Federico Bardauil (27) es un músico argentino nacido en el barrio de Boedo, de la Ciudad de Buenos Aires. Bajo el pseudónimo «Eddie Carney», está próximo a presentar su primer disco, Forastero, un interesante proyecto solista compuesto por nueve temas de rock que nos hablan principalmente de viajes, tanto internos como externos. «Es un disco que apela a lo descarnado, a lo crudo, a lo visceral», según lo describe el autor.
Es sábado a la tarde en la capital argentina. No hay sol y el viento sopla derribando una por una las hojas de los árboles. La ventana del café donde nos encontramos —el histórico Gato Negro— mira a Avenida Corrientes, epicentro cultural de la ciudad. Luces de neón de restaurantes, teatros y cines iluminan a los grupos de personas, que pasan abrigadas hasta los dientes: «Qué frío bárbaro», comenta Federico, al arribar al lugar. Después se pide un blend de té negro sabor chocolate y naranja —especialidad de la casa— y comenzamos a charlar sobre sus proyectos, ideas e inspiraciones.
—¿Cómo surge tu relación con la música?
—Podría remontarme a cuando tenía 7 u 8 años y me obsesionaba el piano de mi abuela, y en reuniones familiares me aislaba de la mesa y me ponía a aporrear las teclas y sacar melodías… Pero, en la práctica, fue a mis 12 años cuando surge mi melomanía como oyente y músico, es decir, como ejecutor de instrumentos y compositor musical. Todo comenzó porque un amigo mío, Rodrigo Jorge, de la escuela primaria, me comentó que estaba tomando unas clases de guitarra y, por identificación, me pareció una buena idea para mí. Me interesó hacerlo, así que mi mamá me regaló una guitarra, una clásica, para mi cumpleaños. Era noviembre de 2001 y estaba terminando el colegio primario. Empecé a tomar clases con el profesor de mi compañero, el músico y artista Marcelo Galindo —de quien estoy muy agradecido— y eso se extendió por 6 años, una vez por semana. Me pasé toda la adolescencia tocando la guitarra y cantando, aunque bastante mal, al principio.
—¿Cómo describirías Forastero?
—Forastero es un disco-concepto, cuyo hilo conductor bien podría ser la vida en la carretera; las vivencias en tierras extranjeras; la experiencia del citadino buscavidas que llega a sus veinte años y se da cuenta que la vida no es sólo el colegio y luego la universidad, y quiere buscar su propio camino y, por lo tanto, necesita salir a la ruta completamente solo a vivir intensamente y a descubrir todo el tiempo lugares nuevos.
—¿El disco es un buen reflejo de los lugares que conociste en Sudamérica?
—No, la verdad que no [se ríe]. Lo que creo que sucede con los temas que hablan de lugares físicos en particular, como Mar del Plata, Pucón, El Río Salí, es que los lugares son utilizados de forma un poco accidental, es decir, como un terreno donde el personaje está teniendo una vivencia. El tema que más se acerca a esa idea de reflejo fiel del lugar, es «Maimará». Esto me hace pensar en Atahualpa Yupanqui, que encontraba la inspiración y la temática en la relación entre el hombre y el paisaje. Esa relación lo era todo para él. El hombre puesto en el paisaje, puesto a recorrer largos trechos a caballo o en mula, triste o alegre, pero siempre a resguardo de esa inmensidad inconmensurable que son los paisajes, en este caso, de nuestro hermoso continente. Escuché mucho a Yupanqui, y he visto y he leído muchas entrevistas suyas y, quizás en parte inconscientemente y en parte aposta, intenté que en «Maimará» sucediera eso.
—¿Cuáles son los géneros musicales presentes en el disco?
