El cuarto concierto de la temporada de la OSCh fue dirigido por la chilena Alejandra Urrutia (38), quien ha hecho carrera como directora, violinista y educadora tanto en Chile como en el extranjero. Actualmente es directora titular de la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe (Argentina) y ha sido reconocida por su labor en la dirección de las Orquestas Bicentenario de Curanilahue y Bío Bío. Este viernes interpretaron un programa que contempló la obertura de La gazza ladrade Gioacchino Rossini, Suite Rossinianade Ottorino Respighi y la Sinfonía N°4 en La mayor Op.90 «Italiana»de Félix Mendelssohn.
La obertura de Rossini contiene una de las melodías más conocidas del repertorio, tamaño desafío el de revitalizar una música tan conocida. Y es que prueba la realidad comercial de la música clásica, reproducida hasta el hastío. Qué difícil es recomponerla y la dirección no encontró una salida a un nuevo encuentro. Los temas avanzaban, pero no hubo un diálogo entre la melodía principal y el acompañamiento. El recorrido de las frases ni muy dramático, por lo general la sumatoria de instrumentos encargada de aportar las inflexiones dinámicas. La pieza estaba ahí, pero aún inerte.
La Suite Rossinianaprofundiza un poco más sobre la música de Rossini, al menos en el espíritu de su música y La gazza ladra sería una obertura de sí mismo. Respighi rellena los colores que faltan en la obertura para dar una impresión total de la música italiana, esta vez con mayores libertades orquestales, como una versión «HD» de Rossini. No hay grandes contrastes entre esta pieza y la anterior, aparte del segundo movimiento de la suite (Lamento), osado por la jerarquía del tam-tam en la articulación del discurso musical y la calidad de los efectos de la percusión junto a los pizzicatos en las cuerdas graves, una sección que brilló por una nitidez y lograda riqueza tímbrica. Sin embargo, la pieza resultó tibia como la anterior, falta de vitalidad.
La Sinfonía «Italiana», en el segundo bloque, no despuntó demasiado del primero. En esta ejecución, la expresividad de la música se nota con claridad en el gran desarrollo de cada movimiento, pero se va disolviendo a medida que se comienza a exigir detalles de los momentos que los componen. Inquieto, pero arriesgado el pulso del segundo movimiento que corrió prácticamente a la misma sensación de tempo que el primero. La música y el carácter elegíaco resisten la velocidad, aunque presionados. En el tercer movimiento (minueto) las ideas fueron delineadas con mucha delicadeza y llenas de un dramatismo sutil, preparando el cambio abrupto del cuarto y último movimiento. El final mostró ya toda la potencia del saltarello y la tarantella a un tiempo impresionante, pero no fue mucho más que eso. Un concierto corto sin irregularidades, pero con poca presencia.El Guillatún