El Guillatún

Notas sobre la relación entre danza y poesía

Danza ciudad - Leonor Pérez

Ilustración por Leonor Pérez

La misión era esbozar un panorama local para dar cuenta de la relación entre estas dos disciplinas artísticas, pero apenas logré articular algunas notas para tratar de ordenar la mirada propia, acaso bajo el imperativo de identificar desde qué prisma o atalaya más práctico que teórico pretendía mirar dicho panorama. Sabrá el lector excusarme.

I. Creaciones coreográficas basadas en poemas. Incompleta lista antojadiza

Ganadora del Premio de la Crítica 2013, está la obra de danza La colorina, basada en la vida y obra de Stella Díaz Varín. Montaje de la Séptima Compañía de Danza Contemporánea, dirigida por Luis Eduardo Araneda.

Los elencos juveniles de Balmaceda Arte Joven también han explorado este derrotero: en la sede Bío Bío, bajo la dirección de Leonardo Iturra, se estrenó el 2013 la obra Parrandeando, basada en poemas de Nicanor Parra; y recientemente en Valparaíso, bajo la dirección de Marcela Rendic, se estrenó Peces Rojos pieza que surge desde una crónica del poeta Carlos Pezoa Veliz sobre la Plaza Echaurren de principios del siglo XX.

Imposible no mencionar a Isabel Croxatto: fundadora del Centro Coreográfico Abundanza, es gestora de proyectos como Poesía Tridimensional, Neruda, Mistral y Huidobro; Desvelo en el hielo, montaje con poesía de Raúl Zurita (1999); y Animal Humano obra inspirada en el poeta Pablo de Rokha (2000).

Recientemente también, me entero, la coreógrafa Teresa Alcaíno se basó en Jorge Teillier para montar Prisas y Atajo con sus alumnos de la Escuela Moderna.

Tarea para la casa: agotar esta probablemente inagotable lista.

II. Contexto 1

Me voy a permitir el tono confesional, personal, subjetivo. Conozco desde hace algunos años, décadas ya, a varios artistas de ambas disciplinas. He visto desde distintas experiencias profesionales el surgimiento de talentos juveniles, la consolidación de carreras en su apogeo, y el triste ocaso muchas veces sin el merecido reconocimiento de auténticas estrellas. En ese caminar, en ese labrar a contrapelo de un contexto cruel y estupidizante, los artistas y creadores, más allá de su especificidad, se encuentran, se topan, se parecen. Porque dedicarse a la danza o a la poesía, así, de cuerpo y vida por entero, es para morirse de hambre como bien lo han sabido los padres y madres de cuanto bisoño amenaza con entrar a estudiar artes tras egresar de enseñanza media. Este primer dato de la causa, no por obvio es menos importante, pues me parece determina o condiciona precisamente el cómo se dan las relaciones entre los integrantes de esas verdaderas hogueras de vanidades que son los circuitos disciplinarios, las «escenas» de la danza o de la poesía más allá de lo que sucede en las academias y universidades. Por ejemplo, se habla de la «fondartización» de la creación nacional. La dependencia de los fondos concursables siempre escuetos ha instalado una lógica de competencia entre pares artistas que ha minado la fortaleza de sus gremios, siendo que en épocas pasadas esos mismos pares se unían o distanciaban pero ante causas de otras índoles, ideológicas o incluso puramente estéticas. ¡Qué manera de pelearse por un financiamiento hoy en día los artistas! Tanto entre poetas como entre bailarines: verdaderas trifulcas de farándula. En un contexto así cruel con el arte, ¿qué le depara al artista?

III. Un caso: Jorge Cáceres, poeta / Luis Cáceres, bailarín

Es la misma persona. Luis Sergio Cáceres Toro (1923-1946). Puso las manos y los pies en ambas disciplinas, y algo más. Se habla de un adelantado a su tiempo. Aunque quién sabe. Vivió en una época increíblemente álgida y bullente en términos políticos, sociales y culturales, a Chile recién había llegado el ballet, bullía la generación del 38, estallaba la Guerra Civil Española como antesala de la Segunda Guerra Mundial, etc. Intenso es poco decir de este pájaro fugaz. Creo que lo mejor que puedo hacer es citar algunos pasajes del libro Cáceres del historiador Luis G. de Mussy (Editorial Cuarto Propio, disponible en memoriachilena.cl), un libro fundamental y altamente recomendable para los interesados en este creador tan impresionante y necesario como desconocido para la inmensa mayoría de chilenos:

