Tan lejos, tan cerca: Reflexiones de una semi-turista sobre teatro chileno
Es extraño ser turista en tu propio país. Hay lugares y costumbres que se te hacen cada vez más extraños, y al mismo tiempo hay relaciones que se mantienen tal como las dejaste la última vez que viniste; como con la familia, los amigos o el manjar. Es en esa dimensión borrosa entre lo dinámico y lo perenne que sitúo mi relación con la escena teatral local.
Cada vez que he visitado Chile —Santiago para ser más precisa y desafortunadamente centrista— aprovecho la ocasión para ver los montajes en cartelera, asistir a ensayos, conversar con mis queridos amigos-colegas y en el fondo cachar el mote. Esta vez, después de seis semanas en Chile hago el difícil, subjetivo y arbitrario ejercicio de dibujar una radiografía del estado de la producción teatral profesional nacional. Mis fuentes de material se componen de diez funciones teatrales, dos festivales, cinco entrevistas, una despedida de soltera, dos matrimonios, un amigo secreto, un asado en el Parque Intercomunal, un after después de un asado en el Parque Intercomunal, una fiesta de cumpleaños, un lanzamiento de revista, dos paneles de discusión y una celebración de año nuevo en Requínoa. Cada evento, con su mayor o menor grado de seriedad o frivolidad, contribuyó con valiosa y honesta información.
SANTÍSIMA TRINIDAD Y EXCESO DE INMEDIATEZ
Lo primero que salta a la vista es la presencia de un teatro que en los últimos años ha retornado a la utilización del escenario como una arena de denuncia social y política. Esta tendencia responde a varios factores, siendo el primero la relación histórica que el teatro chileno ha tenido con lo político. A juicio de la profesora e investigadora teatral María de la Luz Hurtado, «esa tendencia histórica que ha marcado al teatro chileno tiene que ver quizás con sus orígenes, entre Camilo Henríquez y su funcionalidad primera de teatro y política y que se exacerbó probablemente con la dictadura, donde se hablaba de un teatro de la urgencia como una convocatoria de la situación histórica a la respuesta en el teatro». A esto hay que sumarle que desde el 2010 en adelante, sobre todo en los grupos más jóvenes, se empieza a hacer de nuevo un teatro de animación social similar al que se hizo en tiempos de la Unidad Popular, el cual se alimenta de los movimientos sociales y la contingencia, buscando últimamente crear conciencia e influir en la agenda pública.
«Junto con el Bicentenario empiezan a haber “temas” que se ponen sobre la mesa a nivel creativo: hablemos de Chile, hablemos del Chile del Bicentenario… y Chile se convierte en un tema y en un eje programático para las compañías, y todos empiezan a hablar de Chile». Comenta Pamela López, directora ejecutiva del Teatro UC.
Es así que luego de un par de semanas y revisando la cartelera oficial me encuentro con la Santísima Trinidad temática de la producción local: Crisis Educacional, conflicto mapuche y las secuelas de la dictadura. Tres manifestaciones materiales de un mismo malestar nacional, que a estas alturas es crónico.
Y así, a medida que iba viendo los montajes empecé a sentir que veía la misma obra una y otra vez. Una misma poética escénica, en su mayoría texto-centrista, aplicada a los temas importantes de la contingencia. Hay una tendencia de creer que para hablar del Chile de hoy, hay que hacer una obra sobre el Chile de hoy. Y es ahí, en medio del exceso de inmediatez que echo de menos las fábulas. Pienso en Brecht, ¡Quién más político y contingente que Brecht!, el cual siempre situó los conflictos político-dramáticos en otras tierras, épocas y culturas. O sin ir más lejos Andrés Pérez quien en La Huida, una de sus obras más política, echa mano al pasado nacional tomando la persecución de homosexuales durante la Dictadura de Carlos Ibáñez para hablarle a un Chile en los 90’ aún intolerante con las minorías sexuales y en deuda con los detenidos y ejecutados políticos.
