Dilthey piensa que el encuentro con la obra de arte […] es una forma de experimentar, en la imaginación, otros modos de vida diversos de aquel en el cual, de hecho, se viene a caer en la cotidianeidad concreta. Cada uno de nosotros, al madurar, restringe sus propios horizontes de vida, se especializa, se ciñe a una esfera determinada de afectos, intereses y conocimientos. La experiencia estética nos hace vivir otros mundos posibles, y, así haciéndolo, muestra también la contingencia, relatividad y no definitividad del mundo «real» al que nos hemos circunscrito.
—Gianni Vattimo, La Sociedad Transparente
Nos encontramos viviendo actualmente en un mundo altamente tecnificado y calculador. Vivimos en el mundo de las cosas útiles, en el mundo de que todo lo que vale debe ser medible, calculable y debe verse reflejado ojalá, en el progreso económico y técnico de un país o sociedad. En este mundo no hay espacio para la reflexión detenida, para la sensibilidad, para el arte. Lo que se valora es lo que eres capaz de producir y de ganar. En el mundo actual se han olvidado valores y principios fundamentales, nos hemos olvidado de nuestro entorno y de nosotros mismos, de que somos seres sensibles, poseedores de cuerpo e historia, poseedores de nuestra existencia y libres para decidir si hacer algo diferente o no. Libres de cambiar de rumbo. Libres de quedarse donde se está y libres también de querer mirar más allá y abrirse a otro mundo que no es el habitual y el cual puede (y debe) entregarnos nuevos aspectos y miradas valiosas para la existencia.
Situándonos entonces en este mundo actual, que es en el que nos tocó vivir, bien cabe preguntar: ¿Para qué hacer danza? ¿Qué queremos mostrar? ¿Para qué y por qué el movimiento? ¿Por qué decir con el cuerpo si ya existen las palabras? ¿Qué hace falta ser dicho o mostrado mediante el movimiento del cuerpo que no pueda ser expresado mediante el lenguaje verbal? Sin duda son preguntas complejas y difíciles de responder, lo que no quiere decir que no sea importante plantearlas y pensarlas.
Ninguna cabeza científica podrá nunca agotar, ni ningún progreso de la ciencia alcanzar, lo que el artista puede decir sobre el contenido de la vida. El arte es el órgano de la comprensión de la vida.
—Wilhelm Dilthey, La ciencia del espíritu
Efectivamente podemos intuir que el arte es importante, entre ellas la danza, de hecho muchos de nosotros la practicamos por ello, sin embargo no nos podemos quedar en la pura intuición como corazonada y debemos profundizar, dar un paso más adelante para comprender cuál es su auténtica relevancia: ¿qué mundo abrimos mediante la danza? Y ¿cómo abrimos ese mundo?
El soporte de la danza es el cuerpo humano, el cuerpo a su vez es el soporte de nuestra experiencia, la danza trabaja y explora los movimientos de ese cuerpo humano cargado de experiencias. Cabe preguntar entonces, ¿qué mundo abre el movimiento del cuerpo? Para cada uno de nosotros el movimiento puede ser algo que atrapa, que provoca en nuestra intimidad sensaciones sumamente importantes para nuestra vida, que nos habla de nosotros y entrega información valiosa para nuestra existencia individual. Ahora bien, el traslado de eso personal a escena, sea cual sea la circunstancia (teatro o calle) necesita responder lo siguiente: ¿por qué sería relevante mostrar eso a otros?, ¿para qué? ¿Qué mundo abrimos mediante el movimiento del cuerpo que sea importante poner en escena, que traspase nuestro propio imaginario (sensaciones, emociones, interioridad) y merezca ser mostrado como algo común?
