La película de la era Obama
El mayordomo cubre gran parte de la segunda mitad del siglo xx, representando la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Tras la violación de su madre y el asesinato de su padre, Cecil Gaines (Forest Whitaker) comienza a ser educado para servir en la casa patronal. Cuando se convierte en adolescente decide ampliar su horizonte y termina trabajando en un pequeño hotel, donde continua aprendiendo el oficio de mayordomo. Después que domina el trabajo, recibe una oferta de un hotel en Washington, donde es reconocido por su trabajo y termina siendo recomendado para trabajar en la Casa Blanca. Una vez que se establece en la sede de gobierno estadounidense, se convierte en un privilegiado espectador de la política de su país.
El guión basa sus tiempos principalmente en los períodos presidenciales y desde ahí se construye la historia que refleja los eventos sociales y políticos más importantes de Estados Unidos, que son vistos desde el respeto de Cecil Gaines y la desobediencia de su hijo Louis Gaines (David Oyelowo), seguidor de Martin Luther King y luego miembro del movimiento de las panteras negras. La intención de mostrar los contrapuntos de las posiciones de los afroamericanos es bastante clara y directa, pero no posee ningún tipo de densidad argumental ni creatividad para llevarla a cabo.
La dirección de Lee Daniels es bastante simple, sin ningún tipo de riesgos ni de una estética propia que la identifique. La fotografía pasa desapercibida. Las actuaciones, si bien no son mediocres, deben soportar el peso de levantar un guión repleto de lugares comunes, lo que evidentemente dificulta sus representaciones de intención realista. Lo curioso sobre la actuación, no es tanto la participación de Oprah Winfrey y Lenny Kravitz, ni tampoco de Vanessa Redgrave, Jane Fonda o Robin Williams; sino que es la aparición de Forest Whitaker en un proyecto como éste. Aún así, una vez ahí intenta levantar una actuación de calidad, con una apuesta por la naturalidad en lugar de la exageración empleada por los demás, pero es evidente que eso no basta para salvar el filme.
Era cuestión de tiempo para que apareciera una película como ésta en la era Obama. Es decir, una historia bastante simplificada, curiosamente apolítica, con una revisión histórica más cercana a llenar la pantalla de momentos importantes en lugar de crear nuevos mundos a partir de ellos y con un elenco —exceptuando a Forest Whitaker— que apuesta por los nombres más que por actores. Es decir, una obra sin análisis, recriminaciones, ni culpabilidades en el proceso por la igualdad de derechos, sino todo lo contrario, que es representado a cabalidad por Cecil Gaines: un silencio prolongado ante la situación política, con una visión de respeto a las instituciones y el trabajo como base de la sociedad. Todo esto se rompe en el último momento, de forma muy educada y de acuerdo a las convenciones protocolares de una supuesta rebeldía. Y —era que no— con el respectivo llamado a la unidad nacional.El Guillatún
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