Lo llamaron «el delfín», fue poeta, bailarín del Ballet Nacional Chileno, pintor y un excelente creador de collages y fotomontajes. (…) En 1938, a los quince años, se incorporó al grupo surrealista chileno La Mandrágora. (…) Fue amigo y compartió intelectualmente con notables personajes chilenos y extranjeros como Roberto Matta, André Breton, (…) Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Teófilo Cid, Braulio Arenas, Luis Oyarzún, (…) Malucha Solari, Ernst Uthoff, Lola Botka y Patricio Bunster, entre muchos otros. Además fue parte del grupo que fundó el Club de Jazz Chileno en 1943 junto a Luis Córdova, Ernesto Rodríguez y René Eyeralde. (Páginas 23-24)

«Que un poeta de treinta años o más, cualquiera de nosotros, después de haber pasado por el fuego sin quemarse (como la salamandra) se aleje, tanto del simplismo, sentimentaloidismo, construcción demasiado ceñida a textos de perspectiva provinciana, como de la deshumanización, prosa cortada con cuchillo, etc. Me parece lógico. El tiempo le ha dado en todo caso elementos técnicos suficientes para dominar la técnica aún infringiendo sus leyes más rígidas. Construya o no construya reconocerá que el ritmo es esencial y no confundirá la libertad con el disparate ni la intimida con el dolor de estómago. Sabe que la poesía es todo y está en todo y ningún tema por más político o actual que sea será antipoético en manos de un verdadero poeta. Pero que un niño, un adolescente, sepa todo esto… es asombroso.» (Fragmento de una carta del escritor argentino Raúl González Tuñón a Jorge Cáceres. Página 41)

«Él se daba cuenta perfectamente de que un bailarín sólo puede formarse a través del más duro trabajo. Aún en días domingo le encontré trabajando en casa de unos amigos comunes… Lucho no gustaba de descansar en los laureles. Mientras más trabajaba, más se daba cuenta de lo infinito que es perfeccionar un arte.» (Ernst Uthoff. Página 71)

«En la danza Lucho era como una especie de Adonis, él tenía una gran tendencia por una danza lírica y clásica… Era cómico. Era muy entretenido trabajar con él, tenía salidas muy simpáticas. Era un hombre que dentro del mundo de la danza tenía un conocimiento cultural alto, muy por sobre la media. Era una especie de… y a lo mejor él se sentía un poco como un Rimbaud chileno.» (Patricio Bunster. Página 71)

IV. Traducción del ritmo

Ritmo es la palabra clave. Ritmo en poesía y ritmo en danza. ¿Cómo se traduce un verso a un fraseo coreográfico? ¿Hay una linealidad posible? Todo pareciera indicar que no. Pero ingenuamente uno podría pensar que sí: si un verso es rítmicamente yámbico ha de moverse de tal manera caderas y piernas, y si el verso es más bien rítmicamente trocaico caderas y piernas se moverán en este otro sentido. O bien: si el poema está hecho de versos alejandrinos, los fraseos serán exactamente la mitad más largos que si el poema es una décima hecha de octosílabos. O dejando la frase que es el verso y yendo más simple, al movimiento que es la palabra: ¿cómo ha de moverse qué parte del cuerpo si el ritmo lo define una palabra y depende entonces de si es aguda, grave o esdrújula? Así. Y así. Y así.

V. Tango

Coincidirán conmigo en que danza y poesía hallan en esta forma musical una feliz síntesis. Los letristas y bailarines de tango comparten un estatus. Es lo que los sitúa en una diferencia. Sus pares dirán que antes que ser un «escritor» es un «poeta popular», o que antes que dedicarse a la «danza» practican un «baile». Acaso debiéramos volver desde esta visión a preguntarnos por la relación entre danza y poesía. Abolir la distancia entre lo culto y lo pop. Parece, de buenas a primeras, la mejor manera.

