El Guillatún

Sasha Rozhdestvensky: «Johannes Brahms hizo la música más humana»

7 y 8 de junio – Teatro Universidad de Chile

Dueño de talento, pasión inconfundible y sonido refinado, el violinista ruso Sasha Rozhdestvensky asombrará nuevamente al público chileno este viernes 7 y sábado 8 de junio en el Teatro Universidad de Chile. Junto a la Orquesta Sinfónica de dicha casa de estudios, y bajo la dirección del reconocido Maestro alemán Eckart Preu, interpretará uno de los conciertos para violín más tocados en el mundo, el Op. 77 de Johannes Brahms.

Admira y lee a Pablo Neruda, Gabriela Mistral e Isabel Allende. Se considera un amante de la cultura chilena. Llegó al país por primera vez en 1999, cuando conoció Tierra del Fuego, el desierto de Atacama y la ciudad de Valparaíso, quedando atónito con su belleza. Sasha Rozhdestvensky (43), uno de los mejores violinistas rusos del momento, retorna a su querido Chile para interpretar un famoso y complejo concierto para violín.

En el seno de una familia de músicos, Sasha parecía estar predestinado a continuar esta senda artística. Su padre, Gennady Rozhdestvensky, fue director del Teatro Bolshoi y su madre, Viktoria Postnikova, pianista. A los 7 años comenzó a estudiar violín en la Escuela Central de Música de Moscú, luego continuó en los Conservatorios de Moscú y de Paris y en el Royal College of Music de Londres.

Durante su exitosa carrera artística, ha participado como solista junto a grandes orquestas del mundo. Entre ellas destaca la Boston Symphony, la London Symphony, la Israel Philharmonic, la Orchestre Philharmonique de Radio-France y la Mariinski de San Petersburgo, bajo la batuta de directores como Vladimir Ashkenazy, Jean Claude Casadesus, Valery Gergiev y Anton Nanut.

Vive en tres ciudades a la vez: Zurich, Londres y París. Su país sólo lo visita por motivos laborales, ya que siente descontento ante la realidad actual que vive Rusia, donde según él, la música y arte en general ya no son apreciados.

-¿Cómo recuerda su debut con la Sinfónica de Chile en 2009?
Yo tengo muy buenos recuerdos de ese debut y aprecio mucho el interés que hubo en ese entonces para tocar el Concierto Nº 4 para violín y orquesta de Alfred Schnittke. Era un estreno en América Latina. Fue muy importante para mí y estoy feliz de estar de vuelta. La orquesta es muy buena y los músicos muy simpáticos. Tengo muchos amigos acá.

-¿Cómo fue el recibimiento del público en aquella instancia?
Muy bueno. Yo tenía un poco de miedo porque el concierto no era conocido como el de ahora, el cual es más «fácil» de entender para el público. El concierto de Schnittke era complejo. Algunas personas me felicitaron, eso me emocionó.

-¿Qué destaca del conjunto orquestal chileno?
Me gusta que en esta orquesta no haya un «muro» entre músicos, porque a veces se siente la diferencia de que uno es extranjero, solista que viene y se va. En este sentido trabajamos como música de cámara, el ambiente es más íntimo.

Lo que observé durante el ensayo para los conciertos de este fin de semana, es que cada músico siente placer de tocar. Eso se nota y considero que es lo más importante. Cuando toqué con algunas orquestas conocidas a nivel mundial, sentí que los músicos se preocupan solamente de su trabajo. En el caso de la Sinfónica de Chile, por supuesto que predomina el trabajo, pero también se percibe el goce de tocar música.

-Acerca de la presentación que lo trae de vuelta a nuestro país, Concierto para violín, op. 77 de Johannes Brahms, ¿cuál es la dificultad de este concierto para el solista?
La dificultad está en la presión del conocimiento, es decir todos conocen cada nota de la obra de Brahms. Yo creo que cuando tú conoces una obra tienes una visión de ella. A veces resulta difícil alejarse de la obra y escucharla como si no la conocieras, eso es un desafío sobre todo para el músico.

-¿Por qué esta obra es tan tocada por grandes violinistas en el mundo?
Es uno de los mejores conciertos para violín de la historia en cuanto a forma, perfección, orquestación, balance entre orquesta y solista.

-Según varios críticos Brahms es uno de los mejores compositores alemanes, junto a Bach y Beethoven. Según usted, ¿cuáles son sus principales aportes musicales?
Primero que todo es un genio al igual que Beethoven y otros músicos alemanes. También destaco en Brahms su humanidad y sobresale igualmente por su orquestación. Él tiene un talento para encontrar temas musicales. Si escuchas una obra por primera vez tienes la impresión de que ya lo conoces, la sientes familiar, eso indica que esa pieza musical es más «humana».

