El domingo 13 de abril se celebró en el Teatro Municipal de Santiago, tal como se viene haciendo desde hace algunos años por estas fechas, la Gala del día internacional de la Danza, evento que contó con la presencia de personalidades del mundo de la Cultura y las Artes, entre ellas la Ministra de Cultura, Claudia Barattini; y Francisca Las Heras, Coordinadora del Area de Danza del CNCA, la que con excelentes palabras abrió el espectáculo anticipando lo que fue la motivación general de la acertada puesta en escena que inundó con mucho profesionalismo y mucha pasión uno de los más significativos escenarios de las artes escénicas de nuestro país:
«Por primera vez 32 estilos de danza, representados en 32 intérpretes, se reúnen en el escenario con el objetivo de derribar años de prejuicios instalados entre los bailarines contemporáneos, clásicos, folclóricos y de espectáculo. Por lo mismo, esta es una oportunidad de encuentro e integración para hacer del mundo de la danza un espacio común y diverso pero con sentido de cuerpo colectivo alineado con una sola idea: el baile», fueron parte de sus palabras.
Mucho más madura y asentada y con un claro énfasis que giró en torno a la diversidad y al reconocimiento de manifestaciones de danza denominadas «urbanas», la Gala de esa noche logró un sólido espectáculo revelado a través de un montaje que mantuvo atento y agradado a un público directa e indirectamente relacionado con alguno de los quehaceres dancísticos representados y a una audiencia más anónima amante de la Danza.
Proeza creativa el haber montado y amalgamado en un plazo muy reducido de tiempo —sólo siete sesiones de ensayos—, intérpretes y grupos tan disímiles entre sí y haber obtenido como resultado una obra redonda, entretenida y vital que giró en torno a hacer de ella claramente un acto de unidad, comunión artística, encuentro y participación donde muchos artistas en escena se movieron dentro de un acertado experimento coreográfico constituido por una pluralidad de estilos de danza cuyo espectro se desplegó desde las manifestaciones dancísticas más reconocibles a otras muchas de carácter urbano cuyos nombres y características resuenan ajenos a nuestro idioma y nuestras raíces ya que pertenecen a culturas foráneas, pero que han sido encarnados y digeridos bajo una mirada propia con características especiales y auténticas que los han terminado haciendo nuestros.
Girando en torno a esta premisa, los reconocidos coreógrafos Mario Carreño y José Vidal, junto a la puesta en escena y la muy acertada dirección de arte de Rodrigo Bazaes, articularon un espectáculo con 32 bailarines y ejecutantes de los más variados estilos y escuelas, desfilando desde la calle a la Academia, desplegando así un show que incluyó hip-hop, ballet, afrohouse, poppig, locking, contemporáneo, cueca urbana, neoclásico, street jazz, dancehall, flamenco, transformismo, breakdance, vogging y girly. Tamaña empresa fue sorteada con magia y creatividad por dichos directores desarrollando una obra que, apoyada de manera brillante por la acción en vivo del DJ Jim Hast, encargado de articular musicalmente todos los movimientos de escena, lograron un conjunto que recorrió sin tropiezos las variadas y diferentes tendencias de movimiento y formas de danzar.
Novedosa también comparada con Galas anteriores, extenuantes y sin unidad debido a la cantidad de «números» que se presentaban, esta Gala se caracterizó por tener una clara y definida estructura de espectáculo en que la sucesión de las escenas de danza resaltaron en forma de cliché en cada una de las manifestaciones, pudiendo apreciarlas sin juicios de valores ni ánimos comparativos, de tal manera que la función sorteó la dificultad de reunir sin problemas tan vasta y disímil cantidad de estilos de movimiento con el sólo propósito de expresar una comunión artística que brindara la sensación de unidad, encuentro y confraternidad a los espectadores.
A manera de comentario, hacer notar hacia el final un reiterativo muestreo de improvisaciones de todos los ejecutantes contribuyó a alargar innecesariamente una obra que, bien por ella, podría haber prescindido de ese letargo reiterativo que cansó a la audiencia y no dio el tiempo que correspondía a la hora de cierre del espectáculo a un emotivo reconocimiento y homenaje a la ex bailarina, gestora cultural y subdirectora del Ballet de Santiago, Luz Lorca y al destacado bailarín y coreógrafo director de la Agrupación de Danza Mobile, Hernán Baldrich, ambos trabajadores infatigables del Arte de la Danza en Chile.El Guillatún