Ese nudo en la garganta. Esa humedad en los ojos.
Cuando supe la noticia de su muerte, comencé a sentirme como si hubiera partido el más querido y cercano familiar; un hermano, un padre.
No tuve la fortuna de estrecharle la mano, pero sí lo conocía.
Cuando yo era un niño, y cada vez demostraba más interés en tocar y estudiar guitarra, mis padres pensaron en la idea de matricularme en el conservatorio de música. A una de mis hermanas le encantó la idea y repetía mucho, a manera de justificar esa idea:
«… si la gente que entra al conservatorio, sale hecha un Paco de Lucía…».
Quién es ese señor, me pregunté luego incluso de entender primero que se trataba de una persona. Cómo era posible que se usara su nombre como sinónimo de extraordinario, impresionante o genio guitarrista. Cómo ha de tocar guitarra ese señor.
Cuando las personas comenzamos a referirnos de las cosas no por su nombre, sino por la marca de esa cosa —algo muy chileno por lo demás— generalmente es porque son buenísimas, no tienen comparación y algo más. Pero, ¿de una persona?
Que se acerque alguien a un guitarrista de la edad que sea, estudiante, principiante, profesional, superior, etc., el guitarrista que sea, y le diga que es o toca como un Paco de Lucía, debe ser sin duda alguna uno de los mejores elogios que se le puede decir. Lo encuentro maravilloso.
El nivel de fama alcanzado por el maestro es algo que encuentro fuera de serie. No creo estar tan equivocado, pero en casi todas las casas del mundo, por lo menos de occidente, debe haberse mencionado su nombre por lo menos una vez. Gente que no sabe ni siquiera cómo se llama alguna de sus piezas, menos de un álbum, sabe su nombre y se refiere a él como el mejor del mundo. Y lo mejor de todo es que hasta el más experto de los músicos y guitarristas opina lo mismo.
Hoy en día la guitarra clásica tiene bastante solucionada la problemática que genera la odiosa línea divisoria entre los estilos musicales. Algunas personas todavía consideran mala o buena una música porque está inserta en un estilo y no en otro, y no se refieren a ella por su calidad, factura, arreglo, interpretación, etc. ¿Qué pobre, no?
La gracia que tiene esto es que a los guitarristas clásicos cada vez nos cuesta menos observar estilos musicales diferentes, interpretación o composición, para así sacar alguna idea, un toque, un color, algo en específico que ayude a la ejecución/interpretación de alguna pieza que estemos montando. Así, tratamos de llegar al objetivo de sonido que nos proponemos, basados primero en una idea de interpretación. Pues bien, en muchos casos dentro de la gran cantidad de música española que hay para guitarra clásica, original o transcripciones, se hace referencia al flamenco.
Cómo no recurrir entonces a Paco de Lucía, a través de sus discos y videos, para escuchar eso que necesitamos para darle ese «toque» que la pieza necesita. Cómo no recurrir al maestro y ver ese «picado endemoniado» de mano derecha, para hacer sonar por ejemplo las escalas que nos invita a tocar Joaquín Rodrigo. Cómo no recurrir a Paco de Lucía y mirar su sobrenatural alternancia de los dedos índice y medio de la mano derecha, generando una mecánica y una velocidad impresionante. Cómo no recurrir a Paco de Lucía simplemente para deleitarse con uno de los guitarristas más importantes de la historia y para muchos el mejor del siglo XX.
Escuchar a Paco de Lucía es una obligación para cualquier guitarrista, ya sea clásico, flamenco, popular folclórico, etc. Y para los amantes y seguidores de la guitarra también.
Estoy convencido que esto será por siempre.
En estos días se comentan en diferentes medios una serie de anécdotas del maestro; desde cuántas horas tocaba antes de los conciertos hasta, probablemente, sus platos favoritos luego de éstos. También los datos biográficos más exactos, por supuesto muy necesarios.
Por mi parte, sin haber tenido la fortuna de haberle estrechado la mano, pero sí conociéndolo a través de su obra, simplemente digo:
¡Gracias por todo, maestro!El Guillatún