Cuando la danza emerge de la diáspora a la manera de Akram Khan (Londres, 1974), lo primero que llama nuestra atención no se relaciona con la historia radicalizada de la experiencia de inmigrantes en el primer mundo; afortunadamente para el arte, formar parte de la segunda generación de expatriados, resulta mucho más complejo y enriquecedor. La creatividad fluirá incansable a la par de la búsqueda identitaria.
Me atrevo a escribir de esta forma, asociando lo «diaspórico» con lo afortunado, la inmigración con lo que enriquece y la búsqueda de identidad con la creatividad, porque es inevitable considerar de esta manera esos factores al sumergirnos en el trabajo de este artista quien reúne en su cuerpo una intensa formación en danza Kathak, con el aprendizaje del clásico, moderno y contemporáneo. Esta fusión, lejos de ser mera amalgama de lenguajes corporales, es vocabulario, principios y misión en la obra de Khan.
Nacido en Gran Bretaña en el seno de una familia de inmigrantes bengalíes, comienza a los tres años de la mano de su madre a dar sus primeros pasos de baile. A los siete inicia su formación en la danza clásica indú Kathak, llegando a ser discípulo del gran maestro Sri Pratap Pawar.
Según he leído en algunas biografías, la práctica de esta danza se convertirá con el tiempo en su modo de vida, pues se basa en la disciplina, la atención y la devoción. Difícil llegar a los niveles de ejecución que Akram Khan ha conseguido, de otra forma: estas danzas son un gran desafío, requieren un fuerte entrenamiento físico y una exigente ejecución y concentración. Se deben mover simultáneamente ojos, cuello, rostro, manos y pies, ayudando así a la integración del cuerpo y la mente y al desarrollo de ambos hemisferios cerebrales. Deslumbran por su virtuosismo de juegos con los pies, giros rápidos, expresiones de la cara y los ágiles gestos con las manos formando mudras. El objetivo de esta comunión kinética es la «superación espiritual».
El origen etimológico de la palabra Kathak tiene lugar en el término sánscrito katha (historia), manifestada a través de los kathakas (contadores de historias), capaces de hablar el lenguaje del pueblo y el lenguaje de los dioses, de narrar historias que viajan del amor a la espiritualidad.
He leído también que su cuerpo es considerado como el creador de un híbrido, de un lenguaje fascinante que entrelaza de manera singular Kathak y contemporáneo, pero que afortunadamente no se ha denominado Kathak-contemporáneo, porque no lo es, es el lenguaje de Akram Khan.
A pesar de las buenas intensiones y del reconocimiento que esconden esa extraña asociación a lo híbrido, no dejo de pensar que a veces la diferencia es más apreciada por su exotismo que por ser el resultado de otros modos de producción. Tal vez así sea más fácil la apreciación, de lo contrario deberíamos hacernos demasiadas preguntas y tomar algunas posiciones respecto a la idiosincrasia propia.
Lo exótico no posee más virtud que ser acreedor de una estética llamativa, atractiva, diferente y sobretodo sugerente. Akram consigue todo esto desde el punto de vista estético, pero sobretodo desde lo singular poético, donde comparte un poco de su alma a través de férreas herramientas. Estas no solo forjan un trabajo impecable sino que dan cuenta de una búsqueda ávida e incansable.
Así llegamos al punto donde converge todo creador/a: la búsqueda de nuevos lenguajes, de nuevas maneras de decir las cosas. ¿Acaso no es ésta la búsqueda de uno mismo/a, de la identidad propia que en el caso de Akram tiene todo un recorrido? Inglés hijo de bengalíes en Londres, reconocido intérprete de danza clasica indú en la India y Gran Bretaña, representante de un arte tradicional fuera de sus fronteras de origen y finalmente un europeo —un bailarín europeo.
Los hijos/as de la diáspora, no dejan nunca atrás las preguntas acerca de quiénes son. Pero ser hijo de la diáspora y artista con formación en danza tradicional y contemporánea, implica además estar atravesado por la necesidad de que las respuestas trasciendan.
Allí se encuentra la riqueza y la fortuna para quienes puedan disfrutarla, porque Akram Khan y su compañía visitan por primera vez Chile y se presentan en una única función el 24 de octubre en el Teatro del Lago en Frutillar.
Akram Khan Company
Investigando hace ya varios años acerca de lo que significaba la danza para distintos coreógrafos/as del mundo, di por casualidad en Internet con el extracto de una pieza titulada Sacred Monsters. En ella la bailarina Sylvie Guillem y un bailarín completamente desconocido para mí exponían con ironía y humor los encuentros y desencuentros entre sus formaciones de origen clásicos (el ballet clásico y la danza Kathak), y las posibilidades que les brindaban otros géneros de la danza como el contemporáneo. También exponían corporal y verbalmente los conflictos que encierra la búsqueda por la ejecución perfecta, la manera de abordar la escena y cómo cumplir las expectativas del público.
Quedé maravillada por la simplicidad con la que se exponían los conflictos de estos «monstruos sagrados»; por la evidencia de sus propias contradicciones transparentadas en la acción misma de un montaje diáfano (en apariencia); sobretodo quedé atrapada por la interpretación del que entonces supe era Akram Khan, quien lejos de solo bailar tenía la particularidad de apropiarse del espacio con una consistencia plástica, ágil y emotiva a la vez.
Entonces continué visualizando un video tras otro hasta comprender que la Akram Kahn Company la componen todos y todas los que hasta hoy han participado y colaborado con los montajes propuestos por este artista. Estas colaboraciones no solo incluyen intérpretes y coreógrafos/as excepcionales si no también compositores, cantantes, artistas plásticos, escenógrafos/as y diseñadores de la misma talla.
Cada uno de los montajes de esta compañía da prueba de un cuidadoso y minucioso trabajo de coordinación y colaboración entre áreas, que es coronado por la simpleza.
Nacida en el año 2000 y con cerca de 19 creaciones a su haber entre trabajos contemporáneos y de Kathak clásico, la compañía ha conseguido en la actualidad no solo ser reconocida a nivel internacional sino también consolidarse tanto en el ámbito artístico como en el comercial, asegurando así futuras producciones.
Su cuidada factura queda también patente en la página web de la compañía que invito a visitar sin falta. Rápidamente somos introducidos en el universo «Khaniano» y quedamos prendados de obras como Gnosis (2009), que desborda de cualidad narrativa, o Zero Degrees (2005) «el punto de referencia donde todo comienza y todo termina…». Esta colaboración entre Akram Khan y Sidi Larbi Chercaoui, ambos hijos de familias islámicas criados en Europa, es un viaje al origen, una búsqueda de puntos de referencia.
Kaash (2002), es la obra que será presentada en el Teatro de Lago en octubre próximo. Se trata de una versión reestrenada el 2014 con un nuevo elenco de cinco bailarines internacionales, pero que mantiene la colaboración con Nitin Sawhney y Anish Kapoor en la música y el diseño integral respectivamente y que además cuenta con la participación de Akram en las voces con los Ta Tin Tirekite Tun, clásicos ritmos del Tabla, instrumento tradicional del Kathak.
Cabe preguntar si los encargados de la programación del Teatro del Lago son conscientes de que no solo han contratado al coreógrafo it del Reino Unido. Dada la ubicación geográfica de este teatro sería de gran riqueza una clase magistral abierta con el mundo de la danza tradicional étnica y los «otros» géneros de la danza en Chile. Pero viendo el calendario de la compañía, las respuestas a nuestros propios cuestionamientos identitarios será nuestra tarea.El Guillatún