Hace unos días apareció en la prensa un interesante artículo sobre la realidad de nuestros teatros regionales, recalcando los aciertos que han tenido y los difíciles momentos que algunos de ellos están experimentando desde el punto de vista financiero. En muchos casos, gran parte del presupuesto viene de entidades gubernamentales, aun cuando en algunos casos éstos hayan disminuido, lo que ha afectado considerablemente la forma en cómo ellos deben programar y solventar sus iniciativas.
Sin embargo, lo que más llama la atención es que el tema «infraestructura» ocupa gran parte de las conversaciones sobre la realidad de nuestros teatros; y esto está muy bien, porque la infraestructura es fundamental, ya que es el espacio en el cual la manifestación artística se lleva a cabo. Sin embargo, hay temas fundamentales que no aparecen con la misma frecuencia y profundidad, que son la visión y la misión que tiene un teatro regional, elementos que definen sus particularidades y que terminan diferenciando el proyecto con lo que normalmente definimos como centro cultural o teatro municipal en una gran capital.
Cualquier proyecto que aspire ser diseñado a largo plazo, necesita definir su misión y visión como primer elemento, ya que las decisiones futuras sobre audiencias tienen mucho que ver con estos dos aspectos. Incluso, estos elementos pueden cambiar en la medida que el proyecto va creciendo y va avanzando en etapas. Por lo tanto, lo primero que tenemos que dejar en claro es que un teatro regional representa un proyecto, más que un edificio; es una idea que busca difundir y desarrollar el arte en un sector determinado buscando servir de la mejor manera posible a la comunidad de esa región. Y cuando hablo de la comunidad me refiero a los ciudadanos y no sólo a los artistas o músicos, elemento que inmediatamente pone el desarrollo de audiencias como eje fundamental.
Si el teatro regional es un proyecto, debemos definir su misión. Lo más probable es que éste se encuentre íntimamente relacionado con los habitantes de esa comunidad, lo que implica un estudio demográfico de la población, la existencia o inexistencia de hábitos culturales, la posibilidad de contar con alianzas con centros de educación musical, etc. Posteriormente, este proyecto debe plantearse sus metas en períodos de tiempo reales para poder lograr sus objetivos, como cuatro, cinco, o seis años. En otras palabras, encontrar los lugares donde estos proyectos quieren estar en un período de tiempo determinado, y cuáles serán las implicancias de esos objetivos.
Y este punto es crucial, porque en muchas ocasiones, lo que uno ve en teatros regionales, a veces puede ser una copia de las necesidades de un teatro en la capital; y lamentablemente no es lo mismo. Por dar un ejemplo, los teatros regionales deben estar más comprometidos con la itinerancia, en la búsqueda de públicos que accedan a su infraestructura, ya que la densidad poblacional no es la misma que en Santiago; el transporte no es el mismo, ni las formas de difusión son similares. En otras palabras, las problemáticas son distintas. La promoción a través de redes sociales puede funcionar en un lugar, pero no en otro, elemento íntimamente ligado a la cantidad de usuarios que son interpelados por el teatro regional.
Una vez que la misión y la visión están definidas con claridad, la programación será enfrentada con más claridad, ya que habrá mayores certezas acerca de la audiencia más próxima al proyecto. Y en esto es vital no caer en prejuicios que abundan en nuestro país, como la idea de una «formalidad» como requisito de asistencia a conciertos de música clásica, o la necesidad de programar obras de «fácil audición», debido a que la gente no está relacionada con la música clásica. Por el contrario, ese poco contacto abre una gama de posibilidades infinitas, permitiendo por ejemplo, que iniciativas de música contemporánea tengan menos barreras de entrada. No es de extrañar que en muchas ocasiones conservatorios o escuelas de música de regiones sean capaces de programar con bastante éxito iniciativas de vanguardia, ya que el excesivo celo «tradicionalista» que existe en centros urbanos más desarrollados en muchas ocasiones impide el desarrollo de estos proyectos.
De la misma manera, y como señalaba anteriormente, un teatro regional necesita tener una brazo puesto en la itinerancia, ojalá a través de un cuerpo estable como una orquesta de cámara, un coro profesional o un ensamble en residencia. La idea es que estas agrupaciones jueguen un rol fundamental en la dispersión de la visión artística detrás del proyecto en las comunidades que se busca involucrar y servir. En este sentido, las iniciativas de música de cámara pueden ser una gran oportunidad porque representan la posibilidad de realizar un repertorio de muy alta calidad, novedad, y que además permite un fácil desplazamiento dentro de la región.
Por otro lado, está el tema del financiamiento, elemento que debe ser definido lo más pronto posible, en el sentido de que se debe dejar en claro que rol tendrá el Estado, los gobiernos regionales y los privados en el proyecto. Si el proyecto de los teatros regionales requiere sustentabilidad, es de vital importancia que éstos busquen alianzas con empresas de su región, viendo en el proyecto una manera de conectar con los habitantes del lugar en la misma medida que los recursos fomentan una estabilidad a largo plazo. En este sentido, el proyecto de teatro regional debe estar sustentado y conectado con la industria local, de la misma manera que su principal servicio debe ser a los habitantes de esa región.
Por las razones expuestas en el párrafo anterior, no es casualidad que muchos proyectos basados en la idea de teatros regionales hacen del componente educativo una arista fundamental de su misión. Un ejemplo en Chile es el proyecto educacional «Casa Richter» en el Teatro del Lago, institución que desarrolla la educación musical contando con un cuerpo de profesores de gran nivel. Simultáneamente, esta iniciativa permite conectar aún más con la comunidad más cercana al teatro, y trabajar de manera sostenida en el desarrollo de audiencias. Y es aquí donde las diferencias entre teatros regionales con teatros de grandes metrópolis tienen su diferencia. El teatro regional en muchas ocasiones se ve en la obligación de desarrollar funciones educativas y de itinerancia, es decir, una multiplicidad de labores, debido a que el éxito de la iniciativa radica en la mayor cantidad de individuos que puedan acceder a la experiencia musical que el teatro ofrece.
Los teatros regionales son más que infraestructura. La única forma que estos sean sustentables es teniendo claridad en su misión y visión, con el fin de lograr expandir una programación que debe ser pensada en directa relación con la comunidad, sin caer en prejuicios de repertorio fácil o de producciones que no se ajusten a necesidades que permitan la sustentabilidad del proyecto. Por esta razón la música de cámara, cuerpos estables que fomenten la itinerancia, proyectos educacionales, empresas locales, y apoyo del público de la región son las principales cartas en la búsqueda del objetivo. Y simultáneamente se debe tener cuidado con el constante diálogo de políticas culturales que sólo habla de recursos e infraestructura, sin definir la misión y visión de las iniciativas, ya que omite elementos vitales en el desarrollo de proyectos a largo plazo, dinamitando las posibilidades de sustentabilidad.El Guillatún