Cuando se habla de danza es rápida la relación que se puede hacer entre el cuerpo, el movimiento y un lugar determinado para la realización de ésta. Hablar de danza evoca variadas disciplinas (estilos), que finalmente remiten a una misma idea: la corporalidad en movimiento. Ahora bien, hablar de ciudad se vuelve mucho más amplio y no es necesario que incluya lo anteriormente mencionado de manera directa, puesto que primero evoca imágenes como edificios, calles y plazas, y dentro de todo esto, cuerpos que habitan allí.
Para relacionar directamente el concepto de danza y ciudad, tendremos en cuenta que ambas requieren como soporte al cuerpo, pues la danza sucede en él y la ciudad fue construida para contenerlo. Ésta lo acoge, tiene espacios construidos para su tránsito, así como en el cuerpo hay una predisposición para el movimiento, y en todos sus rincones es posible experimentar la danza.
El cuerpo que físicamente diferencia un adentro de un afuera —limitado por la piel—, corresponde a un espacio que construye y re-construye significado(s) y que representa el contenido de los espacios físicos construidos por y para sí mismo. Mirar al cuerpo como el lugar donde interactúan las dimensiones del mundo interpersonal y el socio-político, contextualizarán en él un lugar con historia que se manifiesta y contiene en la ciudad. El cuerpo se mueve, piensa, siente y dialoga en la plataforma física que está dispuesta para él: la ciudad, tanto en los trazos que determinan su andar, como por los espacios potencialmente habitables para la corporalidad. Todos como cuerpo hemos experimentado el habitar de un espacio, construyendo recuerdos o experiencias que se alojan en la memoria y en nuestra historia, así como también, cuando transitamos por espacios que generan hostilidad, y éstos simplemente mantienen una función de domesticación sobre el cuerpo, para organizar esta gran escena.
La danza quizás cuenta con niveles de «mayor consciencia» que permiten otro manejo del cuerpo (en ámbitos más técnicos), que remiten a la misma profesionalización de la disciplina. Sin embargo, podemos entender que hay formas de estar en ciertos espacios de la ciudad, así como también hay formas «estudiadas» para caer al piso, o maneras de saltar. Entonces el aprendizaje corporal puede basarse en una teoría, una investigación y un hacer, pero finalmente mirar e imitar una acción permanece presente en nuestra rutina de vivir/sentir la ciudad. Ahora bien, la dimensión de la danza como medio de experimentación corporal entregaría otra forma de diálogo colectivo, y aún más si entendiéramos que no sólo tenemos un cuerpo, sino que somos uno, llegando a la sensibilización de todos nuestros sentidos y estados.
La experiencia en la ciudad pasa por un aprendizaje de estar en ella y en nosotros. Ésta como arquitectura es un espacio normado en sí, pero que finalmente ha generado formas de poner al cuerpo —o el cuerpo en él— como un diseño espacial en los distintos rincones citadinos. Por lo tanto, interesante es observar los ritos de la ciudad, la vida cotidiana y el transitar como una forma coreográfica que se expresa en todo momento en ese espacio, pues observarlo así —quizás— podrá otorgar otras dimensiones para la intervención artística y para la visualización de herramientas pedagógicas para el cuerpo hoy. La experiencia de la corporalidad en los espacios sociales tiene un potencial gigantesco, pero las instancias de sentir, vivir y finalmente habitar ese cuerpo-espacio a veces son pocas. Parece que unir estas dimensiones pasaría por traslapar al cuerpo y al espacio en igualdad de preponderancia, para luego decidir una acción a presentar. No olvidemos que ambas arquitecturas (cuerpo y ciudad) en sí mismas tienen una carga y una historia, entonces conjugar uno y lo otro podría significar que el espacio habitase en el cuerpo como el cuerpo en el espacio.
La ciudad y la sala de danza, comparten normas y acuerdos que buscan un punto en común para el diálogo de los cuerpos que transitan. La diferencia, como ya se mencionó, radica en la experiencia más o menos consciente de esos cuerpos, pero la comparación de estas dimensiones colabora a generar herramientas desde la intervención pedagógica de la danza para el contexto citadino. De este modo, el cuerpo en la ciudad podría vivir un proceso de re-significación, pasando de ser una aglomeración de personas (masa) rodeadas de grandes construcciones, a cuerpos con historia y visibles en la arquitectura, lo que finalmente llevaría a habitar los espacios que se transitan así como el propio mapa corporal, volviéndose más sensibles y presentes. Entenderemos por mapa corporal a la arquitectura cuerpo de la que somos poseedores y la cual recorremos más profundamente en la medida que somos conscientes de nosotros mismos.
El espacio social se hace visible en la ciudad mediante los diversos movimientos y manifestaciones del cuerpo, pues es éste quien ocupa esos espacios. Es cierto que la historia muestra que la importancia del cuerpo era mayor antes, sobre todo en términos de referencias de las medidas corporales para la construcción de la ciudad. Quizás es hoy la arquitectura quien determina la funcionalidad y medida que ocupará el cuerpo. Sin embargo, quedan sitios como las plazas, los mercados, las avenidas, que generan una apertura a un escenario que fácilmente puede ser habitado por el cuerpo y la danza. Acciones simples como los juegos de los niños en el parque por ejemplo, dan cuenta de un acto coreográfico que es posible visualizar también en otros lugares y momentos. Para mí, esta última idea, propone que experiencias tan cotidianas permitan la apropiación de los espacios a través de la experimentación corporal, construyendo instantes únicos y enriquecedores en este mundo ajetreado.
Imaginemos estar sobre la ciudad, mirando hacia las avenidas. ¿Qué vemos? La respuesta, para mí, es la siguiente: observo gente en distintas direcciones, formando grupos con distintas cantidades de cuerpos en su composición. En distintos momentos del día, con ritmos que varían, que se parecen y se contraponen. Pero finalmente lo que pasa en el cuerpo será una experiencia distinta que tal vez está definida por el hacer, avanzar y llegar (lo futuro). Entonces, estaría ausentándose el viaje corporal que sí aparece en el juego por ejemplo, cuando el objetivo está enfocado en el presente.
La aparición de la danza a través del cuerpo construye experiencia y lugar en la ciudad. El presente como estado y la consciencia de saber que somos cuerpo instalaría la puerta de entrada a relacionarnos de otra forma con los lugares que transitamos. Así también, esos lugares cambiarían día a día pues nosotros no seríamos los mismos. El saber cómo y dónde estoy hoy, transformaría los espacios haciéndonos capaces de vivir otra experiencia corporal como la del juego.El Guillatún