-En algunos países y ciudades europeas se ha vivido una especie de crisis de la música clásica respecto de la concurrencia de público y el fomento económico a conjuntos musicales debido, principalmente, a la crisis económica. ¿Cuál es el panorama musical que vive actualmente Rusia?
Ahora se habla mucho de crisis y no me gusta. Seguro que hay crisis, sin embargo no me preocupa tanto la escasez monetaria porque puede haber una orquesta con pocos recursos -situación que impide invitar a directores- pero se puede encontrar solución. Yo creo que en general más que crisis económica existe una falta de interés. También noto una falta de ser humano, ser uno mismo con la música y apreciar las cosas sencillas.

Por eso me gusta mucho lo que hago. Yo trabajo en el Colegio Real de Londres y hago clases en el Conservatorio de Ginebra para justamente apoyar y difundir el interés por el arte. El aprendizaje no consiste solamente en aprender a tocar violín más rápido, sino en apreciarlo y sentirlo. La técnica se ha privilegiado mucho en los concursos de música actuales donde ven a la música como competencia, algo que en realidad no debiera ocurrir.

-Por otro lado, el otro actor de esta crisis es el público. ¿Nota un menor interés?
Sí, pero no es culpa del público. No sé cómo es acá, pero en otros países los conciertos de música clásica no valen tan caros, pese a ello se ven salas que nunca se llenan. Algunos dicen que la escasez de público se basa en la mala o poca publicidad, pero en realidad es porque hay mala educación en general.

En este sentido, los músicos tienen gran responsabilidad ya que muchos de ellos sólo piensan en la perfección técnica. No digo que haya que tocar desafinado (risas), el nivel técnico siempre debe estar muy alto, pero desafortunadamente en algunos predomina la técnica para sonar perfecto. Lo que ocurre ahí es que el alma está apagada, el trabajo se vuelve muy cerebral. Entonces cuando un solista o director muestra esa actitud sobre el escenario claro que nada pasará con el público.

Por eso en el rock puedes tener un grupo malísimo, pero que tiene mucha presencia o algo «especial» que lo irradia en sus actuaciones. Esa puesta en escena hace que la gente sienta ganas de volver a escucharlos a ellos o a otro grupo similar. El público quiere sentir emoción.

-Justamente sobre la música popular, ¿por qué tiene una afición por la música latinoamericana y chilena?
La música latinoamericana tradicional es muy distinta. Tiene una mezcla muy interesante entre la música folclórica, barroca, europea, popular. Me encanta su variedad rítmica y sonora.

Antes hablábamos de Brahms, haciendo una analogía, su nombre no habría existido sin la música húngara. Ahora los clásicos separan la música clásica de la tradicional. Lo cierto es que no existe tal barrera, sólo existe música buena o mala. Es posible encontrar buena música en el pop, rock, electrónica, como en todo. No hay que cerrarse a un estilo musical.

A los músicos clásicos nos falta saber improvisar y «exprimirse» en el escenario.

-¿Ha actuado antes bajo la dirección del maestro Eckart Preu?
No, primera vez.

-¿Cómo se toma esta experiencia de trabajar con él?
Me gustó mucho tocar con él. Durante los ensayos compartimos nuestras ideas. Eso siempre es interesante, porque siento que este mismo concierto en Alemania me produce otra sensación. Acá uno puede conocer distintas personalidades y puntos de vista.

Preu es muy buen director, simpático y talentoso.

-¿Cuáles son sus próximos proyectos o conciertos?
Yo tenía un proyecto muy interesante con la Orquesta Ciudad de los Reyes en Perú, con la cual pensábamos hacer el Camino del Inca tocando en cuatro estaciones poemas en aymara y quechua. También en la ruinas de Machu Picchu. Desafortunadamente eso se anuló en último momento, ojalá lo retomemos el próximo año.

Por ahora, quiero visitar su país maravillo, especialmente conocer Isla de Pascua y Torres del Paine. Después daré un concierto en Ginebra, Suiza.

-¿Dónde reside actualmente?
Vivo en tres ciudades a la vez. París siempre es mi hogar. Llegué a esa ciudad hace 20 años, me encanta porque se pude vivir la Belle Époque, época de oro de 1920. Durante ese periodo y hasta ahora el arte tuvo mucho realce. También vivo en Zurich, Suiza y Londres, donde hago clases.

-¿Por qué no vive en su país natal?
Lo visito sólo por los conciertos, pero no me gusta la Rusia de hoy. No soy político pero en parte no me gusta el panorama actual por el que pasa mi país, donde hay problemas de corrupción, pero además hay poco interés por la humanidad y el arte en general.

El arte tiene poco espacio porque es el dinero el que impera. El dinero mata un poco el arte.

Colaboración de Carolina Escobar, CEAC Universidad de Chile.

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