La ciudad es cuadrada. Las calles las dividen, con precisión de grilla, en manzanas cuadradas, idénticas, numéricas. Quien la sobrevolara, esta noche que quiero enfocar —un helicóptero de la policía, un guerrillero que ha conseguido escapar y vuela al exilio—, creería descubrir la verdadera función de esa cuadrícula: una jaula, un plano de operaciones.
—Brizuela, 2012, p. 17
La última novela de Leopoldo Brizuela, ganadora del premio Alfaguara 2012, es un thriller político que se diferencia de muchas otras historias sobre tortura y dictadura, puesto que no es el relato de sus víctimas, sino de otros involucrados, como los verdugos y sus familias.
Una misma noche comienza con la historia de un barrio argentino cualquiera en el año 2010, cuando el protagonista es testigo del asalto de uno de sus vecinos. Leonardo, el protagonista de Una misma noche, es un escritor que ya está en la cuarentena, que vuelve a vivir en la casa de su infancia porque debe cuidar a su madre viuda que está muy enferma.
A partir de ese asalto, el protagonista comienza a investigar sobre su barrio y a develar historias que creía olvidadas. Leonardo se sumerge en los años 1976, cuando él sólo era un niño y Argentina estaba sumida en la violencia de la Junta Militar.
La novela de Brizuela dialoga constantemente con el pasado, con los relatos de los torturados, la falta de memoria de Leonardo y de los ausentes que ya no pueden contar su versión de los hechos.
El protagonista se obsesiona con su vecina Diana Kuperman e intenta develar todos aquellos detalles que pasó por alto en su adolescencia. Además de recomponer su propia historia y mirar con otros ojos a su familia y los valores que le fueron inculcados.
Esta novela permite situarse en la dictadura argentina sin dificultades, porque la pluma de Brizuela tiene un ritmo y un estilo que nos hace identificarnos con sus personajes. Además que el autor para este libro realizó un trabajo de investigación basado en archivos de prensa y una tesis doctoral sobre la comunidad judía argentina entre 1973 y 1983. Sin embargo, algunos capítulos de la novela se vuelven tediosos a causa de los tormentos de Leonardo, incapaz de ir más allá en su novela y de combatir los fantasmas de su pasado.El Guillatún
¡Es tan breve esta pieza! Recomienzo da capo. «Répétez, répétez», dice Mme. Dupond, y ríe porque entiendo que debo empezar de nuevo y no «ensayar y ensayar» cuando vuelva a casa, repetir y repetir «hasta que el dedo uno toque la tecla Do sin que la mente lo ordene, hasta que cada nota llegue sola a relevar a la que calla, hasta que Bach se apropie de un rincón de tu cerebro». El rincón en que ahora me refugio para escapar de mi padre.
—Brizuela, 2012, p. 87