Sin lugar a dudas, la enseñanza de la música clásica en nuestro país está en un nivel mucho más alto en comparación a décadas anteriores. Las orquestas están más consolidadas, existen orquestas de cámara regionales, hay más estudiantes a través de los proyectos de orquestas juveniles, y el nivel de los instrumentistas es mayor, elemento que se aprecia en resultados en concursos y en su aceptación en postgrados a lo largo del mundo. ¿Es el nivel óptimo? No, ya que aún quedan elementos por desarrollar y existen obstáculos específicos que deben ser subsanados para poder dar el salto.
El primer elemento está relacionado con las escuelas de música y su estructura. Nuestros conservatorios, hoy insertados dentro de la estructura universitaria siguen impartiendo una formación curricular basada en la tradición del conservatorio tradicional, es decir, centrado en la formación del músico como solista instrumental. El principal problema es que esta visión no tiene relación con el panorama actual, donde la gran mayoría de los músicos profesiones se desempeñan en orquestas, conjuntos de cámara, o como profesores; pocos pueden ejercer carreras como solistas. Esto no quiere decir que no se forme en esa dirección, pero sí se deben potenciar las otras posibilidades de manera seria y sostenida. Actualmente, el intérprete o compositor debe saber auto-gestionarse, sabiendo cómo generar proyectos o cómo redactarlos. En muchas ocasiones, músicos que no obtienen fondos para proyectos artísticos, perfeccionamientos o postgrados no reparan en el hecho de que la redacción, la comunicación del proyecto, o la estructura del argumento no están bien estructuradas o explicadas. Por otro lado, en muchas ocasiones se tienen pocas nociones o conocimientos de la industria, por más pequeña que ésta sea. Más aún, la industria de la grabación no es la misma comparada con el siglo pasado, y el formato de video ha empezado a ocupar un lugar fundamental en la difusión. Por lo tanto, las pregunta es, ¿debo grabar un video? ¿Debo hacer un disco? ¿Qué será más útil? ¿Cómo lo hago? Todas estas preguntas tendrán una respuesta más accesible si el futuro estudiante fuera capaz de manejar estos elementos a través de una formación específica en estos ámbitos. Opcional quizás, pero seria y profesional simultáneamente.
En segundo lugar, tenemos el diálogo que los conservatorios o los departamentos de música tienen con las otras facultades o unidades académicas de la universidad en general. ¿Existe la posibilidad para estudiantes de otras carreras el poder tomar cursos relacionados a música impartidos por profesores de la misma escuela? No. Existen algunos que están tomando carreras paralelas, pero no la posibilidad de abrir cursos de apreciación musical o interpretación musical para otros alumnos. Esto no solo potenciaría el diálogo institucional, sino que también formaría audiencia y reforzaría el lugar del departamento de música en el contexto general. ¿Deben ser los profesores titulares quienes hagan estos cursos? Algunos sí, y otros no. En el fondo, estos cursos pueden ser impartidos por profesores titulares de cátedra pero también por instructores o estudiantes de postgrado que vean en esta oportunidad una forma de obtener financiamiento simultáneamente a la obtención de experiencia. Para esto es necesario reforzar el postgrado de la manera descrita a continuación.
En tercer lugar, se deben potenciar las escuelas de música en Chile como centro a nivel regional. Si uno analiza otras facultades, frecuentemente pasa que profesionales de otros países vienen a nuestras universidades a realizar postgrados en economía, finanzas, humanidades, etc. El problema radica que aún no contamos con postgrados en interpretación musical en nuestras instituciones, que permitan que músicos de otros países vengan a potenciar su formación a Chile. Sin embargo, para que esto sea posible es necesario que dos aspectos sean tomados en cuenta. En primer lugar, la malla curricular de estos postgrados tiene que definir su orientación a través de áreas principales y sub-áreas. Para esto, un buen paso es mirar la experiencia comparada en otros países, sobre todo en Estados Unidos, que es quizás el lugar que más ha avanzado en estos programas, sobre todo en relación a la constante renovación y evaluación de éstos. En segundo lugar está la pregunta sobre quién enseñará estos postgrados: las credenciales de los profesores y su experiencia, tanto a nivel de grados como de actividad concertística. Y aquí encontramos un punto de inflexión y también de tensión. Nunca antes habían existido tantos músicos chilenos en el extranjero con los grados académicos y la experiencia musical que muchos poseen hoy en día. El problema radica en el hecho de que la inserción en el medio chileno es difícil por variadas razones. Por un lado, está la poca cantidad de instituciones que pueden albergarlos. Pero también el hecho de estar afuera necesariamente implica una merma en las conexiones existentes en el medio local, desventaja comparativa frente a músicos que no han salido del país por variadas razones. Por lo tanto es necesario que las puertas se destraben en dos sentidos: buscando la creación de nuevas escuelas (que son necesarias sobre todo a nivel de regiones) y fomentando la inserción en nuestras universidades a través de concursos públicos. Si las universidades quieren subir su nivel a nivel latinoamericano es hora de que vean en la gente que viene llegando del extranjero una posibilidad de enriquecimiento a través de nuevas enseñanzas, conexiones, y experiencias. Es cierto que son vistos como competencia por gente que ya está en el país o que no ha salido a perfeccionarse fuera de éste, pero son vitales para fomentar el desarrollo.
