La improvisación libre suele competir en calidad de «probable perdedor» (o underdog) contra otras corrientes y estilos musicales. El público en general puede acusarla de ser ésta totalmente incomprensible, mientras que los músicos que no la practican pueden acusarla de ser carente de técnica. El actuar del pianista, compositor y educador británico Martin Joseph es en sí uno de los argumentos que mejor refuta estas posturas. Su trabajo contempla los cursos de «Historia del Jazz» y «Taller de Jazz e Improvisación Libre» en la Universidad de Chile, la curatoría de eventos y festivales organizados por el Goethe-Institut (a veces en colaboración con otras organizaciones) como el «Ciclo de Cine Mudo con Música en Vivo» y una participación activa como músico y líder de agrupaciones como el «Martin Joseph Pacific Ensemble». Como parte de esta última categoría y dentro de un ciclo llamado «Invitación a un Viaje» que consiste de cuatro conciertos con repertorios completamente diferentes, se presentó con su trío el pasado jueves 23 de octubre en Thelonious Lugar de Jazz. Sus colaboradores fueron Milton Russell en contrabajo y Nicolás Ríos en batería.
El concierto tuvo un repertorio variado, mezclando tres elementos principalmente: estándares de jazz como All of Me, piezas originales de Joseph como Ponte alle Grazie y la improvisación libre. Con un programa como éste el trío demuestra su autoridad, la cual reside en su capacidad de sonar perfectamente jazzístico si así lo desea. No es por falta de técnica entonces que Joseph opta por la improvisación libre, sino por una relación genuina con esta opción musical. Probablemente sea esta relación la que lo lleva a tocar con absoluta convicción, y esa convicción es indispensable en cualquier música que se produzca, porque se escucha. Se escucha en la calidad del timbre de cada nota (el piano, contrario a lo que se podría creer, no suena siempre igual) y en cómo cada instrumentista contesta lo que sus colegas le entregan y propone algo para que éstos desarrollen, complementen, o contradigan. Es en este juego de compromiso con el propio instrumento y colaboración con el resto del trío donde se siente la calidad del ensamble (o del ensamblaje mismo, si se prefiere). Esto no es distinto en esencia de ninguna otra música del mundo occidental (por hablar sólo de lo conocido), sea ésta interpretada por Led Zeppelin, una orquesta sinfónica, o parte del «jazz como Dios manda», como Joseph ha ironizado al citar a un comentarista radial refiriéndose al jazz tradicional.
Es precisamente esto lo que se da en el Martin Joseph Trío. Ríos toca de manera inteligente sin tapar a los demás, sacando partido a sus solos y usando una variedad de baquetas para distintas situaciones. Russell mantiene por su parte un sonido bien centrado y con cuerpo, y Joseph tiene un toque claro y nítido en el piano (cuando no ocupa el cluster o racimo de notas). La dinámica del conjunto hizo que la música fluyera sin tropiezos, pasando a veces por momentos muy «libres» sucedidos de otros más «tradicionales» y viceversa dentro de un mismo tema. Todo esto se logró además de manera poco pretenciosa: no hubo grandes demostraciones de virtuosismo, sino más bien una actitud de tocar con precisión lo que la música pedía. Esto nos recuerda inevitablemente a la filosofía de Naná Vasconcelos, donde escuchar es lo que permite al intérprete expresarse de la mejor manera posible.
Una arista de la que aún no se ha hablado es la percepción por parte del público de que la improvisación libre es incomprensible. El trío aplaca esta incomodidad de dos maneras. La primera es, como ya se dijo, tocando con la convicción de que cada nota importa, lo cual pienso es el requisito básico para que algo merezca ser escuchado. Hablo en términos de mérito pues muchas veces (y especialmente cuando miramos videos de manera aleatoria por Youtube) nos olvidamos de que el tiempo es uno de nuestros recursos más preciados, y malgastarlo en música hecha sin convicción es un pecado. La segunda manera es interpretando temas del repertorio estándar o similares, incluyendo en esta ocasión algunos como Billie’s Bounce de Charlie Parker y Rhythm-a-Ning de Thelonious Monk. El concierto no fue dedicado exclusivamente a la improvisación libre, y quien no esté muy acostumbrado a ella puede «digerirla» con mayor facilidad a través de la mezcla. Pero tampoco puede faltar la apertura de mente por parte de los auditores, pues nadie puede obligarlos a escuchar algo que no quieren, problema que sin duda es compartido con el «arte contemporáneo» (entendiendo con esto el arte de las academias y no Radiohead necesariamente). Quizás el mejor consejo para un auditor con una postura cerrada es recordarle que, independientemente del nivel de complejidad y de aparente incomprensibilidad que tenga una pieza, hay músicos que consideran que esos sonidos tienen un significado real y que no lo hacen necesariamente por seguir tendencias o ser snob (aunque sin duda los debe haber).
Martin Joseph Trío tiene una sonoridad fresca. Sus músicos destacan individualmente, mientras que mantienen una conexión sólida como grupo. Su repertorio consta de manera más o menos balanceada de una música muy ligada a la tradición del jazz versus una música nacida de la improvisación libre, siendo igualmente creativos en ambas situaciones. Así es como demuestran que la música excede las categorías con que habitualmente la prejuzgamos. Vale la pena notar que aún queda el último concierto del ciclo, a realizarse el día viernes 31 de octubre en Thelonious Lugar de Jazz. El precio de la entrada es de cuatro mil pesos más consumo y comienza a las 23 hrs. Para quien quiera asistir a ese evento, recomiendo ver el siguiente video del «Martin Joseph Pacific Ensemble» para hacerse una idea de lo que puede suceder ese día.El Guillatún