Melisa Miranda se define profesionalmente como montajista. Es ahí, cortando y editando escenas, uniendo diálogos, donde se siente más cómoda. Pero se volvió directora para hacer Médula, y así contar la historia de su madre, que también es la suya y la de sus hermanos.
Hace un poco más de tres años, la madre de Melisa sufrió un derrame cerebral. Después del accidente, tuvo que aprender todo de nuevo: caminar, hablar y, lo más difícil, reconocer a su familia. Melisa quería hacer algo con la historia, pero no tenía nada claro. Hasta que un día, revisando fotos y cámaras, se encontró con un registro de su madre, el único video que tenía de ella antes del accidente. Ahí estaba su madre —callada, sin querer mirar a la cámara, pese a que su hijo se lo pedía—, esa mujer que no alcanzó a conocer, a saber qué le pasaba, ni cuáles eran sus penas.
Ese video le dio forma a un proyecto que terminó llamándose Médula —corto documental que fue su proyecto de título de la Escuela de Cine de la Universidad de Chile—, que ha ganado premios en distintos festivales nacionales (Festival Internacional de Cine de Iquique, Surdocs y Cine B) y ha sido exhibido en el International Documentary Film Festival Amsterdam y en el Latin American Short Film, de Berlín. Ahora último, ganó el premio a Mejor Corto Documental en la cuarta edición del Festival de Cine de Mujeres.
—¿Por qué decidiste trabajar con una historia tan personal?
—Empecé a recrear imágenes en mi mente. Porque la historia de mi madre, era muy visual. Además, encontrar el video de ella (que sale en el corto) fue muy importante. Además, a mí me gusta más el proceso de montaje, pero con esta historia sentí que tenía que hacerla yo.
—¿Cuáles son los riesgos de trabajar con historias personales? ¿Qué tan expuesta quedas?
—En el rodaje no me fijé mucho, estaba preocupada de que todo saliera bien y el equipo me ayudó en eso. Pero en el montaje me perdí un poco, porque empecé a racionalizar las emociones de lo que habíamos grabado. Pero nunca quise exponer a nadie, ni a mis hermanos, ni a mi madre. Por ejemplo, nunca quise mostrar a alguien llorando.
—Eso es muy notorio en el corto, hay ocasiones en que alguien comienza a llorar y la cámara se va para otro lado.
—Claro, mis profesores me decían que le faltaba emoción, que buscara más por ahí. Pero yo no quería eso, es muy fácil mostrar el llanto, en cambio quería buscar por otro lado.
—Hay una escena en que tus hermanos van en la camioneta y el plano se cierra en tu hermano chico mientras los demás le dicen que grite por la ventana.
—Yo vivo en el Cajón del Maipo y cosas como esas son normales. Pero claro, en el corto es importante porque éramos un grupo de niños, mi mamá era el único adulto presente, entonces esa escena refleja algo así como la forma que teníamos para expresar las cosas, las emociones. Que era así, gritando.
—Al ser una historia personal y bastante fuerte, ¿cómo controlabas tus emociones y las de tus hermanos? ¿Cómo separar a la directora de la hermana y/o la hija?
—Yo igual me cuidé en el documental, por eso no aparezco mucho. Pero en general nunca fui una directora así completa, sino que me apoyé en el equipo, que fue muy bueno. Entonces esa separación de roles no la tuve ahí, sino que apareció después, en el montaje.
—¿Cuáles fueron los límites éticos que te planteaste a la hora de grabar a tu madre?
—El límite estaba en el montaje. Porque cuando grabamos, grabamos mucho. Tenía escenas que sabía que no iba a ocupar, escenas donde mi madre salía diciendo garabatos o cosas así. Pero fui muy cuidadosa en el proceso.
—Tres de los cinco cortos documentales de la competencia abordaban temas familiares y personales. ¿Por qué crees que sucedió eso?
—Creo que las mujeres necesitamos contar algo honesto. Entonces es lógico que al ser un documental uno mire a la familia.
—¿Cuál es tu opinión respecto a los festivales de cine de género?
—No me gustan. O sea, bien que los hagan y una entiende que el objetivo es bueno y todo. Pero creo que para los años 80 y los 90 estaba bien tener esta separación de festival de mujeres. Pero ahora no creo que sea tan necesario. Si lo que quieren es apoyar la realización de películas de mujeres, creo que lo mejor es que pongan plata para que haya más oportunidades para nosotras.
—Has presentado Médula en distinto festivales y países ¿Cómo ha sido la recepción del público?
—En Ámsterdam, cuando terminó el corto, hubo un silencio bien largo, como incómodo, y luego la gente empezó a aplaudir de a poco. En la conversación con el público, todos me preguntaban por mi mamá, cómo estaba yo y mis hermanos, cosas así. Eso es común, normalmente me hacen más preguntas personales que de la película misma. Igual lo entiendo, pero en mi familia estamos bien. El tiempo que ha pasado desde que grabé Médula hasta que empezó a mostrarse en festivales ha sido harto, pero eso la gente no lo sabe y se preocupan. Pero no sé, ya pasó. Por muy fuerte que sea la historia, son cosas que le pueden pasar a cualquiera, le pasó a mi familia y ahora estamos todos bien.
—¿En qué estás trabajando ahora?
—Fui asistente de montaje de Andrea Chignoli en Propaganda, que se estrena ahora.
—¿Y como directora?
—Nada por el momento. Igual he tenido una especie de presión para que dirija de nuevo, por los premios que ha tenido Médula. Pero la verdad es que no me quiero apurar, ni hacer algo porque sí. Cuando sienta la necesidad de hacer algo nuevo, de contar algo, lo haré.El Guillatún