Este año, el de la serpiente, ha sido el gran año de Felipe Grandón. Se creyó el cuento y se tomó el trabajo en serio, a pesar de nadar contra la corriente y sin dinero. Para hablar de la música de Felipe, es necesario contar que es lector de Bolaño, Kundera y Cortázar, así comprendemos y ahondamos en su primer y exitoso disco La Botánica del Asfalto, un conjunto de canciones rockeras con guitarra de palo, que asemejan a un libro divido en capítulos en donde habitan historias de otros, escritas y contadas, por un joven cantautor.
Felipe es un tipo sencillo y joven (26). Ingresó a estudiar teatro en la Universidad Católica el año 2006, pertenece a la compañía La Mala Nueva y hoy trabaja como jefe de sala en el Anfiteatro Bellas Artes Viajeinmóvil. Pareciera que todo esto fuese su lado A, su prioridad, pero no, su principal motivación es la música. «Uno hace las cosas que quiere y puede hacer, podría estudiar o trabajar en otra cosa, pero para qué. Si no hago música, no sé qué más podría hacer. Cada uno sabe para lo que es bueno y eso importa».
El 29 de junio en la Sala Master de la Universidad de Chile, Felipe presentó su primer disco La Botánica del Asfalto, que contó con la colaboración del músico Javier Barría en la producción y en algunas composiciones, incorporando sus particulares riffs de guitarra eléctrica. «Javier colaboró en los arreglos y estuvo de invitado para el lanzamiento. Le gustó el proyecto y ahora es parte oficial de la banda».
La Botánica del Asfalto se puede descargar desde su página web y escuchar en vivo en el Auditorio Projazz, este viernes 22 de noviembre a las 19:30 horas, en donde repasará completa su placa debut y algunos temas de su próximo disco.
LA FICCIÓN DE FELIPE
—¿De dónde viene tu lado rockero y en qué momento se cruza con la «guitarra de palo»?
—Yo vengo de un lado grunge, con Nirvana bien presente. En el colegio tenía una banda y tocaba batería. Ya más grande agarré la guitarra de palo y encontré que era alucinante el mundo en torno a la composición. Mis primeras canciones eran muy malas y eso me traumó. Dejé de escribir y me demoré sus buenos años en confiar en mis letras. No creía en ellas.
—¿Qué hizo que confiaras y llegaras a componer melodías y letras con variedad de matices, tanto en lo sonoro como en lo lírico?
—Cuando entré a estudiar teatro, mi enfoque cambió. Me fui en la volá de las narraciones, de los testimonios y las ficciones, eso me ayudó mucho a despegarme del yo. Pasé de lo biográfico a escribir sobre cosas que se me ocurrían, historias de otros y en perspectiva. Me hice la pregunta de por qué el cantautor está tan ligado a escribir lo que siente y a mostrar ese sentimiento frente al mundo. Por ejemplo los dramaturgos, ellos colocan su opinión pero en una ficción y tú como espectador puedes llegar a saber qué opina el autor del mundo. Esa forma menos expuesta del yo, me acomoda más.
—¿Qué música escuchabas en ese tiempo?
—Juana Molina, Bob Dylan, Regina Spektor, me gustaban mucho las letras que construían personajes.
—En tu música hay una suerte de teatralidad o de dimensiones que logras construir con tu voz. ¿Fue consciente o un resultado inesperado?
—Yo siento que quería un disco así, en donde fuese importante la distinción entre las canciones, los cambios de atmósferas, de letras y sonoridades. Hay letras muy jugosas y elevadas, y otras en sintonía mucho más baja. Intenté hablar de muchas situaciones, personas y estados distintos.
—¿Cabes dentro de un estilo o no te gusta la definición?
—Es difícil esa pregunta, creo que lo que hacemos es bien rock dentro de lo acústico que puede ser. Un rock con guitarra de palo.
—2013 ha sido tu año.
—Sí, así es. El año 2012 tomé la decisión de hacer bien las cosas. Estuve mucho tiempo tocando solo y sentía que la cosa resultaba en vivo, que había algo importante que se estaba gestando. Dejé proyectos teatrales para invertir en la música, decidí darle plata y tiempo, busqué a Javier para que me ayudara y traté de hacer todos los pasos para tener un disco profesional. Postulamos a los famosos fondos del estado, pero no salieron. Dije chao, hagámoslo sí o sí, tenía un poco de plata y la invertí. Ahora estoy pobre, pero bien contento.
—Tus letras ¿una bandera de lucha o más hacia la definición de autor?
—Definitivamente no soy un abanderado, no soy un panfleto con guitarra. He intentado hacer canciones con temas más explícitos, pero no me ha resultado, aun no me siento cómodo en ese terreno. Siento que una canción no es el mejor lugar para exponer una bandera de lucha, quizás sí en un libro, una crónica o un documental en donde te puedas explayar. No creo que alguien escuche una canción sobre la injusticia y salga de su casa a arreglar el mundo.
—¿Cuál es tu volá entonces?
—Mi volá es tocar.
—¿Y tu elección?
—Las cosas que me llaman la atención. Un gesto mucho más natural y espontáneo.
—¿Qué lees?
—Estaba leyendo harto a Bolaño, incluso hay varias ideas o imágenes que rondan una canción del disco. La insoportable levedad del ser, de Kundera, también habita por ahí. Hoy por hoy estoy leyendo a Cortázar con 62 / Modelo para armar.
—¿Qué música estás escuchando?
—Uf, estoy pegado con Stevie Wonder, incluso tengo la entrada para ir a verlo. También Tame Impala, Pixies, Jorge Drexler, Nirvana y Natalia Lafourcade.
—¿Qué otras cosas aparte de la música y el teatro, te gustan hacer?
—Soy un tipo limitado, me gusta la música y el teatro. La paso bien haciendo todo lo que tenga que ver con música, desde producción hasta ensayar, si pudiera hacer esto por siempre y generar plata para vivir, sería la cosa más maravillosa sobre la tierra. Me acuerdo del documental de Buena Vista Social Club en donde ellos dicen que su sueño era viajar por el mundo tocando música y tener algo de dinero para vivir tranquilos. Sólo a los empresarios les interesa ser millonarios, a uno le interesa vivir tranquilo.
—¿Tu vida es un poco así?
—Sí, vivo con mi hermano y tratamos de que sea un poco así. Bien piola.El Guillatún