Esta literalidad en la escena actual produce, a mi juicio, una relación paralela entre materiales. Por un lado está la dimensión representada en el contexto socio-político en un momento determinado de una comunidad, es decir, donde las funciones son presentadas, en qué ciudad específica, en tal teatro, ante tal público. Eso es un material. Y si uno pone ese mismo material en escena, se corre el riesgo de tener dos caminos que van juntos, pero paralelos y en la misma sintonía. No hay choque, preguntas, ni revolución, solo hay confirmación. Y si no hay contradicción, entonces no hay política. Refrescante excepción fue Los Millonarios de Teatro La María presentada en el Teatro UC. Es un montaje incómodo, necesario y que construye la fábula al sacar el conflicto mapuche de su origen geográfico resituándolo en su origen político, racial y de clase. Se completa el evento político en que el montaje es presentado en el Teatro UC, cuyo público ha sido históricamente asociado a la clase alta. Eso el teatro lo sabe y lo ocupa a su favor, o parafraseando a Javier Dualte, les presenta un Hamlet a un público de Claudios.
Por otro lado, es entendible e importante que existan ciclos y movimientos artísticos agrupados en temáticas o inquietudes en común. Sin embargo, vale la pena preguntarse si esta homogeneidad temática tendrá más que ver con limitaciones de gestión, producción y circulación. Sobre esto, Pamela López cree que casos como GAM y su proceso de convocatoria basado en curatorías ha influenciado en que «los artistas empiezan a crear dictados por curatorías porque encuentran que es más fácil ser programados en las salas y es más fácil conseguir fondos». Para Nicolás Espinoza, miembro del Colectivo Zoológico, esta dependencia entre fondos y temáticas «no permite la emergencia de cosas nuevas en el escenario porque todo está en función de resolver el problema de gestión. Entonces hay un conflicto mapuche: “ah! Hagamos una obra sobre eso”, en vez de sentarse y decir ¿Qué quiero hacer? Y cómo hago que lo que a mí me gustaría hacer se conecte con otra persona de manera espontánea, contingente y necesaria». Lo expuesto por Nicolás se conecta con mi segunda observación…
EXPERIMENTACIÓN
Todos sabemos que urgencia y relevancia no siempre van de la mano con atractivo artístico. Porque una obra de teatro, como cualquier obra de arte, es ante todo un estado sensible y un espacio para la innovación. Y en ese sentido da la sensación que la producción teatral nacional, especialmente los más jóvenes, se mueve en una paradoja. Por un lado está el interés y rol social y político por hablar del ahora, pero al mismo tiempo pareciera que no existiera esa misma urgencia a la hora de experimentar con nuevas posibilidades de relatos. «La mayoría de las poéticas tienen que ver más con la dramaturgia. Falta ampliar nuestra concepción más total de la obra de teatro y provocar al espectador a través de otras áreas de percepción y descubrirse a sí mismo desde otros lugares», comenta Nicolás Espinoza.
Me queda dando vueltas lo que dice Nicolás y lo confirmo, por ejemplo, al observar la programación del Stgo a Mil de este año. Abundan los montajes internacionales de compañías como Rimini Protokoll o Volksbuhne, reconocidas por su búsqueda de nuevos lenguajes performativos, pero cuando veo la selección nacional observo que los lenguajes son mucho más tradicionales. ¿Por qué? Porque en Chile no existe teatro de vanguardia. Sí, está bien, no todo tiene que ser en pos de la originalidad. La oferta teatral debe contar con espectáculos de carácter más masivo, con narrativas familiares para cada tipo de público, incluso un teatro netamente comercial de calidad donde los espectadores vayan, reflexionen y lo pasen bien. Pero también es crucial que tengamos autores(as) y colectivos que empujen los límites espaciales, temporales, incluso éticos de lo que entendemos por el evento teatral y lo que significa estar vivo en una sociedad donde las plataformas narrativas y la relación con el tiempo son cada vez menos lineales y cada vez más rizomáticas. En el fondo, propuestas que reflejen no solo qué está ocurriendo en el mundo, sino también cómo está ocurriendo.
