El Guillatún

Javiera Peón-Veiga: «La danza atraviesa mi manera de ver y estar en el mundo»

Javiera Peón-Veiga

Javiera Peón-Veiga.

Javiera Peón-Veiga se graduó de psicología en la Pontificia Universidad Católica de Chile el 2002, pero hoy se dedica ciento por ciento a la danza. Con unas ganas que la acompañaron desde siempre —y que en algún momento prefirió desplazar por temor a que su escasa práctica de pequeña en el campo artístico le jugara en contra— a los 23 años optó por instruirse en el baile contemporáneo en Europa. Y lo consiguió. Actualmente se destaca en las artes escénicas como bailarina y coreógrafa, y ha participado en importantes proyectos tanto a nivel nacional, como internacional.

Formada en la London Contemporary Dance School, The Place, y especializada en investigación coreográfica en el Centro Nacional de Danza Contemporánea (CNDC) de Angers, Francia, Javiera asegura que en nuestro país existe una «necesidad imperante por generar más espacios para la danza». Es por esto que volvió a Chile en 2009, cargada de energía para compartir conocimientos y realizar proyectos de diferentes índoles, entre los que destacan Relevo y su participación en el Festival Movimiento6.

Recientemente participó como intérprete en la obra Loop3 e Inventario4, con estreno en el marco del Festival Escena 1, ambas dirigidas por José Luis Vidal. En lo cotidiano, forma parte del grupo Práctica en Movimiento y se desempeña como docente de danza para dos universidades del país.

—¿En qué momento surge en ti el interés por la danza?
—Surge desde pequeña. Viví en Rancagua hasta los 17 años y tenía poco acceso a manifestaciones de danza en ese entonces, pero mis padres me llevaban regularmente al Teatro Municipal de Santiago y, desde ese momento, descubrí algo particular en torno a lo escénico, al cuerpo en movimiento, a la expresión de esos cuerpos y el deseo que me producía imaginarme siendo ellos.

—¿Siempre pensaste dedicarte a la danza?
—No, de hecho comencé estudiando psicología y me titulé incluso. Existió un impulso por revisar en el diario los requisitos para danza cuando estaba en el proceso de decidir qué estudiar, pero me atemorizó el no haber bailado hasta ese entonces (…) Una vez en Santiago, mientras estudiaba psicología, comencé a tomar clases de danza y se fue despertando en mí cada vez más el amor y el deseo por profundizar su práctica.

—¿Qué es para tu vida la danza?
—Creo que, en algún sentido, la danza atraviesa mi manera de ver el mundo y mi manera de estar en el mundo. Está, a su vez, informada por la historia y experiencia que he acumulado. Por eso, me interesa preguntarme por el lugar de la danza en las artes, por su valor en tanto práctica, hoy en día, en nuestra sociedad; en nuestras decisiones institucionales y en nuestra vida cotidiana. Me motivan las grandes posibilidades que la danza otorga para hacernos preguntas sobre la percepción, los sentidos, las dimensiones del tiempo, la consciencia, la eficiencia del cuerpo en movimiento, la mejora en la calidad de vida al poner atención al uso del cuerpo en su relación con la gravedad.

—¿Qué tipo de danza te interesa?
—La que abre espacio a lo indefinido, a la ambigüedad, a la generación de preguntas, a una experiencia que desarticule las maneras preconcebidas o asumidas o predeterminadas para ver las cosas. En ese sentido, una danza que interrogue, y que también se interrogue a sí misma. Que acoja formas no convencionales, que nos aleje de nuestros patrones de conducta y nuestros hábitos; una danza que otorgue otras experiencias y nos aporte con nuevas miradas y perspectivas para leer nuestro entorno. Una danza que no busque la espectacularidad ni grandes virtuosismos. Una danza que abra un campo de potencialidad, más que de respuestas; que abra otras posibilidades para comprender de qué hablamos cuando hablamos de danza. Una danza que resignifique la palabra danza.

