Recientemente en ciertos diarios de publicación nacional se ha comentado y discutido sobre el rol que las humanidades tienen en la formación del individuo, especialmente ligados al período universitario. De la misma manera, discusiones sobre el financiamiento, el rol que éstas tienen dentro de las políticas de investigación, y su lugar o no dentro de los organismos que otorgan becas de financiamiento, son puntos de encuentro y desencuentro. Por otro lado, aunque con un poco de distancia debido a la existencia de fondos de creación diversos, las artes experimentan una incertidumbre similar.
Sin embargo, la importancia dentro de las humanidades y las artes a nivel universitario tienen muchos elementos en común, que pueden ubicarlas en un mismo rincón a la hora de enarbolar argumentos, ideas, y propuestas de cómo generar iniciativas que permitan una mayor participación en la disciplina y en la transferencia de conocimiento de éstas, para finalmente incrementar la audiencia detrás.
¿Cuál es la principal tensión que existe en nuestras universidades? Simplemente, el carácter ultra profesionalizante de nuestros pregrados, lo que deja cualquier formación externa o complementaria a la especialidad, la nula oportunidad de tener cabida. Incluso más, estudiantes que han decidido desarrollar ambas facetas, deciden en ocasiones cursar dos carreras, lo que obviamente es extenuante y demandante desde muchas perspectivas. En otras palabras, si un estudiante opta por una carrera más ligada a las ciencias, la posibilidad de estar en contacto con humanidades o la práctica de disciplinas artísticas se reduce considerablemente, y en muchas ocasiones queda remitida a electivos o cursos optativos impartidos por la misma facultad y no por los cuerpos de profesores que se dedican a estas especialidades dentro de la misma institución.
El gran problema es que este modelo de educación, donde el pregrado busca una especialización temprana, y cuyo proceso de obtención del grado y del título universitario es muy largo, está anclado en el siglo veinte, como han señalado algunos especialistas. La realidad en Europa y sobre todo en Estados Unidos, apunta a licenciaturas en las cuales los estudiantes se ven obligados a tomar cursos de distintas disciplinas durante los primeros años, para luego durante la segunda mitad comenzar a tomar clases más específicas. La gran ventaja de este diseño es que todos los estudiantes, en mayor o menor medida pueden cursar asignaturas ligadas a las humanidades y las artes de manera seria y exigente, que no sólo les aporte en su formación profesional, sino que también les hace ser parte de disciplinas de estudio, que de una u otra manera, han permitido que la humanidad profundice y evolucione en distintos ámbitos.
La economía, la filosofía, y las artes son parte intrínseca de la historia del ser humano. Todas ellas han marcado nuestra historia y determinan nuestras decisiones prácticas, éticas, en torno a conceptos, valores, ideas, ideologías, y visiones de futuro. Son fundamentales, porque nos definen como seres humanos, pero al mismo tiempo, no son prácticas ni aplicables bajo criterios productivos. Como decía un amigo, no nos sirven para diseñar puentes, o sacar el máximo de productividad de un proyecto. No nos hacen más eficientes, y por más que la comunidad artística lo haya deseado, el escuchar música no nos hace más inteligentes. De hecho, la práctica musical, tiene beneficios indudables desde el punto de vista humano en habilidades cognitivas y no cognitivas, pero aún no se ha comprobado de manera concluyente que tenga una repercusión práctica directa en el rendimiento productivo o inteligencia de una persona. Sí repercute en aspectos como memoria, tolerancia, perseverancia, y trabajo en equipo; y por ende permite que los estudiantes desarrollen y se desempeñen de mejor manera en su vida diaria. Pero el efecto productivo de éstas todavía está por verse.
No obstante, la importancia de las artes y las humanidades, se da por la primera parte de lo señalado en el párrafo anterior. Es parte de nuestra historia, es lo que nos define a nivel humano, y son disciplinas que nos han definido y que han transmitido más que una simple idea. La música, las bellas artes, la literatura, la filosofía, son y deben ser transmitidas con profundidad y seriedad en una sociedad que se mueve cada vez más rápido y donde la tecnología es cada vez más una herramienta que puede ayudar en este objetivo. En universidades de Estados Unidos, no sólo existen cursos dedicados a una aplicación práctica, sino que la diversidad de temas va de un espectro al otro. Por ejemplo, lenguajes, temáticas culturales que incluyen temas globales, migración, diversidad, entre otros, son opciones que existen. Cursos de apreciación musical, y de práctica de instrumentos para menciones no ligadas a las artes son también una posibilidad. Incluso más, los estudiantes tienen como requisito tomar cursos con temas de diversidad, cultura global, ética, y capacidad de escritura argumentativa. Los temas son variados, pero los objetivos similares.
Por esta razón, los programas de artes liberales como el que está intentando implementar la universidad Adolfo Ibañez, basado en el Core Curriculum de la Universidad de Columbia es una oportunidad para imitar. La formación multi-disciplinaria en artes liberales es una práctica que lleva años en las universidades de Estados Unidos que son referencia para las instituciones nacionales. Si son referente, ¿por qué no imitar también sus diseños curriculares además de otros indicadores? Obviamente la gran resistencia está en los profesores y la idea más tradicional de enseñanza. Implementar propuestas como ésta cambia la fisonomía de la clase misma, implica una mayor actualización de la persona que la imparte, se necesita plantillas de profesores más jóvenes con postgrado en el extranjero y, sobre todo, se requiere una apertura y la posibilidad de experimentar, acertar y equivocarse. En otras palabras, un cambio en cómo queremos hacer las cosas. Para el mundo de las artes y las humanidades, es hacerse la idea de que nuestros estudiantes no ven en nuestras disciplinas su campo de especialización, lo que implica retos inmediatos. Por otro lado, implica que nuestro vocabulario, y nuestros objetivos estén abiertos a una audiencia mayor, menos involucrada a priori, pero más receptiva y con mayores posibilidades de involucrarse en un conocimiento que puede y debe ser novedoso para ellos. Pero, ante todo, significa una oportunidad cierta de poder difundir y expandir la audiencia de disciplinas que han buscado por años llegar a la mayor cantidad de gente posible, con el fin de traspasar un conocimiento que muchos consideramos vital y necesario.
Incluso más allá, una implementación a lo largo de muchas instituciones daría la posibilidad de dar equidad, sobre todo pensando que, con bastante frecuencia, la formación en artes y humanidades a nivel escolar es precaria en localidades que no cuentan con recursos suficientes, debido al privilegio que las ciencias reciben de parte de las instituciones y el financiamiento. Clases de artes, filosofía, o talleres de literatura no abundan en zonas de menos recursos, pero sí son una realidad en comunas de mayores ingresos o instituciones privadas.
En síntesis, la gran oportunidad que tienen las artes y humanidades es incorporar el estudio de estas disciplinas como parte de una formación general y multidisciplinaria robusta en los primeros años de la universidad, que de una manera y otra continúe lo que se imparte durante los años en el colegio. Esto implica un cambio en el paradigma de la educación universitaria, que ya ha sido implementado por instituciones nacionales que han entendido las implicancias del diseño de una universidad acorde a los tiempos actuales. De lo contrario, nuestras disciplinas seguirán chocando con una pared, en la idea de integrar un discurso de fundamentación utilitarista basado en una productividad que no es tal, y que se aleja de la idea misma del por qué humanidades y las artes son parte intrínseca de nuestro quehacer.El Guillatún