En la 33ª versión de la Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa), el invitado de honor es el lector. Filsa pa’l que lee, con guiño a las letras que se escriben en las murallas de la ciudad, es la frase que invita a participar de los 17 días que combinan lanzamientos de libros, reediciones, foros, conversatorios, música, cine y fotografía.
Una de las novedades que tiene la feria en la Estación Mapocho es la redistribución del espacio clásico en que se desarrolla este evento anualmente. En esta ocasión se decidió ampliar los pasillos, cuestión que se agradece considerando la cantidad de público que asiste (este año se esperan 300 mil personas) y el volumen de las bolsas donde aguardan los textos recién comprados.
Otro punto positivo en relación a la nueva asignación espacial, es la creación del Salón Infantil y Juvenil. Éste se ubica al costado derecho del monumento nacional y además de tener las secciones editoriales para los menores de edad, ofrece un sector de juego para los niños y un —rico, pero pobre— local de helados.
Este año se creó una nueva sala que no es sala, sino que es un domo. Está en la explanada frente al ingreso, tiene un pequeño escenario circular, rodeado de dos galerías metálicas y una decena de mesas con sus respectivas sillas. Ahí se presentan principalmente comediantes.
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La exposición fotográfica de Alejandro Olivares, The Clinic people, es la encargada de mostrar las caras y los disfraces de aquellas personas que llamamos compatriotas. Son fotos publicadas en el semanario The Clinic, donde posan desde políticos hasta jóvenes delincuentes, pasando por sujetos como «el divino anticristo» que ya forma parte del imaginario kitsch de la ciudad de Santiago.
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La poca innovación en el diseño de los stands ya es una constante. Si se decide buscar diferencias se puede decir que hay locales grandes y monótonos y locales pequeños y monótonos. Editorial Alfaguara es la única que innova y se agradece, ya que después de visitar tantos cuadrados semejantes, la frescura del rectángulo con un semicírculo en base de madera y sellado en una tela semitransparente llama la atención del visitante.
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Para pasear y pasarlo bien no es necesario estar al aire libre. Filsa es un buen ejemplo de que esta noble actividad se puede hacer bajo techo. Chile es un país pequeño y al transitar entre los libros esto se corrobora. Basta finalizar un recorrido completo al lugar para recordar que en el camino uno se cruzó con aquellos personajes que aparecen en la televisión, se escuchan en la radio y se leen en los diarios y revistas.
A modo de ejemplo cito mis recorridos del fin de semana:
- Bajo las escaleras para acceder al cuerpo de la estación que antiguamente unía a Santiago del resto de Chile y veo dos jóvenes sacándose fotos con la aún más joven Karol Cariola.
- Chinoy responde las preguntas sobre el horario de su presentación a un grupo de chicas rubias y al primer descuido escapa a algún lugar que no logro identificar.
- Marcelo Pablo Barticciotto llega a la presentación del libro Soy del Colo, de Esteban Abarzúa. La gente que repleta la Sala de las Artes se olvida del libro, del autor, del resto de los invitados que componen la mesa de conversación y se trasladan a un sector intermedio entre un estadio y una sala de conferencias: gritan, cantan y hacen chiflidos, para luego caer en un silencio culpable y escuchar a los presentadores.
- Stand de Editorial Planeta. Nicolás Copano firmando libros, Nicolás twitteando que está firmando libros, Copano twitteando que vayan donde él está para que les firme el libro, Nicolás Copano retwitteando las fotos de las personas con sus libros firmado por él.
- Un comediante vestido del cura Hasbún en la presentación de la reedición de Pinochet Ilustrado, de Guillo. El doble del padre más famoso de la dictadura lanza las mismas frases que éste en los años ochenta. La diferencia es que antes actuaba como imperativo moral y hoy producen risa. Discurso + tiempo = humor.
- Más de diez niños esperan que aparezca el mago. Más de diez padres esperan que aparezca el mago. Los niños no saben que el mago es también humorista, pero eso no les importa. Los padres tampoco lo saben. Cuando se enteran, producto de los primeros chistes de Edo Caroe, se muestran preocupados por el lenguaje empleado en el domo de la palabra. Después los chistes, negros, obscenos, realmente graciosos, terminan por hacer reír a los padres y el lenguaje da lo mismo y los niños no entienden o fingen no entender y se quedan con la magia.
- Una pareja de señoras, pasadas ya de los cincuenta, corren hasta chocar con Pablo Simonetti. Que vienen todos los años por su autógrafo, que les da lo mismo llegar en metro ya que no tienen donde estacionar el auto, que el calor no es excusa y que aman sus libros. Él las mira, sonríe y dice gracias, gracias, gracias y gracias.
- En la sala Camilo Mori Fernando Atria habla del modelo, de la carta y del cambio. Que está obsoleto, que no sirve y que es necesario. Y la gente aplaude. El profesor de derecho como un rockstar en un foro que años atrás sería inviable pero que hoy llena la sala.
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El domo en la calle, los discursos sobre las políticas públicas, los humoristas, las fotos de chilenos disfrazados de chilenos. La «operación umbrella» de Nicanor Parra en el centro del lugar con un O’Higgins de paraguas en la mano y arriba del caballo. El fútbol, las camisetas, los gritos de estadio. Filsa pa’l que lee y pa’l que no lee también. La feria es más que llegar a comprar libros. La literatura nunca se ha tratado de textos dispuestos en estantes. La literatura es la vida misma, ruidosa y con la suciedad del lenguaje contemporáneo. La literatura no son sólo señoras que copan los pasillos mientras caminan atareadas con tanta bolsa y novelas. La literatura es fútbol, fotos, gritos, sangre, política y calle. La feria no sólo recibe con honores a los lectores, sino que los sale a buscar a la calle, porque sin lectores no hay literatura.El Guillatún