El espacio en que no estás, 2ª parte: Cuando los que bailan piensan la ciudad
Desde el más absoluto anonimato —porque admitámoslo, salvo contadas excepciones los rostros tras la danza en Chile son particularmente desconocidos— muchos de los profesionales de este arte han conseguido ir instalando en sus prácticas temas coyunturales y controversiales que afectan al cuerpo hoy en día.
Temas coyunturales y controversiales en tanto éstos apuntan a trabajar directamente sobre aspectos concernientes a carencias o dificultades en las condiciones de nuestro entorno, las que finalmente repercuten en el cuerpo mismo a modo de enfermedad o degeneración y en el mejor de los casos haciendo caso omiso a sus necesidades.
«Los cuerpos cada vez más transitan la ciudad en vez de habitarla», nos decía la Arquitecta Marcela Hurtado durante el panel Danza y Arquitectura presentado por el proyecto AC. Frente a esto concluyó: «el cuerpo de la danza contemporánea subyace como el contestatario en una sociedad donde el movimiento es cada vez más un dispositivo de resistencia».
Pero pocas personas piensan en danza al mirar gente transitando en la urbe y ello a pesar de que ésta se inspire cada vez más en lo que acontece a diario en las calles. Demandas, anhelos y esperanzas, amor y pasión, memoria y también violencia, todos temas que han sido pensados y abordados. Podrían quedarse cómodamente instalados en la ficción, pero afortunadamente entre quienes ejecutan y enseñan la danza de hoy, persiste el afán por investigar desde la observación de fenómenos psico-físicos y desde la propia vivencia y experimentación de situaciones en el contexto social actual.
Es así como el cuerpo del espectador y el de la representación se movilizan según una historia que es propia y común al mismo tiempo. Propia por resultar de una biografía única y particular y común pues esa biografía se desarrolla en un entorno compartido que es parte de la misma idiosincrasia.
A veces puede resultar incómodo recordar nuestra propia historia y atrevernos a preguntar si estamos en mente, cuerpo y alma, allí donde deseamos. Pero es necesario atrevernos a enfrentar este ejercicio de autoconciencia y autocrítica si llegamos a convenir que la vorágine del día a día nos mantiene en una suerte de limbo del cual es a veces difícil escapar, pues somos inconscientes del estado anestésico en el que nos hemos dejado atrapar.
Holdings, retails y otros tantos macabros inventos del mercado global son junto a temas de la política local como la ley de seguridad del estado y la constitución del ’80, algunas de las hebras que conforman el intrincado entramado que organiza nuestras vidas y que ha permitido erigir el cuerpo de las ciudades que habitamos.
Les invito entonces, estimados/as lectores de El Guillatún, a pensar nuevamente en la relación entre danza, cuerpo y espacio. Pero esta vez la invitación es a salir de las representaciones y tal como lo experimentan algunas de las personas a las que haré referencia en este artículo, a observar el mundo que nos rodea y las condiciones en las que nos desenvolvemos cotidianamente.
ALGUNOS ROSTROS TRAS LOS CUERPOS QUE PIENSAN LA CIUDAD
Sin quererlo, desde diversas áreas relacionadas con la danza y haciendo uso de metodologías e instrumentos variados, personas como Marisol Madrid, Francisco Bagnara y Rocío Rivera convergen a mis ojos como exponentes de lo que denominaré una suerte de conciencia espacial desde la arquitectura corporal.
Esta conciencia lejos de ser solo conciencia de uno mismo, permite despertar la mirada sobre el otro, el entorno y sus interrelaciones. Ahí yace la convergencia de estos exponentes de la danza, en su inquietud por trabajar a partir de la visibilización de lenguajes que dialogan y hacen emerger cuerpos que hablan a través del movimiento.