pía Gonzalez suau
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Excelente. Hay que salir a la calle y buscar en las miradas de la gente, ensuciarse un poco e investigar mucho. Mirar y escudriñar el pasado, no solo el inmediato, lo mas atrás posible
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Martín Vinaver
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En rigor, el listado de amigas y visitas de la autora no pasa más allá del circuito PUC. Le vendría bien tomarse con mayor seriedad lo de turismo cultural. Sí: hay teatro más allá de PUC
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lucho
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Camila, bueno tu analisis, lo que si, no se requiere inmigrantes para dar un nuevo impulso al teatro nacional, mas alla de santiago estan las provincias, aunque no lo creas existe gente con inquietudes en la dramaturgia, asi como en otras areas, con fuertes convicciones, capacidad de trabajo y sobre todo, originalidad. y digo originalidad, porque no es gente contaminada con influencias nocivas como el interes por captar fondos del fondart, asi como dejarse tentar, y ser solo una triste copia, de formas de representación venidas del extranjero.
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Camila G.
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Estimado lucho,
Gracias por leer el articulo. Estoy totalmente de acuerdo contigo sobre la fuerza, talento y originalidad que existe en las producciones hechas y presentadas en regiones. No quise tocar el tema porque como lo menciono al comienzo, lamentablemente no estuve en regiones (en esta ocasión) y si voy a hablar del tema prefiero hacerlo con mas conocimiento de causa. Y como menciono al final del articulo el desarrollo del teatro en Chile debe venir de cualquier parte. Y cuando hablo de un teatro de inmigrantes me refiero a las comunidades de primera, segunda o tercera generación de Colombianos, Peruanos, Asiaticos, etc cuyo hijos nacidos en Chile que se dediquen a las artes escénicas traerán otras estéticas o problemáticas que enriquecerán nuestra producción nacional. Esas mezclas culturales son tan interesantes como el material cultural provenido de regiones… no es una cosa por sobre la otra, todo suma. Saludos y que estes muy bien!
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lucho
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tu tambien, y gracias por la aclaración.
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Juan Pablo Jacob Ulriksen
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La mayoría de los comentarios aquí situados pueden ser muy ciertos, pero les invito a revisar las creaciones y el trabajo teatral que se realiza en regiones, como es el caso de La Huella Teatro en Antofagasta. La realidad de Chile no es sólo Santiago. Link: https://vimeo.com/110522523
http://www.lahuellateatro.cl
Saludos, Juan Pablo Jacob, Productor General, La Huella Teatro.
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Camila G.
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Juan Pablo. Gracias por tu comentario y tu link. En este viaje me toco ver el montaje “El Coordinador” que hizo la compañía de Teatro de la Universidad de Antonfagasta. Lo disfrute mucho.
Sin lugar a duda la realidad de Chile no es solo Santiago, es por eso que me parece injusto hacer un articulo y mencionar brevemente sobre “el teatro en regiones” como una gran generalidad. Asi como ahora fui especifica sobre Stgo (y lo dejo claro al comienzo) también espero en el futuro ser especifica con cada ciudad en particular, porque hacer teatro en Antofagasta no es lo mismo que hacer teatro en Valdivia. Saludos y gracias nuevamente por compartir el material de tu compañía!
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Fernando Montanares Letelier
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Tu análisis me deja con un aire de inspiración. Este viernes inauguro en Arica, sí en Arica, la primera sala de teatro de la región llamada “Centro MB2 para la experimentación de las artes”. Creo que la experimentación es sumamente necesaria puesto que la realidad teatral de nuestro país se basa principalmente en tomar la tradición y reutilizarla hasta que aburre. Necesitamos más búsqueda, ideas, matices, nuevos “puntos de vista”. Creo que para desanquilosar el teatro se debe desanquilosar Chile, y eso es difícil, pero podemos intentar hacer algunas acciones para aportar.
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