Una carpeta encontrada en Talcahuano
Álvaro del Canto
Cuando me ofrecieron escribir esta columna, una de las posibilidades que me sugirieron fue la de comentar y presentar a músicos que he conocido en mis viajes tocando por Sudamérica. Después de darle vueltas al asunto decidimos que la primera columna de cada mes es para artistas a los que no tendré ni la más remota posibilidad de conocer (principalmente por distancias geográficas y grados de separación) y la segunda para músicas hechas por personas con las que he tenido la posibilidad de compartir conciertos y experiencias de vida.
Esto último es el caso de Álvaro del Canto, músico de Concepción, de vocación guitarrista de jazz, talentoso creador de canciones y que se desempeña (hasta donde sé) como profesor de lenguaje.
Mi primer encuentro con la música de Álvaro (o Cámp de G, su alter-ego como banda-proyecto-idea musical) fue un viaje inmóvil, estaba yo frente al computador el año 2007 o 2008, no puedo recordar bien, revisando un difunto sitio web de noticias sobre música chilena llamado Mus.cl. Una breve reseña escrita por Mauricio Melo, una eminencia del rock penquista, daba cuenta de un concierto de la banda Cámp de G, describiendo un trío de tintes jazzísticos y fuerte influencia del rock argentino (Spinetta y Pedro Aznar, entre otros referentes). Como en Chile no suele ser muy usual encontrarse con descripciones como esta, la curiosidad me llevó a pinchar el link adjunto a la nota, el cual me derivó a la también difunta página de este proyecto musical. No pude parar de escuchar la música que había ahí en toda esa tarde. Una música hermosa y complejísima a la vez, cosa rara de lograr, y que excedía a mis límites de entendimiento, no podía explicarme que sucedía ahí y me hizo recuperar momentáneamente la capacidad de asombro perdida luego de años de estudiar.
Mi segundo encuentro fue tiempo después en un carrete en casa de un amigo en Talcahuano, comentando sobre este —mítico para mí, pues no había casi nada de material en la web— disco homónimo de Cámp de G. Casualmente una carpeta en mp3 con el disco completo estaba en el computador de la casa… así finalmente pude apreciar la obra completa y se transformó en uno de mis discos favoritos de la vida.
Pasó el tiempo y logré establecer contacto con su autor, primero a través del correo electrónico y luego por el difunto Messenger (la palabra difunto se repetirá varias veces en esta crónica). Me encontré con una persona amable pero distante a la vez, a la que pude expresarle mi admiración y las ganas de algún día compartir nuestra música de alguna manera. También aproveché de averiguar algo de la historia de este disco, cómo fue gestado (Fondart regional entre 2004 y 2006), grabado (todos los instrumentos interpretados por él, además de un finísimo trabajo de programación de baterías) y por qué no tuvo la suficiente difusión, como suele pasar especialmente con la música hecha en regiones de Chile.
Finalmente la música, y la gestión del mencionado Mauricio Melo, nos juntó en un concierto realizado en Concepción en noviembre de 2009. Álvaro interpretó su repertorio en guitarra eléctrica y con la compañía del bajista Gonzalo Pardo, quién emuló a la perfección las intrincadas líneas de bajo creadas por el propio autor. Tuvimos además la disposición para compartir un par de canciones a dúo, recuerdo haber estudiado durante gran parte del viaje en bus la guitarra de «Clave de sol», canción que aún puede escucharse en su no-difunto sitio de Myspace.
Tuvimos una segunda oportunidad de compartir, esta vez acompañados de nuestras respectivas bandas, un concierto en Santiago durante el invierno de 2010 en Sala SCD Vespucio.
Meses después me pidieron para un programa de Radio Uno grabar tres canciones en formato acústico: una de mi autoría, otra de algún artista chileno consagrado y una de algún contemporáneo, para esta última categoría elegí una canción del disco Cámp de G, la cual pueden escuchar a continuación:
Destaco del trabajo de Álvaro la hábil y fluída conducción de la letra bajo el mando de la música, al punto de formar un todo indisoluble. Las palabras y líneas melódicas coexisten de una manera muy musical y sensorial, en parte herencia del rock argentino e intuyo que también de la raíz beatlesca… quienes nos criamos con la música del cuarteto de Liverpool tendemos por lo general a tararear melodías como si fuesen en inglés, la gracia está en preferir las palabras adecuadas y el misterio antes que perseguir la verborrea y el contenido.
No es tan fácil encontrar material de Cámp de G en la red, pero se puede llegar a su Myspace y algunos videos en Youtube: «Ayer lo único que hacía», único videoclip del disco homónimo; una sesión en vivo en un patio con la canción «Última semiosis» y un adelanto de un futuro segundo disco, la melódica y sencilla «Ya olvidaba».
Para finalizar, corresponde mencionar un desafortunado y no-musical encuentro que tuvimos en uno de los días posteriores al terremoto de febrero de 2010, yo estaba en Concepción para ese acontecimiento y nos saludamos rápidamente en medio del temor y caos de gente que circulaba por calle San Juan Bosco.El Guillatún