Se asume que el movimiento del cuerpo es importante, y cómo no si es mediante este que hacemos tantas cosas, pero encuentro fundamental explayar el análisis un poco más. Pienso que hace falta una reflexión y cuestionamiento más profundos en cuanto al hacer coreográfico de la danza y preguntar ¿qué mostramos y decimos con nuestro arte además de lindos movimientos, además de virtuosismo y de mucho entrenamiento? Y con esto no quiero decir que el entrenamiento no sea importante, pero me parece que no debe ser nunca el fin último. El virtuosismo, el apresto y el entrenamiento (desde el clásico al contemporáneo) deben estar en servicio de la creación, de lo que se quiere mostrar, de lo que parece relevante destacar y no al revés, pues de ser así, me parece pierde su real y valioso sentido.
La danza actual no debe quedar atorada en el mundo técnico y calculador en el que vivimos, no puede ni debe transformarse en una máquina productiva supeditada a lo económico, a lo que eres capaz de producir, de ganar y de hacer. Debe abrir algo diferente a eso, debe reconocer su particularidad, hacerse cargo de su misión dejando fuera lo que el actual mundo promueve (vanidad, ego, exitismo, etc.). Y con esto vuelvo a preguntarme entonces ¿qué es eso que tiene que abrir y tocar en particular la danza que nos resulte común?
La danza debe tocar lo inefable, hablar de aquello que no puede ser dicho con palabras, aquello que de la mejor forma en la que se puede comunicar es moviéndose. El movimiento crea mundo, crea sensaciones, muestra otra realidad, realidad que está ahí frente a nosotros, pero que está siendo olvidada en este mundo técnico, en el mundo de la producción constante y olvido de quiénes somos. El artista tiene acá una tarea importante, a saber, hacerse cargo de esta realidad y de las dificultades que conlleva, aportar en cambiar esta situación mediante la experiencia estética y el mensaje a otros por medio de su arte que muestre algo de lo común, que no logra ser entregado por el actual sistema imperante.
Ahora bien, nos encontramos aquí con una problemática no menor ¿Cómo mostrar el mundo del movimiento y de lo sensible, de aquello que no conviene hablar sino mover, a las personas que no bailan, que no se mueven más que en un plano funcional, para llegar al trabajo o para ir de compras? ¿Cómo tocamos a aquellos que no bailan? ¿Qué les decimos? Es común criticar a la gente porque no va a ver danza, pero ¿tenemos realmente algo que decir? ¿Algo que mover? Esta problemática puede tener dos aspectos, a saber, un público deshumanizado y poco sensible al arte o bien un artista absolutamente perdido en el sistema económico imperante incapaz de escapar de esa realidad y abrir otros mundos, con lo cual queda olvidado en el ajetreo cotidiano, sin ser capaz de dejar huella en los demás.
… porque una cosa es la humanidad y otra la masa, es decir, ese conjunto de seres que han dejado de ser criaturas humanas para convertirse o para ser convertidos en objetos numerados, fabricados en serie, moldeados por una educación estandarizada, embutidos en oficinas y fábricas, sacudidos diariamente al unísono por las noticias lanzadas desde una Central Desconocida. Mientras que el artista es El Único por excelencia, es el loco que gracias a su demencia, a su incapacidad de adaptación, a su rebeldía, ha conservado los tributos más preciosos del ser humano. ¡Qué importa que a veces exagere y se corte una oreja! Aún así, estará más cerca de lo que es el hombre, en el manicomio, que un escribiente en el fondo de un ministerio.
—Ernesto Sábato, Hombres y Engranajes
Deseo plantear esta interrogante para que sea reflexionada en serio. Pues gran parte de la creación en danza, se lleva a cabo dentro del sistema y mundo imperante en el que vivimos. Es condicionada por la híper productividad, por el exitismo, por el tener que mostrar cosas novedosas o impactantes. Destreza y virtuosismo vacíos que en el fondo no dicen nada, o que si dicen, dicen lo mismo que todo lo ya dicho y por lo tanto no abren un mundo distinto al habitual. Nuestra labor como artistas, es que las creaciones no queden perdidas en el actual sistema, que la creación coreográfica llene el vacío que deja el mundo híper técnico y económico, mostrando eso «común» que ha sido olvidado.El Guillatún