciones de sombras, pasa a ser un gran espacio donde el actor ilustra con dibujos su relato. Muestra que el territorio mapuche se extiende entre Chile y Argentina. Con un rápido movimiento de rodillo hace aparecer la Cordillera de los Andes, los volcanes y los lagos. Muy arriba pinta las banderas de Inglaterra y Estados Unidos que intervienen en nuestra historia. Si bien el relato llega a ser excesivamente didáctico e ingenuo, la dimensión del dibujo y los elementos que usa para hacerlo son otra prueba de la multiplicidad de técnicas que maneja el actor.
Toda esa escenografía de papel, al final se rompe. Francisco Sánchez desprende esos grandes pliegos que ocupan toda la altura del escenario, se envuelve en ellos e interpreta irónicamente a una doctora que participa en programas de televisión; ella indica que son peligrosas las afirmaciones que ha hecho el actor y lo descalifica por no tener las competencias académicas necesarias. Luego, con espíritu democrático, hace una encuesta entre los espectadores, les pide que levanten la mano quiénes están de acuerdo sobre la posibilidad de otorgar autonomía el pueblo mapuche, 0%, levanten la mano quienes piensan que incendiar un camión lleno de troncos de árboles no es un acto terrorista, 1%, quiénes piensan que los indígenas, por ser indígenas tendrían derecho a beca especial de estudios, créditos blandos, cupo parlamentario, 5%. Finalmente, Francisco Sánchez se libera de todo ese envoltorio de papeles, deja de ser esa doctora opinante, y dice al público que antes de comenzar esta obra pensaba lo rico y diverso que sería nuestro país si hubiéramos seguido parlamentando con los mapuches, si hubiéramos sabido aprovechar su antigua cultura y su valentía. «Estoy convencido de que chilenos y mapuches merecemos entablar esa conversación».
La obra es una demostración de destrezas escénicas; es un relato que afronta uno de los temas hoy cruciales para nuestro país. Tiene un tono didáctico, como relato de historia para niños, pero hace pensar en que podríamos tener una mejor relación con las etnias que habitan nuestro país de norte a sur y que su legado histórico y cultural espera una mejor valoración.El Guillatún