—¿Qué opinión te merece el mundo de la danza en Chile?
—Creo que avanza, lentamente y a su modo. Hay harta traba también, pero de todas maneras existe algo que puja y que se desarrolla. Veo a mucha gente joven motivada, creativamente movilizada, sin dificultad para asociarse; curiosa por saber qué están haciendo sus pares y cómo trabajan para nutrirse de ello. Eso me hace reflexionar sobre la necesidad imperante por generar más espacios para la danza, por activar redes con los países vecinos, mejorar la infraestructura para tener residencias de creación regulares y sustentables, dar más valor a la investigación, mejorar las condiciones de trabajo para los artistas de la danza.

—¿Por qué realizaste tus estudios en Europa?
—Dado que no había tenido estudios formales de danza en Chile y que me había estado formando independientemente, sentía que a mis 23 años necesitaba inyectarme danza «a la vena», como decía en ese tiempo. Es decir, tener una formación muy intensiva y de calidad que me pareció podía encontrar en alguna escuela de Europa. A esto también se suma mi gran deseo por vivir fuera de Chile y contar con esa experiencia. Fue así como audicioné en 5 escuelas de danza contemporánea entre Inglaterra y Holanda, y finalmente opté por la London Contemporary Dance School, The Place, en Londres.


Javiera. Foto: Fabián Cambero

—¿Consideras difícil cimentar un camino como artista en Chile?
—Implica hacer varias cosas a la vez. Es decir, intentar expandir lo máximo tu práctica artística de manera que puedas tener un campo laboral diverso, y así tener una vida sustentable como artista. En mi caso —y en el de la mayoría de mis colegas— dar clases es una actividad que te permite tener cierta estabilidad económica y, al lado de ello, puedes realizar proyectos que en gran parte no se sostienen económicamente, pero que son necesarios y urgentes. Ahora, es difícil lidiar con la falta de profesionalización que vivencia la danza, y las artes en general, es decir, la carencia de protección social, de infraestructura y programas para la creación —como residencias, por ejemplo—, la posibilidad de acceder a fondos regularmente. Por otra parte, creo que es responsabilidad nuestra dar un mayor valor a nuestro trabajo y ser capaces de transmitir aquello a través de nuestra manera de negociarlo y valorizarlo económicamente; de ser también capaces de decir que no ante propuestas que no otorgan las condiciones de trabajo necesarias para hacer un trabajo de calidad.

—¿Qué es lo que más rescatas de tu estadía en Europa?
—El acceso a mucha información. La posibilidad de estar inserta en un circuito en red que permite que veas trabajos de diversos coreógrafos, así como puedas viajar cortas distancias y asistir a festivales, tomar talleres, postular a residencias en distintos lugares, todo lo cual te conecta con lo que mucha gente está haciendo y pensando al mismo tiempo. Sin duda, lo anterior enriqueció mis perspectivas y mi manera de hacer la danza. Creo que fue importante ser testigo de la reflexión que se está generando en torno a nuevas maneras de pensar y hacer danza actualmente: sobre nuevos modelos de producción, que tienen que ver con acotar tiempos, con construir marcos de trabajo colaborativos, con generar mayor movilidad y circulación.

—Cuéntanos sobre tu proyecto Relevo, que fue uno de los primeros que realizaste al volver a Chile. ¿Cómo surge?
Relevo es una concepción conjunta con Macarena Campbell y Aische Schwarz, y surge ante la necesidad de generar espacios de trabajo para artistas de la danza. Luego la propuesta se expandió a invitar a 12 artistas de diferentes disciplinas (danza, música, diseño, arquitectura, artes visuales, performance) a trasladar sus procesos creativos a la Galería Concreta y trabajar en vivo, potenciando cruces, influencias, intercambios y relevos entre ellos. El proyecto responde también a la necesidad de abrir los procesos de trabajo al público, a disolver la frontera artista-audiencia, así como a promover otros modos de trabajo, a corto plazo, acordes a nuestra economía y tiempos de producción.

