¿Qué sentido tiene negarse a hacer el típico y manido balance de fin de año? Ninguno. Démosle pues, total de una u otra manera, incluso sin confesárnoslo, internamente es muy probable que igual se haga el ejercicio. Pero lo haremos escogiendo un registro y acotando el margen de calorías a quemar. Y ya que en esta columna se comenta exclusivamente narrativa, probaremos desplazando la mirada a lo que pasó o a lo que se publicó el 2014 en poesía.
En un país de poetas, lo que marca y tiñe sin duda el calendario completo es que se produzca el improbable cumplimiento de los 100 años de su poeta vivo más importante. Inédita situación que habría que indagar si se ha producido de forma equivalente en algún otro lugar. Es decir: que llegue a cumplir su centenario en vida un poeta reconocido mundialmente, candidato eterno a un esquivo Premio Nobel. No sé si se habrá dado. Tarea para la casa. Lo cierto es que esto fue por lejos lo más importante que sucedió el 2014 en el Chile de los poetas. Los homenajes abundaron y hubo de todo. En algún sentido estos homenajes se quedan indefectiblemente cortos, pues arriesgo la tesis de que es ridículamente mínima la porción de gente en este país que sabe qué es eso del «hombre imaginario», habida cuenta del lamentable estado de la analfabeta educación chilena. En algún otro sentido los homenajes se quedaron largos, es decir sobrepasaron el límite del decoro, llegando al inaudito y vergonzante acto de transmitir en vivo y en directo por la televisión desde las afueras de la casa del poeta, como si de una persecución automovilística yanqui se tratase. Ni tonto ni perezoso, todo el que pudo se sumó al cumpleaños. Convertidos en dueños del canon y del catálogo mayor de la poesía chilena, los editores de UDP se anotaron el gol de la fecha con la publicación de Temporal, meritorio poemario parriano que batió los pequeños récords de venta; que se agote una edición resulta engañoso en un país de poetas donde nadie lee ni menos compra un libro de poesía.
Pero todo eso fue en septiembre, y el recuento, que pretendo sea lo más ordenado y exhaustivo posible, parte como corresponde, en enero.
Editorial Quimantú abrió el año con la publicación en Temuco de El Abrazo del Viento, libro póstumo de Matías Catrileo que reúne los poemas del peñi asesinado hace 6 años en el marco de una guerra que no ha cesado desde hace más de 5 siglos. En esa misma dimensión póstuma, Ediciones Inubicalistas desde Valparaíso publicó el necesario Obra Reunida, de la excelentísima e injustamente desconocida Ximena Rivera. De la provincia a la capital, en San Bernardo, la editorial Renkü lanzó El origen de nuestras culpas de Marcelo Mallea Hernández. Y ya cerrando enero, la Editorial Desbordes presentó su colección de plaquettes Vértigo, donde conviven los jóvenes poetas Isaac Cornejo, Salvador Troncoso Curivil, Gonzalo Geraldo, Pablo Lacroix, Alexis Donoso, María Paz Valdebenito, Emersson Pérez, Nicolás Brino, Gabriel Esteban Lizama y Rafael Farías con artistas visuales como Juan Carrasco, María José Muñoz, Gabriela Rivera, Pepe Moreno y el propio Salvador Troncoso Curivil.
El movimiento editorial en febrero es nulo en nuestro hemisferio. Sin embargo, cuando se cerraba el mes, se produjo en Santiago el lanzamiento doble de los poemarios SOMA de Daniel Rojas Pachas (Libros Del Pez Espiral) y CONTINUE? de Renato Contreras (Cinosargo Ediciones).
En marzo, como si se hubiera ya agarrado ritmo, se presentaron los poemarios Devenir princesa de Ronald Bahamondes (Editorial Moda&Pueblo), Eva y su cuaderno de gestos de María José Rivera (Ediciones Fondo Editorial Manuel Concha), Rudezas Delirios & Ternuras de Alexis Donoso González (Editorial Desbordes), Tras la cúpula de neón un dios loco observa de Andrés Torres (Ediciones La Polla Literaria), Calle de un solo sentido de Guillermo Riedemann y Calamina de Gladys González (ambos de Editorial La Calabaza del Diablo). Destaco a título personal este último volumen, vaticinio desolador y cruel de lo que sería, al mes siguiente, el incendio de Valparaíso.
En abril, en la categoría emergentes fue el turno de Magenta de Fernando Ortega (Libros Del Pez Espiral) y de Armas para matar el hambre, antología de 12 poetas jóvenes (Editorial Moda&Pueblo). Mientras que en la categoría consagrados se presentaron Cuerpo Final de Omar Lara (Editorial Cuarto Propio), Finis térrea: apuntes de carretera de Alexis Figueroa (LOM Ediciones), y Escenas del Derrumbe de Occidente de Andrés Morales (Descontexto Editores).
