De entrada, el grupo de Mike Stern parece un típico grupo de rock. Él en guitarra eléctrica y voz, Dave Weckl en una batería bastante ampliada para lo que se acostumbra en el jazz, Tom Kennedy en bajo de cinco cuerdas y Bob Franceschini en saxofón tenor para aportar un poco de color. Pero la verdad es que al poco andar el auditor se dará cuenta de que esta banda no tiene nada de ordinario. Durante aproximadamente dos horas el conjunto se presentó en concierto el pasado martes 24 de marzo en el Teatro Nescafé de las Artes.
Los que conocen a Stern en cuanto a guitarrista saben que su instrumento tiene un sonido único. Su elección de efectos le da a su guitarra una cualidad inmediatamente reconocible, incluso cuando toca estándares de jazz en lugar de sus propias composiciones. Este timbre es secundado por un sonido de bajo eléctrico grueso, una batería potente, y un saxofón brillante. El resultado es una sinergia que el oído interpreta como un sonido cósmico, quizás de manera similar al modo en que Pink Floyd logra un sonido psicodélico.
A esta identidad de sonido se le suma un groove preciso. Weckl, Kennedy y Stern funcionan en perfecta sincronía, logrando que la música fluya como si no hubiera esfuerzo alguno. Esto, junto a líneas melódicas y estructuras derivadas del blues muestran el verdadero soul de los intérpretes. Dentro de este marco de profunda sintonía musical, lo más impresionante es que el virtuosismo de cada uno de los intérpretes (y vaya qué virtuosismo) en general no aparece como una molestia para el arte.
Ahora bien, mucho de lo expresado aquí es logrado también por grupos de rock, y muchos de los ritmos que la banda ocupa son evidentemente rockeros o provenientes del funk, pero la improvisación es jazzera. Aquí y allá los solos dan pistas de una raíz bebopera o bluesera, pasando de una a la otra como quien cambia el tema de conversación. A esta habilidad para la improvisación se suma un lenguaje armónico de gran sutileza, pero que se mantiene mayormente escondido esperando el momento preciso. La banda de Stern suele ocupar estructuras fijas que se van repitiendo para poder tocar e improvisar, como sucede en gran parte de la música popular. Pero de pronto, el guitarrista nos sorprende con un acorde especial, algo que no se había escuchado antes y que transporta al auditor a una dimensión inexplorada dentro del mismo tema.
En términos de la dinámica del concierto, éste avanzó de manera muy natural. Hubo momentos intensos a todo volumen, baladas, un dúo de guitarra con batería y otro de guitarra con bajo. Por ahí se asomó también la influencia de Pat Metheny, y hacia el final hubo un tributo a Jimi Hendrix. El público reaccionó con una ovación para Stern como si estuviera en el sector cancha de un concierto de rock, sólo que en la comodidad de las butacas del Teatro Nescafé de las Artes.
Si el auditor es aficionado al rock, posiblemente Mike Stern sea el elemento preciso para adentrarse en el jazz. Groove y blues se mezclan con improvisaciones sólidas para lograr un sonido único, todo ello ejecutado al más alto nivel de virtuosismo. Para los rockeros en búsqueda de un poco de jazz, recomiendo el álbum Big Neighborhood (nominado al Grammy como mejor álbum de jazz contemporáneo). Para los aficionados al jazz que aún se mantienen incrédulos, recomiendo el álbum Standards (And Other Songs) que le valió a Stern ser considerado el mejor guitarrista de jazz del año por la revista Guitar Player en el ’93, escogido por lectores y críticos. Ambos álbumes están disponibles en Spotify.El Guillatún