Gran parte del desarrollo instrumental de la guitarra ha estado íntimamente ligado a las innovaciones que distintos compositores han realizado en distintos períodos. En este sentido, ya sea desde el renacimiento a nuestros días, la figura del compositor-guitarrista ha sido un vehículo de evolución importantísimo, debido a que el conocimiento del instrumento mismo ha permitido que las formas predominantes y los lenguajes tengan su manifestación en la guitarra e instrumentos afines como el laúd y la vihuela. Figuras como John Dowland y los vihuelistas en el Siglo XVI; Gaspar Sanz, y los guitarristas barrocos en el Siglo XVII; Mauro Giuliani y Fernando Sor en el siglo XIX; Francisco Tárrega a principios del Siglo XX; Leo Brouwer en la segunda mitad de este último; son ejemplos de creadores que gracias a su conocimiento han podido desarrollar y expandir las posibilidades del instrumento. Sin embargo, en la presente columna quiero abordar la relación entre intérpretes y compositores no guitarristas, que gracias al encargo, insistencia y/o amistad con los primeros han compuesto obras fundamentales en la literatura gracias a que son creadores que incluyen dentro de su catálogo obras para distintas agrupaciones donde la guitarra ocupa un lugar más, o simplemente, lo obra para guitarra constituye una excepción.
Gran parte de este florecimiento se dio durante el siglo XX gracias a la aparición de grandes intérpretes como Andrés Segovia y Juliam Bream en distintas partes del siglo que se relacionaron con varios compositores. Al mismo tiempo, Bream se caracterizó por entablar un diálogo permanente con compositores de lenguajes más crípticos y encargar obras, lo que ha dotado a la guitarra de creaciones de gran dificultad interpretativa y demanda técnica. De la misma manera hay una serie de intérpretes como Eliot Fisk, Rafael Andia, John Williams, entre otros, que han colaborado con distintos compositores con el propósito de sumar obras al repertorio guitarrístico.
En general este tipo de obras se caracterizan por ser de gran extensión, debido a que en muchas ocasiones los compositores intentan sintetizar gran parte de su visión estética dado que son obras compuestas en su madurez y para un instrumento que no les es totalmente familiar. Por la misma razón, algunas de éstas no son totalmente idiomáticas para la guitarra, debido a que el compositor no se guía necesariamente por características que son eminentemente naturales, como las cuerdas al aire o los acordes paralelos. Estos constituyen simplemente un recurso más, pero en ningún caso dominan toda la partitura.
Por otro lado, tenemos que el factor común es el intento de lograr que creadores de gran prestigio en otros géneros volteen su mirada a la guitarra y vean en ella un instrumento de características particulares que le permitan idear obras de manera vertical (melodía) y horizontal (polifonía, acordes, armonía) de grandes perspectivas. Y la mejor forma de mostrar estos rasgos, es describiendo algunas obras de estas características. No son quizás las más famosas o más interpretadas, pero sí constituyen trabajos que se diferencian de otros por las características antes señaladas.
1. Richard Rodney Bennett (1936-2012) – Sonata
Dentro de los compositores ingleses que escribieron para guitarra influenciados por la figura de Juliam Bream, Richard Bennett es quizás uno de los que empleó los lenguajes más crípticos. Esta Sonata en cuatro movimientos compuesta por deseos del compositor, y no como un encargo específico, se caracteriza por un contraste de carácter entre ellos y por la presencia de elementos seriales, atonalismo en sus melodías, y el fuerte énfasis rítmico en las secciones de alta velocidad.
2. Luciano Berio (1925-2003) – Sequenza XI
Berio escribió una serie de obras solistas llamadas sequenzas para distintos instrumentos, en los cuales busca explorar y explotar al máximo los recursos técnicos del mismo, manteniendo una coherencia en el material de principio a fin. Dedicada al guitarrista norteamericano Eliot Fisk, incluye la utilización de rasgueos, ligados, tapping, tambora, etc., a través de distintas células interválicas que van variando a lo largo de la obra. La idea principal detrás de esta obra y del resto de sequenzas para otros instrumentos, es desarrollar al máximo las posibilidades del mismo utilizando los recursos tradiciones y las «técnicas extendidas» que son maneras poco convencionales para tocar un instrumento específico, lo que da como resultado nuevas sonoridades.
