El proceso de vivir a sobrevivir
Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor) vive en Nueva York con su esposa y sus dos hijos. Si bien la esclavitud es una práctica común en 1841 —año en que empieza la historia—, ellos son una familia afroamericana libre y se desenvuelven sin ningún problema en la sociedad. Solomon se desempeña como violinista y su señora se hace cargo de la cocina de una familia adinerada. En un viaje de trabajo de ella, Solomon decide aprovechar la invitación a tocar música incidental en un circo en Washington, donde es engañado y vendido como esclavo.
De ahí en adelante 12 años de esclavitud se convierte en un viaje. No sólo por los distintos lugares a los que es destinado el protagonista, sino que es más un viaje interior. Es sobre el proceso de descomposición de la figura del ser humano, el paso de vivir a sobrevivir.
Acá la violencia es directa y descarnada, pero con intenciones de verosimilitud, sin exacerbarla a niveles irrisorios como ocurre en Django Unchained. Pero tampoco hay una nube de moralidad que oscurezca la obra, sino que el director Steve McQueen despliega un universo de personajes que actúan en base a intereses personales, que pueden ser genuinos o egoístas, pero no se leen sus actitudes como un manifiesto de reivindicaciones ni como un intento por crear conciencia en el espectador.
La actuación de Chiwetel Ejiofor (nominado al Oscar como Mejor Actor) se basa en la sutileza y la sobriedad en lugar de lo rimbombante. La contención como acción, para pasar a pequeños momentos de liberación. Del resto del extenso elenco, cabe destacar las pequeñas pero importantes actuaciones de Paul Giamatti, Paul Dano y Benedict Cumberbatch. Los que en pocos minutos son capaces de desarrollar personajes secundarios que no pasan al olvido inmediato, sino que permanecen. El caso de Michael Fassbender (nominado al Oscar en la categoría Mejor Actor de Reparto), como un explotador terrateniente, es aparte. Esto porque McQueen le otorga un personaje que aparece en un momento central de la historia y le da el tiempo necesario para mostrar sus capacidades. Cuestión que finalmente hace, representando a un tipo en extremo violento. Actúa desde el ángulo opuesto que Chiwetel Ejiofor, pues es la acción, los movimientos, los golpes, los gritos e insultos en los que basa su rol. Mostrándose como un tipo duro, que apenas muestra retazos de su interior.
El director Steve McQueen se toma su tiempo para desarrollar la historia. El ritmo de ésta, sin llegar a ser lento, es pausado, y de alguna forma se asemeja a la idea sobre tiempo de desarrollo de las acciones de la época. Hay una escena en que Solomon está colgando de un árbol y la cámara se sitúa en distintos ángulos durante largos segundos, mostrando no solo al protagonista, sino que se interesa en cómo convive el resto de los personajes frente al castigo de Northup. Así, hay otras escenas en que McQueen apuesta por la contemplación, planos largos y abiertos, lejos de la rapidez del montaje del plano y contra plano que abundan en Hollywood.
Steve McQueen, que se situó al filo de la industria con su anterior película Shame sobre un adicto al sexo —que incluso no fue exhibida en Chile por la cadena Cinemark—, ahora se ubica al interior de la industria (12 años de esclavitud tiene 9 nominaciones a los premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director), pero afortunadamente sigue privilegiando la obra y no las cifras que se mueven alrededor de ellas. Es de esperar que, pase lo que pase en los premios de la Academia, siga así.El Guillatún