—El rock es el género principal del disco. Y, yo creo que, cuando hablamos de rock —y más aun cuando hablamos de rock argentino— no se puede separar del blues y hasta inclusive del pop. En Forastero hay temas que tienen un aire más blusero, otros más popero… Por otro lado, hay una canción que tiene un bandoneón haciendo contracantos y respuestas. Para mí, incluir este instrumento era muy importante porque me gusta mucho el tango y no quería que faltase ese sonido tan esencial de la música rioplatense. También hay otros dos géneros que podrían encajar en el disco, que son el folk y el grunge.
—¿Cómo surge el seudónimo Eddie Carney?
—Surge en febrero de 2014, una tarde de hastío en que uno no tiene nada que hacer en verano. Yo estaba en el Parque Lezama —lugar de mis amores, donde iba con mi abuelo materno todos los sábados cuando era chico— y había comenzado a leer Primavera Negra, novela de uno de mis escritores favoritos, Henry Miller. Justo en la primera página del libro, Miller hace racconto sobre su infancia en el Distrito 14 de Brooklyn, Nueva York, y recuerda a sus amigos de los 12 años, los chicos con los que jugaba en la calle. Uno de ellos era Eddie Carney, de quien decía: «Napoleón [Bonaparte] no es nadie en comparación con Eddie Carney», que le había dejado [a Miller] su primer ojo morado. Justo en ese momento yo tenía el curioso tema en la cabeza de que necesitaba abrir un Facebook y quería un pseudónimo. Y a mí me encantó esa frescura del escritor al evocar cosas tan íntimas, tan inmortales, y dije qué bueno, qué buen nombre Eddie Carney, el primero que le dejó un ojo morado a Miller.
—Entonces «Eddie Carney» viene directamente de una influencia literaria…
—Sí, la verdad es que la relación con la literatura ha sido bastante estrecha en mi vida. Leo y escribo siempre. En una buena parte, esto viene por mi madre, una gran lectora. Ella me leía mucho de chico. Inventaba cuentos, los escribía y me los contaba. Entonces, desde una edad muy temprana, comencé a interesarme en los libros. A fines del colegio secundario, empecé a definir mi propio gusto literario —Bukowski, Kerouac, Miller, Borges, Cortázar, sólo por nombrar algunos— y a escribir prosa, poemas y relatos. Canciones ya escribía de antes, desde los 15, aunque de aquel tiempo rescato apenas dos [se ríe]. También tengo tres novelas cortas autobiográficas aún no publicadas —Memorias de un quemado, Memorias de Atacama y Viaje en busca de la vida en la montaña— y un buen número de poemas que me gustaría llegar a publicar.
—Como ya mencionamos, Forastero es un álbum que habla de experiencias en el extranjero. ¿Es un disco autobiográfico, al igual que las novelas que mencionas?
—Sí, Forastero nace a raíz de experiencias que he tenido en los viajes que realicé, a lo largo y ancho de Sudamérica. Existen temas que fueron escritos aquí, en Buenos Aires, que también hablan de vivencias y puntos de vista sobre la vida. Por lo tanto, podría decirse que el disco es una radiografía de mí mismo bastante fiel.
—¿Qué te interesa transmitir con tu música?
—Es bastante simple: me interesa transmitir un momento de mi vida que abarcó experiencias que realmente me edificaron como ser humano y que me marcaron mucho.
—¿Qué podrías contarnos sobre el proceso de grabación del disco?
