Escuchar lo que se ha olvidado del pasado
Escuchar. Hasta el 29 de junio en Teatro La Memoria.
Escuchar es una creación del director Rodrigo Pérez que desde un teatro experimental viene a conmemorar los 40 años del golpe. Con una puesta en escena que no tiene personajes, sino personas entregando un mensaje, una creencia y una convicción sobre lo importante que es detenerse a escuchar, la obra genera en el espectador una experiencia estética y vivencial. El fondo sonoro del montaje es la lectura de los 1.198 nombres de los detenidos desaparecidos que aparecieron en la primera lista que se dio a conocer.
La obra se presenta en el Teatro La Memoria de miércoles a sábado a las 21:00 horas y los domingos a las 20:00 horas hasta el 29 de junio, donde Álvaro Morales, Claudia Vicuña y Carolina Jullian, como parte de un elenco de ocho actores, entremezclan el canto, algo de danza y el relato de diferentes cosmogonías.
«Escuchar: nos obliga a cuestionar las experiencias previas, despojarse de las férreas certezas y abrirse a la incertidumbre del no saber». Con esta frase se resume esta puesta en escena, que pretende poner al espectador en un estado de escucha constante, entregándole conocimientos sobre la acción auditiva, además de hablar sobre el silencio y su importancia en la irrupción del ruido, de las palabras y del conocimiento. Mediante texto de origen metafísico, filosófico, histórico y mitológico, la obra va hilando las preguntas del ser humano que lo posicionan en el mundo: ¿Quién sabe qué hacemos aquí?
Los diferentes discursos se van entremezclando para dar alguna respuesta a esta pregunta. ¿Qué fue al principio? ¿El verbo, el silencio, el pensamiento, la apariencia? Y qué pasa con la muerte, con esa «invasión eterna del silencio». Cómo se interpreta, qué sucede con el alma, con el cuerpo, con los que quedan vivos. Una reflexión que tiene una base histórica social chilena, que nos hace empatizar, y nos recuerda mediante el recurso sonoro, el destino de todos los detenidos desaparecidos. Además, Pérez nos introduce elementos dignos de ser escuchados e interpretados por quienes los escuchan. Entre esos se encuentra la mitología y cosmogonía maorí, hindú y cristiana entre otras; el relato de la confección perfecta de un talego (bolso de tela), el sonido de un charango, una de las composiciones de Bach, entre otros.
Con un uso del espacio muy particular, donde los actores se van moviendo dentro y fuera de una plataforma cuadrada que no representa nada más que eso, el montaje contiene algunos elementos simbólicos dentro de la escena: un teléfono que suena y no responde nadie, prendas de ropa que van utilizando los personajes, papeles adhesivos que se van pegando en las paredes, entre otros. Las actuaciones se acompañan y se arman en base a los sonidos y cantos creados por el músico Diego Noguera. El tiempo es presente, aunque el montaje pareciera darle una apariencia de «limbo» a este factor, y la iluminación es la que delimita los espacios dentro de esta propuesta dramática de actores que se escuchan dentro una misma y única escena.
Escuchar nos lleva a un lugar incierto, que se va descubriendo y haciendo vivo a medida que va sucediendo, que en un principio nos plantea muchas interrogantes y respuestas racionales, pero que a medida que va avanzando, va generando una conexión que busca llevar al espectador a una experiencia estética y real, y logra transmitir un mensaje mucho más sensorial.El Guillatún