En cuarto lugar, está la necesidad de incorporar, dentro de la formación del instrumentista de manera sostenida, a la música contemporánea a través de ensambles dedicados a ella. En estos momentos, los ensambles de música contemporánea tienden a estar asociados a las instituciones, pero no son parte de cursos de formación como lo son las orquestas. La idea sería que simultáneamente con la orquesta del departamento de música o del conservatorio, exista un conjunto dedicado a la música de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, a través de una rotación de estudiantes entre los conjuntos instrumentales. En otras palabras, que todos o muchos de los estudiantes participen de éste. De esta manera se potenciaría el diálogo con compositores, se daría la posibilidad de estrenar obras, y se fomentaría la formación de los músicos en técnicas, lecturas, e interpretación de música contemporánea que en muchas ocasiones difieren de las obras tradicionales.
En quinto lugar, nuestros profesores deben potenciar su experiencia en el extranjero, y nuestras escuelas deben incorporar músicos con postgrados de peso, que conlleven trabajo, experiencia y conexiones. Al mismo tiempo, esto implicaría una actualización constante y una presencia pedagógica que asegure al estudiante recibir conocimientos más actualizados. En palabras simples, que reciban instrucciones técnicas del siglo XXI y no de principios del siglo XX, con el fin de que las escuelas progresen, y que nuestros estudiantes estén capacitados para enfrentar las exigencias a nivel global.
En sexto lugar, se debe poner sobre el tapete el tema del financiamiento, diversificando la matriz de obtención de recursos incorporando privados (personas jurídicas y particulares) que vean en la música clásica una manera de contribuir al desarrollo del país. Al mismo tiempo, se deben crear los mecanismos para que las donaciones contribuyan a la creación de fondos que permitan un financiamiento sostenido en el tiempo y que no se gasten en períodos cortos. En otras palabras, administrar esos fondos de manera estratégica asesorándose por los profesionales adecuados. Si a esto sumamos la discusión sobre el rol de la entrada liberada (descrita en esta columna anterior), el tema puede ser abordado en varias dimensiones.
Finalmente, las instituciones deben ofrecer a sus estudiantes una descripción real de lo que están haciendo sus exalumnos actualmente, sobre todo a nivel de base de datos. Esto trasparentará la realidad, ayudará en la decisión de futuros estudiantes y fomentará el ingreso de personas realmente interesadas. Al mismo tiempo entrega un panorama de la multiplicidad de cosas que los músicos actuales están realizando, aspecto que potenciará la necesidad de un trabajo constante y creativo del músico más allá del instrumento mismo.
Todos los cambios descritos anteriormente no son de fácil implementación. Más aún, todos pueden ser explicados con mayor detalle, lo que espero poder realizar en futuros artículos. Pero es importante señalar que todos estos elementos implican innovación, competencia, llegada de nuevos músicos, transparencia de datos y, sobre todo, un cambio de mentalidad en estudiantes y profesores. También se debe asumir que habrá personas que estarán en desacuerdo, que querrán dejar las cosas como están pensando que todo ya está bien encaminado y que los cambios no son necesarios. Sin embargo, instituciones en el extranjero ya han renovado su mirada con el énfasis necesario para dar al estudiante la mayor cantidad de herramientas posibles. Es verdad, las innovaciones no son para todos, ya que habrá algunos estudiantes y profesores que querrán seguir con un mayor énfasis en la formación tradicional. Lo importante es que la oportunidad exista, con el fin de que futuros músicos salgan mejor preparados de nuestras escuelas.El Guillatún