En la era cibernética, el maquinista ya no utiliza la máquina como una herramienta; más bien, la máquina participa en una danza de vigilancia mutua.
—Branden Hookway, 1999
El movimiento se sitúa como eje de toda reflexión, estableciéndose como un lugar donde confluyen los sentidos de la escena actual. Es necesario pensar las transformaciones sociales, preformativas, corporales y tecnológicas, con la idea de instalar espacios de pensamiento, análisis crítico y replanteamiento de ideas. Es justamente aquí donde los conceptos se ponen en relación, donde los nexos y las posibilidades de diálogo se abren y disponen para generar formas de pensamiento en concordancia con la escena contemporánea y los formatos de producción actual.
Cada época histórica responde a un contexto teórico-práctico, a una serie de herramientas e infraestructuras que condicionan, determinan y posibilitan formas específicas de producción artística y prácticas creativas. El constante cambio de las formas de vida, empujado por el desarrollo permanente de tecnologías, genera un campo de estudio y reflexión que puede ser analizado desde diversos puntos de vista: estéticos, disciplinares, investigativos, ontológicos, epistemológicos, filosóficos, entre muchos otros.
Las transformaciones tecnológicas han producido un cambio radical en las formas de entender y producir la vida cotidiana. La relación entre movimiento, cuerpo y procesos culturales ha ido adoptando una complejidad tal, que se vuelve necesario entender estas transformaciones desde nociones y aproximaciones dinámicas. La aparición de ciertas prácticas artísticas que integran directamente los conceptos científicos —centradas en la relación entre el cuerpo, la escena y la tecnología— son producto de los avances técnicos, y por tanto pueden ser analizados como un eje reflexivo para la sociedad contemporánea.
El surgimiento de innumerables redes, protocolos y dispositivos personales de realidad aumentada, junto con el surgimiento de una cultura del nanosegundo han creado un paisaje desde el cual acercarse a la relación entre el cuerpo y la tecnología, en tanto el desarrollo de las prácticas escénicas que utilizan la tecnología como un elemento fundamental para su creación.
Nuestros cuerpos están siempre dispuestos y enlazados con el mundo, por lo que cada (nueva) tecnología implica una posible reconfiguración de nuestra experiencia corporal. Cuando el cuerpo no logra alcanzar un objetivo, construye instrumentos y dispositivos alrededor de si mismo, generando un mundo mediado, donde los procesos y las tecnologías están íntimamente unidas a un entramado de relaciones que vuelve difícil proponer un límite entre las ideas de realidad y virtualidad, lo analógico y lo digital, la capacidad perceptiva humana y los dispositivos de capacidad sensorial aumentada.
El desarrollo técnico específico permite un re-diseño constante de la corporalidad y desde ahí un re-planteamiento sobre las nuevas formas de entender el cuerpo en sus relaciones cotidianas y sus proyecciones creativas, es decir, la posibilidad de una constitución dinámico-performativa de la corporalidad y sus espacios de relación. Las transformaciones en las nociones de cuerpo y prácticas creativas abren la posibilidad de re-pensar la creación hacia conceptos móviles y en constante modificación, provocando la emergencia de prácticas artísticas que van transformando la manera en que nos comunicamos/relacionamos con el otro en la sociedad actual.
El cuerpo se presenta como lugar articulador. El desarrollo tecnológico genera relaciones sociales, políticas y culturales en un constante proceso de cambio, permitiendo entender el movimiento como parte fundamental en el desarrollo de la tecnología; y la tecnología como parte integral del movimiento. Es decir, «la tecnología genera algo en el mundo», modificando las relaciones existentes y permitiendo la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos, las herramientas, los procesos y los contextos.
La relación entre danza y (nuevas) tecnologías es un área de las prácticas escénicas en constante emergencia —en todas sus formas posibles— y lo ha sido durante varias décadas. Esta relación aparece como un reflejo del mundo actual en constante exploración de los nuevos aparatos que van penetrando gran parte de nuestras vidas, transformándolas de manera notable e irreversible. Las prácticas dancísticas relacionadas con las (nuevas) tecnologías —entendidas como prácticas experimentales y reflexivas de su propia materialidad— dan cuenta de un enfoque crítico sobre lo social y político, ya que plantean la pregunta constante sobre el cuerpo, su naturaleza, su definición y sus límites.
Independiente de la innovación intrínseca a lo digital, se puede entender que la tensión existente entre el cuerpo en movimiento y las (nuevas) tecnologías se instala en un límite entre lo físico y lo virtual. Sin embargo, parece necesario darle una vuelta a la idea de nuevas tecnologías, entendiendo que todo el desarrollo técnico para y desde la escena ha establecido diversos momentos artísticos. Algunos autores proponen un límite en lo digital, desde donde comenzaría a denominarse como «nuevas tecnologías», abriendo exponencialmente las capacidades de interacción de esta relación entre cuerpo y digitalización (cinética, visual, auditiva, táctil, gravitacional, proxémica, táctil, entre otras).
Entonces, ¿dónde es preciso poner el límite sobre la danza en relación con las (nuevas) tecnologías? O, ¿de qué hablamos cuando hablamos de danza y (nuevas) tecnologías? Variados autores coinciden en que existen obras de danza que utilizan elementos tecnológicos de manera auxiliar (decorado), en cambio, cuando se habla de danza y nuevas tecnologías, se suele referir específicamente a aquellas obras que ocupan dispositivos tecnológicos con un rol clave para el desarrollo de contenidos, técnicas y estética o formatos de presentación.
Dentro de este contexto, se puede decir que, incluso cuando una definición estricta de «nuevas tecnologías» parece innecesaria, la idea de crear una obra utilizando tecnologías digitales como un elemento central de su creación permite analizarla e integrarla a la plataforma de «danza y nuevas tecnologías», o bien al área de «performance digital».
Reflexionar sobre el cuerpo en la escena contemporánea requiere trabajar conceptos que posibiliten su reflexión y sus desplazamientos, que no es otra cosa que la emergencia de una forma de comprender al cuerpo actual como un cuerpo que se piensa a sí mismo, como constituyente de la relación con la tecnología, y no sólo a nivel sensorial y perceptivo, sino que en lógicas y operaciones prácticas.
Hoy en día aparece nuevamente la necesidad de reflexionar sobre la idea (pos)disciplinar y la difuminación de las fronteras entre el desarrollo tecnológico, científico y las prácticas artísticas. Redes a gran escala, en conjunto con el aumento de velocidad de transferencia de datos, permiten un nuevo nivel de conectividad, jugando un papel particularmente importante en el desarrollo de nuevas preguntas conceptuales sobre los límites y posibilidades para la creación de arte y la comunicación. Ya no es posible aplicar definiciones estrictas, las posibilidades de integrar «nuevas tecnologías» a la danza crecen en la diversidad de ajustar los «nuevos medios» a las ideas y estéticas que emergen de la danza y el movimiento. Este proceso continuo de adaptación configura un diálogo complejo donde la posición del coreógrafo/artista se problematiza en relación a la introducción de tecnología como un lugar común en los espacios escénicos.El Guillatún