El Guillatún

Clandestinos

La machi en contacto con el mundo espiritual - Leonor Pérez

La machi en contacto con el mundo espiritual. Ilustración de Leonor Pérez para El Guillatún

Queridos lectores,

A un gobierno democrático le exigimos transparencia. Exigimos transparencia en la gestión de sus cuentas y en su toma de decisiones. Tal transparencia se volvió una condición necesaria a la legitimidad de un gobierno que pretende estar al servicio de su país. De hecho, hemos llegado a considerar la transparencia como una virtud que no solo debe regir la esfera política sino también nuestras propias vidas. Así, solemos contar nuestra vida íntima en las redes sociales, nuestros amores, nuestra vida familiar y, a veces, hasta cualquier pequeña variación de ánimo. También solemos recitar nuestro número de cédula de identidad a cada compra, a cada conserje, en las farmacias y hospitales y hasta al inscribirse a un inocente club de lectura de la biblioteca municipal. Pero cuando algún escéptico nos pregunta si tal situación no nos preocupa, le contestamos sin duda: «Yo no tengo nada que esconder». Ahora bien, parece que estamos logrando más rápidamente aplicar la transparencia a los ciudadanos que a las instituciones. Y aunque llegáramos a una situación «idílica» de igualdad, ¿estaríamos en lo justo? A diferencia de una persona, una institución no tiene intimidad, y por más que nos apoderemos de sus secretos, no podemos acosar a una institución, no la podemos lastimar ni tampoco encarcelar.

Este mes, los columnistas de El Guillatún abordaron el asunto de los secretos callados de la dictadura militar. Rodrigo Hidalgo evocó los pactos de silencio en su crítica literaria a los cuentos de María José Viera-Gallo titulados Cosas que nunca te dije, mientras que Agustín Letelier analizó la nueva obra del Colectivo Zoológico, No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán, sobre los mecanismos legislativos ocultos de la Junta militar, obra realizada a partir de documentos desclasificados recién el año pasado. Al concluir su reflexión, Agustín Letelier escribe: «Ha pasado el tiempo pero no ha llegado el olvido sino la necesidad de una nueva interpretación de las consecuencias de la dictadura en nuestra sociedad. (…) Hoy aparecen nuevas perspectivas que llevan más hacia una observación de las consecuencias en lo más interior o fundamental del ser».

Hoy en día, nuestra exigencia de transparencia se vincula directamente a la voluntad de restablecer la verdad de aquellos años. Se vincula a la voluntad de luchar contra la impunidad y de hacer justicia. Ahora bien, la memoria de las violaciones de los derechos humanos nos debe enseñar la vigilancia. Nos debe enseñar que el terrorismo de Estado y la abolición de la libertad pasan no solo por el uso de la violencia física sino también por los atentados a la vida íntima de las personas, pasa por una invasión y un control de las creencias, de las convicciones y del alma de las personas. Sin embargo, en aquellos años, verdugos sacaban por la fuerza informaciones que hoy en día los ciudadanos entregan espontáneamente. Por lo tanto, ¿qué pasará si algún día nos volvemos a enfrentar a un poder abusivo, sea éste estatal o empresarial? ¿Bastará con hacer un simple clic en Internet para poder definir quiénes son los que hay que encarcelar? Y sin llegar a una situación tan extrema, ¿qué pasa hoy si una institución quiere perjudicar a un ciudadano que ha expuesto su vida entera en Internet?

Amigos de El Guillatún, la libertad radica también en el derecho a tener secretos y a dejar una parte de su ser en las sombras. La libertad es poder decir lo que pensamos en público, pero es también poder establecer una vida clandestina, fuera de los focos, de las cámaras y de los registros. Es por eso quizás que el arte, cuyo poder es a veces tan poco considerado en tiempo de paz, se vuelve una amenaza de primera importancia en tiempo de dictadura. En efecto, el arte tiene la capacidad de establecer un diálogo íntimo con su público. Un diálogo secreto en el que transmite, más allá de las palabras, símbolos e ideas invisibles que transforman profundamente el ser. Un diálogo cuyos efectos no los pueden medir o registrar ninguna institución. Por lo tanto, queridos lectores, su virtual interlocutor les invita a preservar una parte de clandestinidad en sus vidas.

¡Hasta la vista!El Guillatún

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