3. Tristan Murail (1947) – Tellur
Murail es un compositor francés, profesor de Columbia University hasta el año 2011, que puede ser encasillado en la tendencia conocida como música «espectral». Su obra Tellur, compuesta en el año 1977 es un ejemplo de ésta, y fue dedicada al guitarrista Rafael Andia, quien es el intérprete en la versión aquí señalada. Sin necesidad de definir el estilo de Murail, lo importante es la utilización de los recursos técnicos tradicionales para dar luz al lenguaje que utiliza en la obra que en palabras del mismo Rafael Andia es producto «del desarrollo de la composición» y que constituyen «una revolución en la manera de escribir para guitarra». Esto se debe que los recursos del instrumento están totalmente al servicio de la idea de Murail, quien busca construir un discurso musical basado en la dualidad entre sonido y ruido, sumado la construcción de atmósferas sonoras dentro de la obra.
4. Carlos Guastavino (1912-2000) – Sonata Nº 1 para Guitarra
Carlos Guastavino fue un compositor argentino que como pocos pudo moverse de manera muy cómoda entre los géneros clásico y popular debido a su estilo y sobre todo a como la audiencia ha recibido sus obras, donde su lenguaje claramente tonal y post romántico, sumado a la utilización de elementos tradicionales de la cultura musical argentina, han ayudado a esta apreciación. Su primera sonata para guitarra es para muchos una obra de gran calidad que pocas veces se interpreta pese a ser una de las obras más bellas para el instrumento. Esto se debe a su extraordinaria conducción melódica y sus modulaciones a tonalidades no frecuentes dentro de obras tonales para guitarra. El hecho de Guastavino ser un gran compositor de canciones para canto y piano posibilitó estas características. La sonata en sí representa un desafío técnico ya que no es totalmente idiomática para el instrumento debido al ordenamiento de arpegios y las constantes modulaciones que presenta.
5. Gustavo Becerra (1925-2010) – Sonata 4 para guitarra
Gustavo Becerra, compositor chileno que pasó parte de su vida en Alemania, fue un prolífico creador para distintos grupos de cámara, solistas y orquestas. Además durante su vida profesional en Chile, fue profesor de muchos compositores de las generaciones venideras. Compuso varias obras para guitarra siendo su Sonata 4 una obra de gran extensión destinada a este instrumento. En la presente grabación la obra se caracteriza por la presencia de un sinnúmero de recursos propios del instrumento como los rasgueos, además de una serie de ritmos basados en danzas tradicionales, además de distintos recursos tímbricos y percusiones.
6. Stephen Dodgson (1924-1913) – Partita Nº 1
Nuevamente, un compositor inglés, que en este caso emplea un lenguaje más accesible que el utilizado por Bennett. A través de melodías que se enmarcan en el concepto tonalidad, Dodgson compone una obra en cuatro movimientos breves de gran virtuosismo y énfasis rítmico que incluye elementos líricos en el tercer movimiento. En esta obra los elementos verticales (acordes) y horizontales (melodías) encuentran un gran balance, ya que el compositor llena los espacios en forma natural sin exagerar ninguna de las dos tendencias, logrando que cada pasaje sea idiomático y que posea la sonoridad característica de la guitarra como instrumento armónico y polifónico, recordando su carácter armónico y melódico de manera simultánea.
Las obras señaladas son sólo algunas de las tantas que han sido escritas para el instrumento por compositores no-guitarristas. La particularidad de la selección es la gran diversidad estilista que ésta presenta, en gran parte debido al hecho de que los compositores no están atados o determinados por el conocimiento del instrumento desde la perspectiva del intérprete. Al mismo tiempo, gran parte de éstas son obras ambiciosas en cuanto a la utilización de recursos y a la extensión de las mismas. Por lo señalado anteriormente, el intérprete ha jugado un rol fundamental dando consejo y poniendo en práctica las preguntas, dudas y certezas que dicho creador enfrenta en el proceso. Todo esto concluye que la relación entre intérpretes y compositores a través de encargos e incentivos es un camino fundamental para que el repertorio siga creciendo en cantidad y sobre todo en diversidad.El Guillatún