—Podría contarte mucho y lo haría con gusto, porque el proceso de grabación de Forastero para mí fue algo totalmente feliz. Lo esperé durante años con mucho deseo y paciencia. De los 20 años a los 25 estuve viviendo muy poco en Buenos Aires —trabajé como refugiero en una montaña al sur de Argentina, viví 1 año y medio en Bolivia, viajé por Sudamérica— y no tenía recursos económicos ni instrumentos para grabar. Por lo tanto, esperé mucho para hacer mi primer disco. El proceso de grabación comenzó en invierno de 2014 cuando me fui a hacer las primeras maquetas a Mar del Plata. La segunda etapa fue a comienzos de 2015, junto a Federico Mastronardi, colega y amigo, quien me ayudó mucho en la pre-producción de los temas de una manera muy casera, en su cuarto, en el Barrio de Núñez. Y en un momento pensamos que el disco iba a ser eso, esa misma pre-producción. Luego, Hernán Fridman me dio la idea de grabar el disco de una manera más profesional, en un estudio y, por lo tanto, invertir un poco más de dinero, lo cual fue la parte más dura [se ríe]. Ahí me contacté con Dante Frágola (ingeniero de sonido), y decidí grabar en el estudio El Sonido Real. Así que armé la banda con Hernán Fridman (bajista) y Gody Nápol (baterista), y a fines de julio empezó la grabación de Forastero. Aprendí mucho de cada persona que participó en este proyecto, y de mí mismo también. Fue una escuela para mí.
—¿Cómo recomiendas escuchar tu disco?
—Me gusta imaginarme que alguien agarre la carretera, hacia el norte, hacia el sur, hacia donde sea, y ponga Forastero en el estéreo del auto, montañas al costado, pampa u océano. Este es un disco que está muy signado por los viajes, por la vida nómade, por las experiencias a lo largo y ancho de Sudamérica y esa me parecería una buena manera de ser escuchado. También, obviamente lo podés escuchar en tu casa o caminando por la calle con auriculares. Lo que sí, me parece que es importante tratar de tomarse los 36 minutos que dura y escucharlo de corrido, porque hay un concepto en él.
«OJALÁ CADA VEZ SURJAN MÁS BANDAS DE ROCK ARGENTINO»
—¿Aún existe el rock argentino?
—El rock argentino como tal, no creo que siga existiendo. La mayoría de los artistas que conformaron esa corriente están muertos y, por lo tanto, hoy en día me parece que está más muerto que vivo. En mí, y en las personas a quienes esta música realmente las ha marcado e influenciado, es inmortal. Pero decir un sábado a la noche: «Voy a ir a escuchar rock argentino»… Probablemente te encuentres con una tumba y una cruz [se ríe]. Además, creo que en un momento comenzaron a haber muchos más productos que artistas. En un momento todo comenzó a basarse más en la venta y en el negocio. Creo que eso también marcó un poco el final de lo que se conoce como rock argentino, obviamente a la par de las muertes de sus grandes referentes. Sí puede surgir un rock argentino nuevo. Y ojalá que cada vez surjan más bandas, y las generaciones venideras puedan decir: «Esta banda me va a gustar toda la vida», como nosotros lo decimos.
—¿Qué opinas sobre la escena musical porteña actual?
—Creo que hay cosas muy interesantes para ver. Yo no soy una persona muy «salidora», muy de andar buscando todo el tiempo nuevos músicos, como son algunos de mis amigos. Sí estoy al tanto de la música actual, donde hoy en día predomina el indie, género por el cual no me siento demasiado atraído. Si me pongo a pensar en el último artista que me interesó en todas sus facetas fue Karina Vismara, cantautora de folk. Me gustó mucho cómo tocaba la guitarra acústica, me gustaron sus temas y veo que está surgiendo bastante del under. También, hace poco fui a ver Ensamble Chancho a Cuerda, que instrumentalmente me voló la cabeza. Me pareció muy interesante, muy bueno, muy bien elaborado y ejecutado, y con muy buena calidad a nivel instrumentistas. De los trovadores actuales, me gustaría nombrar a Sofía Viola. Además de un magnetismo con el público que hoy en día no he visto en ningún otro artista, ella tiene unos temas muy lindos y una visión muy auténtica y crítica de la realidad. Ahora, en lo que es el «rock», la verdad es que no suelo encontrar bandas o una banda que me parta la cabeza, que me dé un cross en la mandíbula, digamos, en todo sentido, es decir, que me guste la música, la lírica, el concepto, los instrumentistas, la estética… No me pasa.