VI. Contexto 2

Piénselo de esta manera: cómo puede un poeta o un bailarín surgir si en su país el público masivo, la gran población, el chileno medio, el de a pie, el de la galería, no conoce a más de 3 nombres si le preguntan por poetas chilenos (y eso amén de los premios Nobel), y ni hablar si se le pregunta por coreógrafos o bailarines, acaso responderá con algún concursante de «locos por el baile» o de otro programa televisivo igualmente infame. El contexto al que me refiero, actual y a la vez ya obsoleto, habla del ensanchamiento de la brecha entre quienes podemos discutir sobre este asunto y gente que sencillamente no va a entender de qué cresta estamos hablando. No era mi idea hablar de política, pero ya lo ves lector, la piedra de tope ha vuelto a ser la educación. No se puede ser escritor ni artista en este país sin ser plenamente consciente de que se pertenece a una elite. Y con esto no quiero decir que necesariamente se pertenezca a una elite económica. Para nada. Pero sí de todas maneras a otro tipo de elite. Intelectual. El poeta Armando Uribe alguna vez por ahí por finales de los 90, me decía esto mismo: que si alguna vez este país vio surgir del seno de su clase trabajadora a grandes artistas como Neruda o la Violeta, desde la dictadura para acá se volvió prácticamente impensable que entre el pobrerío surja un creador de esa envergadura. El artista, en tanto «genio», puede nacer en cualquier cuna, es cierto, pero cualquiera sabe que su crecimiento depende de los elementos que lo potencien, de que lo alimenten, que lo rieguen. Y viene a mi mente otra conversación, años más tarde, ahora con Karen Connolly, que a la inversa de Uribe veía con optimismo el futuro de su disciplina, toda vez que esos programas televisivos que yo acabo de vilipendiar, estaban logrando que los cuerpos de los niños y jóvenes chilenos se soltaran, se desprejuiciaran, más allá de todas sus ataduras o condicionantes de clase, religión o sexo. Es complejo e interesante este contrapunto, aunque (m)añoso, entre alta y baja cultura.

VII. Traducción del verso

Sucede básicamente que tanto la poesía como la danza operan desde lo pulsional. No toda la poesía ni toda la danza, por cierto. También hay danza y hay poesía dijéramos puramente narrativa, en que se identifican personajes a los que les sucede una historia. Pero esas estrategias parecieran quedar cada vez más atrás. Hay en el arte contemporáneo un trabajo con el espectador o con el lector que apunta a generar una experiencia estética desde la dimensión pulsional. Estamos en la semiótica pura. En un territorio en que palabra es imagen y gesto también lo es. Abstracción y condensación. Transmisión de cargas y descargas energéticas más que exposición de discursos de sentidos lineales. Traducir el verso libre al gesto libre. Dar libertad al pájaro fugaz interno, y fluir. A lo Cáceres.

VIII. Creaciones literarias escritas a partir de la danza. Incompleta lista antojadiza

El poeta Paul Válery dictó hacia 1936 una conferencia que luego sería publicada como un ensayo titulado Filosofía de la danza. Se especula que lo hizo impulsado por la admiración que sentía hacia Antonia Mercé y Luque, bailaora de flamenco conocida por entonces como «La Argentina».

30 años atrás, en 1903, el poeta modernista nicaragüense Ruben Darío, había asistido a un estreno de Isadora Duncan en París. El resultado iba a ser Miss Isadora Duncan, una crónica publicada por el diario argentino La Nación.

En 1927, otro encandilado por Isadora Duncan iba a ser el peruano César Vallejo, quien tras la muerte de la diva, publicaría Los funerales de Isadora Duncan en la también argentina Revista Mundial.

Tarea para la casa: leer al menos el libro de Paul Valery, disponible aquí.

IX. Fluir

Sucede que ha estado uno en situaciones así. Intervención artística urbana. Motivo: el que sea, defensa de las ballenas o de las semillas, derechos humanos, causa indigenista, legalización del cáñamo. Y mientras un poeta desconocido recita, tres chicas danzan. Realizan movimientos y contorsiones al son de esa música de fondo que a veces ni se entiende ni se percibe porque el poeta, supongamos, durmió mal y apenas su voz es audible, o no es capaz de modular porque le duele una muela, o carece de énfasis y capacidad de atrapar a sus auditores porque simplemente una cosa es escribir bien poesía y otra saber declamar. Y uno no sólo se pregunta ¿qué me quieren decir? Si no que termina en un amargo ¿por qué?

Pero puede suceder que sea uno el amargo, el escéptico, el que no ha sabido dar libre rienda a sus propias pulsiones internas para empatizar con quien acaso, simplemente, está canalizando, fluyendo. La coreógrafa y bailarina Vicky Larraín bailó así mismo, improvisadamente y sin libreto, cuando en pleno mayo francés, un descolocado Jean Paul Sartre alentaba a los estudiantes para que condujeran la imaginación al poder.

X. Futuro

J. y M. son padres de A.
J. es escritor.
M. es bailarina.
Cuando le preguntan qué quiere ser cuando grande, A. responde que quiere ser artista.
A. tiene 7 años.El Guillatún

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