Mayo tuvo un álgido movimiento en poesía, comenzando por el lanzamiento de Dosis de curiosidad de Alan González, con prólogo de la destacada folclorista argentina Teresa Parodi, una edición acompañada de DVD, todo a cargo de la Corporación Artistas del Acero de Concepción. En el ámbito regional la Editorial Indígena KonunWenu inauguró su línea para poesía con el celebrado libro Perrimontun de Maribel Mora Curriao. Saltando a un ámbito internacional Editorial Cuarto Propio publicó el también aplaudido Quiero escribir, pero me sale Espina del poeta uruguayo Eduardo Espina. El Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile hizo lo propio publicando Aguas de la reconocida poeta argentina Alicia Genovese. Otros hitos igualmente importantes fueron los lanzamientos de los libros de poesía visual Cuaderno de Composición de Martín Gubbins (Libros del Pez Espiral), Paralogismos de la sombra sin mundo de Fabián Burgos (Ajiaco Ediciones), y El silencio de Claudio de Enrique Giordano (Editorial Cuarto Propio). No se trata de poesía en estricto rigor, pero creo que merece una mención la aparición de Saber morir, libro de conversaciones entre Raúl Zurita y el académico y ensayista Ilan Stavans (Ediciones UDP).
La publicación de Cosas simples de Raúl Hernández (Editorial La Calabaza del Diablo), libro que reúne casi la totalidad de la obra de este poeta, fue sin duda el hito más significativo de junio y julio, meses en que el ritmo decayó abruptamente. Además de la presentación de Orgasmos de Mauricio Torres Paredes (Editorial Quimantú), vale la pena mencionar otro libro que sin ser de poesía se instala en la puerta vecina del ensayo: Pablo de Rokha y la Revista Multitud, selección y notas de Daniel Rozas (Editorial Das Kapital).
En agosto se recupera la producción y salen Bellezamericana de Christian Formoso (Editorial Cuarto Propio), Ejercicios en el agua de Gabriel Silva (Editorial Das Kapital), Muerte, alma, naturaleza y yo del argentino Silvio Mattoni (Libros del Cardo), y la esperada traducción del poemario Kaddish del norteamericano Allen Ginsberg realizada por el chileno Rodrigo Olavarría para Editorial Anagrama. También apareció Luis Omar Cáceres, el ídolo creacionista ensayo biográfico de la poeta María José Cabezas (Ediciones Lastarria).
El septiembre parriano que anunciáramos al inicio de este recuento incluyó el lanzamiento de Yakuza de Francisco Ide Wolleter (Cinosargo Ediciones), y de la Prosa escogida de Humberto Díaz Casanueva, libro que recoge discursos, entrevistas y artículos del destacado Premio Nacional de Literatura, compilado por Diego Sanhueza y publicado por Editorial Das Kapital.
El fin de año se precipita y el ritmo de producción se acelera hasta alcanzar niveles neuróticos. En octubre Editorial Hebra de Valparaíso abrió la temporada publicando el notable poemario La contru de mi alma de Daniel Tapia Torres. Por su parte, Gramaje Ediciones presentó Sospecha de nada de Francisco Martinovich Salas, La Calabaza del Diablo lanzó Un mundo del escritor mexicano José Luis Bobadilla, y Ajiaco Ediciones hizo lo propio con Viaje a la niebla de Aldo González Vilches. Destacamos de igual manera Grodek antología poética de Georg Trakl (Descontexto Editores), Mi último cuerpo de Anita Montrosis (Gráfica LOM), Tratado de piedras del poeta mapuche Cristian Cayupán (Editorial Conunhueno) y Maicillo/Sauló de Leandro Hernández (Editorial Das Kapital). Especial mención merecen finalmente las traducciones de poesía de Chancacazo Publicaciones, que luce Poemas de E.E Cummings en versión de Tomás Browne y Alejandra Mancilla; las de Editorial La Calabaza del Diablo con una colección compuesta por La roca de Wallace Stevens (en versión de Juan Manuel Silva Barandica), El bebé de la muerte de Anne Sexton (en versión de Verónica Zondek) y Los sonidos diminutos de T.E. Hulme (en versión de Fernando Concha y Marina Popea); y las plaquettes de Cuadro De Tiza Ediciones: Últimos poemas de Anne Sexton (trad. Luz María Astudillo), Bart de Ron Silliman (trad. Carlos Soto Román) y Tumba familiar de Iman Mersal (trad. Laura Salguero y Margarita Osorio).