Partamos por lo más cercano, la estructura que nos da forma y sostiene: nuestro esqueleto en relación con los órganos, músculos y todo lo que a nivel somático pueda ayudarle a desenvolverse en el espacio. Aquí se inserta la labor de Marisol Madrid quien dedicada a la reeducación del cuerpo a través del método Huesos para la vida o Bones for life (del cual es Directora designada para nuestro país), promueve la práctica de un trabajo corporal consciente, sustentado en las investigaciones del método Feldenkrais, donde a partir de la alineación del cuerpo y la ejecución de movimientos combinados simples, se ejercita la coordinación corporal y estimula la regeneración de células óseas, permitiendo el fortalecimiento de los huesos, entre otros beneficios. Nos encontramos aquí frente a una práctica que da respiro a nuestra estructura desde la descompresión pero sobretodo desde el accionar inteligente y consciente relacionado con leyes básicas de la naturaleza.
Volvamos a las calles y observemos que el cuerpo de una ciudad es perfectamente equiparable al de sus habitantes (y viceversa). Cuando estos se han dejado encorsetar y constreñir, son sus espacios internos quienes sufren las consecuencias, dejando menos lugar a la respiración, a los órganos, al libre tránsito de sus flujos, a la expansión de los sentidos, al goce y al placer. No somos conscientes de cuánto estamos poniendo en juego a diario con el simple hecho de no saber que carecemos del espacio necesario para ejecutar nuestros movimientos. Nos organizamos corporalmente tal y como la ciudad se presenta, con sus calles colapsadas, circulación restringida y espacios abarrotados, es decir, ciudades sin movimiento.
En el mismo panel de danza y arquitectura de AC, la bailarina y coreógrafa Rocío Rivera comparte su experiencia como coreógrafa que tiene un especial desarrollo en intervenciones urbanas. Éstas se asientan en una continua relación de investigación con otros profesionales de la arquitectura y el diseño en que el punto de encuentro está vinculado con las capas, con las superficies, la piel y la ropa. Es por ello que en su trabajo aparece como primordial la relación háptica que se establece entre dichas capas, ya sea en una situación de sala como en las calles.
En su propuesta compositiva de intervención en espacio público, el movimiento surge y se nutre de la relación de tensión con el espacio y si bien ella admite que para quienes interpretan, al principio es difícil ceder a la necesidad de volcarse de lleno al movimiento y al baile, con la práctica consiguen inscribirse en el paisaje, hacer visible el espacio y provocar desde las sensaciones.
En consecuencia, el cuerpo se construye como individuo en tanto percibe su relación con el espacio y se relaciona con el espacio en tanto se vincula con un «otro». Haciendo referencia a su trabajo Mide un segundo, ella explica que los cuerpos actúan como dispositivos para hacer visible perceptivamente el espacio en la ciudad.
Desde otro frente, Francisco Bagnara y su proyecto Las Danzas Calle interviene de manera concreta en las ínter-relaciones que se generan con «el otro» en el espacio público. Este proyecto nacido en el año 2011 a partir de un cuestionamiento del bailarín respecto a las escasas condiciones que se propician para la danza en Chile, se decidió a usar las calles como espacio de producción. Esta experiencia finalizó el año pasado con el estreno de Calle – Película Documental de Danza Contemporánea en Espacios Públicos.
Muchos/as intérpretes accedieron a participar de esta iniciativa que se desarrolló dentro y fuera de nuestro país. Les invito a visitar la página web de este proyecto, donde pueden perderse en horas de experiencias callejeras que asombran tanto por las respuestas del entorno, como por los eventos azarosos que en la mayoría de las ocasiones brindaron excelente material a quienes intervenían los espacios. Notable es el encuentro con los perros callejeros y remarcables son los segmentos de intervención en protestas.
A partir de este último ejemplo de triangulación entre danza, cuerpo y espacio, no puedo evitar acudir a las experiencias del primer mundo. Con ello pude constatar algo relacionado con la identidad y que no está muy lejos de reafirmar mi insistente necesidad por situarnos en nuestros espacios, por reconocer nuestras condiciones de vida y por asumir que ciudades atomizadas son el reflejo de nuestros cuerpos.
Juzgue usted mismo/a viendo las experiencias de intervención de Sasha Waltz en espacios icónicos como el Museo Judío de Berlín o en el MAXX; otros cuerpos en lejanas ciudades.El Guillatún