—En relación a lo anterior, ¿qué objetivos concretos existen detrás de la idea de que artistas de otros campos se unan a la danza?
—Me parece interesante la posibilidad de disolver los bordes entre disciplinas. La palabra disciplina en sí misma plantea un territorio diferenciado entre haceres artísticos, que por lo mismo excluye, expele, expulsa más que incorpora. Me parece importante y necesario que las prácticas artísticas aprendan de otras prácticas artísticas, que sean permeables, porosas a los modos de producción y creación en otros medios, que se dejen contaminar y experimenten otras maneras de trabajo, metodologías de creación, perspectivas sobre modelos de producción, de circulación. De este modo, poder experimentar un desplazamiento de los hábitos con que abordamos la práctica artística, sea la que sea, (hábitos muchas veces heredados y cristalizados, asumidos y perpetuados sistemáticamente) y dejar aparecer, así, nuevas formas de experimentar lo que hacemos. En este sentido, para la danza es fundamental colaborar, conocer, intercambiar información y practicar junto a otros saberes artísticos, para expandir el campo de posibilidades sobre cómo pensar y realizar la danza hoy en día, dejándonos afectar más por el contexto en el que y para el que estamos produciendo danza.

—¿Cuáles son tus proyectos actuales?
—Comienzo a tener ensayos en agosto para un proyecto de creación bajo mi dirección, en donde colaboran como intérpretes dos bailarinas y coreógrafas con quienes vengo trabajando hace dos años: Macarena Campbell y Aische Schwarz, y Jonathan Inostroza, actor que también ha trabajado en proyectos de baile. En este trabajo quiero retomar principios y preguntas que me hice durante el proceso de creación del solo /_ || que dirigí e interpreté hace unos años.

—También estoy trabajando como intérprete en una creación de la bailarina y directora Bárbara Pinto, con quien comenzamos el proceso hace unos meses y continuaremos el segundo semestre para estrenar el próximo año. Además, espero continuar con las obras Loop 3 e Inventario 4 dirigidas por José Luis Vidal.

—¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
—Me interesa seguir haciendo clases como actividad transversal, ya que para mí es un espacio muy importante para la exploración (…) También seguir colaborando con artistas de la danza y otros en proyectos asociados al trabajo con el cuerpo, junto con dirigir mis propios proyectos. Hacer crecer y empujar el proyecto de Práctica en movimiento, grupo de artistas de la danza que integro, con el fin de potenciar un mayor intercambio con la comunidad de la danza sobre modos de relación, investigación y colaboración. Poder contribuir en generar mayor asociación a nivel local pero también con actores de la danza en regiones y en otros países. Promover, en este sentido, la circulación y el pensamiento sobre otras maneras de producción y colaboración para la danza contemporánea.

—Finalmente, ¿qué le recomendarías a alguien que quiere estudiar danza en Chile?
—Comenzar a tomar clases antes de estudiar, hay muchas academias, escuelas y centros que lo hacen. Una buena estrategia sería tomar el preuniversitario en danza que se imparte en la Universidad de Chile, ya que te permite tener una visión general en cuanto a la experimentación de diversas técnicas, trabajo de improvisación y composición, para así tener una noción sobre cómo proyectarse personalmente en esta práctica.

—Recomendaría también revisar en detalle el currículum de las escuelas que imparten la carrera, conversar con estudiantes que la estén realizando o bien egresados, de manera de hacer la mejor elección en base a las necesidades propias y el perfil que entrega cada escuela. En ese sentido, ir a ver los egresos de todas las escuelas me parece un buen ejercicio ya que de alguna manera es un reflejo sobre el enfoque de cada institución. Así también, leer sobre estudios de danza, historia de la danza, revisar obras por Internet, ir a ver al teatro y a espacios no convencionales lo que están generando los artistas locales.El Guillatún


Javiera en CCE. Foto: Fabián Cambero
Exit mobile version