—¿Cuáles son tus influencias musicales más marcadas?
—Si escuchás Forastero, creo que vas a darte cuenta de que las influencias más marcadas provienen del rock argentino y del rock británico. Cuando tenía 12 años, mi papá me dijo: «Tenés que escuchar estos dos temas». Eran «The End», de Los Doors y «Goodbye Blue Sky», de Pink Floyd. Me partieron la cabeza y desde ese momento, el rock de esa época se metió en mis venas para siempre. Sin embargo, no me cierro a un solo estilo musical. Mis influencias vienen de diferentes géneros: Led Zeppelin, Creedence, Eric Clapton, Jimi Hendrix, Los Beatles, Tom Waits, Bob Dylan, Neil Young, Leonard Cohen; Charly García, David Lebón, Serú Girán, Luis Alberto Spinetta y sus bandas, Color Humano, Soda Stereo, Gustavo Cerati, Manal, Vox Dei me gusta mucho también, Pappo, Los Héroes del Silencio y Enrique Bunbury solista. También me gusta mucho el tango, por herencia y cuenta propia. Al igual que el flamenco, sobre todo Paco de Lucía; el jazz, el folclore latinoamericano, especialmente Atahualpa Yupanqui. El blues tradicional me encanta. La música clásica también me conmueve mucho: Chopin, Mozart, Beethoven, Tchaikovsky, Erik Satie, Stravinsky, Listz. En fin, como escribió Nietzsche: «Sin música la vida sería un error». Y eso que él no escuchó a la mayoría de los que acabo de nombrarte [se ríe].
—¿Qué conoces de bandas chilenas?
—Si se trata de música chilena, se me vienen a la cabeza los dos grandes referentes chilenos de foklore latinoamericano, que son Víctor Jara y Violeta Parra. Me gustan mucho. Luego, con respecto al género que a mí más me atañe, o sea al rock, escuché a Los Prisioneros, no todo, pero unos cuantos temas. Los Jaivas, Los Tres, el grupo Congreso… Esos son los nombres que más me gustan, pero también hay otros. Chile es un país por el cual tengo mucho cariño, tanto por su gente como por sus lugares. He ido varias veces a Chile (Santiago, Valparaíso, Temuco, Iquique) y, en una ocasión, inclusive, me quedé a vivir y trabajar una temporada en San Pedro de Atacama e hice muchos amigos, con los cuales hoy en día sigo en contacto. También, uno de los temas de Forastero transcurre en Pucón. Así que Chile es un país muy querido para mí.
—¿Qué expectativas tienes con tu disco?
—Me gustaría encender algo en alguien. Despertar algo en alguien. No quiero venderme a mí mismo, ni hacerme famoso ni tener una cantidad equis de likes en mis temas. Lo que me importa es mostrar una voz sincera, que no tiene miedo de hablar de sus dificultades psicológicas para relacionarse con el mundo; una verdad cruda de la realidad y del entorno, pero, al mismo tiempo, una verdad constructiva sobre uno mismo; algo sin máscaras y que pocas veces encuentro cuando voy a mirar bandas o artistas contemporáneos. Y obviamente también busco que los temas estén buenos, y que quien escuche el álbum pueda decir que le gusta y quiera escucharlo de principio a fin.
—¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
—El futuro más cercano es el 2 de julio, fecha en que presento Forastero en Club Plasma (Piedras #1856, CABA), junto a mi banda y a los músicos invitados que grabaron en el disco. Luego, me gustaría seguir tocando el álbum y componiendo canciones. Por otro lado, estoy armando un segundo disco que posiblemente se llame Óxido en las durmientes, que también va a tener muchos temas basados en experiencias en viajes. Además me gustaría seguir nutriéndome como músico, seguir creciendo… No descarto en algún momento comprarme una buena guitarra clásica e ir a aprender flamenco a España, o el sitar a la India [se ríe]. El futuro es muy vasto e incierto.El Guillatún