En noviembre se reeditaron Vírgenes del Sol-Inn Cabaret de Alexis Figueroa (Cinosargo Ediciones), Raso de Carlos Cardani y Compro Fierro de Juan Carreño (ambos de Balmaceda Arte Joven Ediciones). La poesía emergente produjo varios títulos, comenzando por Halo, 19 poetas nacidos en los 90 compilación de Héctor Hernández para J.C. Sáez Editor; Niñas con palillos, libro del colectivo homónimo compuesto por Catalina Espinoza, Julieta Moreno, Constanza Marchant y Daniela Catrileo (Balmaceda Arte Joven Ediciones), Barro de Angélica Panes (Balmaceda Arte Joven Ediciones), Miradas Cardinales de Esteban Fernández (Casa Rojas Ediciones) y la antología de poesía joven de Valparaíso Entrada en materia, compilada por Ismael Gavilán (Ediciones Altazor). Cuadro De Tiza Ediciones también amplió su catálogo de excelencia con las plaquettes La dormida de Kurt Folch, Secretaria de Gustavo Barrera Calderón y Puerta azul en muro de adobe de Marcelo Guajardo Thomas. Otros títulos publicados fueron El mapa roto de Wenuan Escalona (Universidad de la Frontera, Temuco) y Lago de Tristán Vela (Editorial Cuarto Propio).
También es relevante en noviembre la presencia en Chile del investigador Scott Weintraub, autor de La última broma de Juan Luis Martínez (Editorial Cuarto Propio), obra reveladora que puso momentáneamente de moda a este poeta tan genial como poco leído. De hecho me atrevería a decir que tras el centenario de Nicanor Parra, el descubrimiento que supone este libro de Juan Luis Martínez, califica como el otro momento fundamental del año en materia de poesía.
Otro hito destacado en este mismo tenor fue la visita del poeta Charles Bernstein, uno de los principales referentes de la poesía experimental estadounidense y fundador de la mítica revista L=A=N=G=U=A=G=E. Editorial Alquimia presentó una antología bilingüe suya, Abuso de sustancias, a cargo del poeta Enrique Winter.
Es notable cómo hay una verdadera y creciente tribu o familia de autores y editoriales que lejos de demostrar un cansancio de fin de año, inagotables en su producción a pesar de que hablamos de poesía, se dedicaron a lanzar libros antes de que terminara el 2014. Insisto, hablamos de poesía, un género literario que no reditúa ni vende, y que por lo mismo está entregado a sellos pequeños.
En el rincón de los más productivos, Héctor Hernández Montecinos publicó con Editorial LOM su libro [coma] con el que continúa la publicación de su trilogía La Divina Revelación; mientras que Francisco Ide Wolleter también parió por segunda vez en el año y ahora se trató de Poemas para Michael Jordan (Ajiaco Ediciones). Diciembre además nos legó tres nuevas plaquettes de Cuadro De Tiza Ediciones: La forma de tu mano de Víctor López Zumelzu, Litoral de Luz M. Astudillo y Ninguna parte esta ceguera de Simón Villalobos. La Editorial Moda&Pueblo cerró la temporada con su colección de poesía 2014 Sin privilegios y sin honor, publicando Lecciones de Anatomía de Eliza Adonis y Electric/Paraíso de Cristián Iturriaga. Editorial Segismundo lanzó el poemario Ingrata República y otros Asesinatos de Patricio Fernández Muñoz; Balmaceda Arte Joven hizo lo propio con El instante no es decisivo de Gastón Carrasco; La liga de la justicia Ediciones presentó Hiel de Álvaro Cordero y EXOGÉNESIS de Gonzalo David; Chancacazo Ediciones concretó La Pasión según Anastasia de Pedro Pablo Achondo; Imbunche Ediciones sacó el libro-objeto La otra ciudad de Catalina Infante; Editorial Cuarto Propio sorprendió con Tinta Sangre poemas de la ensayista y académica Kemy Oyarzún; Editorial Andesgraund presentó Chile y el estado del mundo de Ignacio Muñoz Cristi; Editorial La Calabaza del Diablo despidió el año con Casimir de Juan Manuel Silva Barandica; y Editorial Das Kapital entregó Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo, esperado poemario de Natalia Figueroa, 13 asaltos con la poesía chilena, ensayos del poeta Carlos Henrickson, y finalmente el maravilloso Fanon City Meu del consagrado Jaime Huenún.
Agotadora y larga la lista en poesía como puede verse. Incompleta, además, eso se lo aseguro. Pido, si caben, disculpas por las omisiones. Y conste que no nos hemos detenido en otros sucesos de la poesía, como pueden ser los festivales, ciclos de lecturas, recitales, encuentros y simposios. Este tipo de eventos sigue realizándose desde la más consuetudinaria autogestión, por todo el país, a toda hora y enhorabuena. Lo complejo, pareciera, es que igualmente el público sigue siendo compuesto por pocos y los mismos personajes, generalmente autores de poemarios inéditos, jóvenes y viejos. He ahí el «país de poetas».El Guillatún