La sinfonía más famosa del mundo
¿Por qué no medirlo de esta manera? A la fecha, aproximadamente 26 millones 500 mil visitas en Youtube. Si bien es poco comparado con los mil millones que han visto videos de Psy u otros casi tan vistos como Miley Cyrus, Justin Bieber o Lady Gaga, es innegable que 26 millones es una cifra contundente en relación al universo total de videos que circulan por Internet. Por lo demás, esa pieza no es un hit pasajero; no tuvo un boom de visitas sino que goza de una popularidad sostenida. Ese video lleva tres años en Youtube y recibe alrededor de 24 mil visitas diarias. 24 mil personas que repartidas en el mundo asisten todos los días a ese concierto virtual. Beethoven ni se lo imaginaría.
La Novena lleva un historial de casi 200 años de fama indiscutida. Su último movimiento, el Himno a la Alegría, es una pieza que ha calado hondo en la cultura mundial y no para de resurgir en las formas más variadas. Se enseña en los colegios, se canta en actos cívicos, aparece en comerciales, en películas; es el himno de la Unión Europea, en Japón la cantó un coro de 10 mil personas y en Chile se toca todos los años. Para el que haya asistido a alguno de estos conciertos, notará que el mercado de Novenas está en muy buena forma. Cada concierto en que se toca se llena y de antemano está el acuerdo tácito de ovacionarla cuando termine. Es una obra que tiene asegurado el éxito, algo que no deja de ser tramposo.
La Orquesta Sinfónica de Chile la interpretó este viernes 16 de mayo en la Corporación Cultural Carabineros de Chile como apertura de sus Conciertos CorpArtes, en apoyo al fondo de instrumentos de la orquesta. Lo novedoso fue conocer la versión de Leonid Grin, quien no había tenido la oportunidad de dirigirla antes en Chile. En poco más de una hora, se concluyó una Novena firme en términos de ejecución, pero un tanto descuidada a la hora de interpretar. Confió mucho en los pasajes de notoria intensidad (especialmente del segundo y del cuarto movimiento), quedando a veces flojas las secciones medias que conducen a esos remates. La acústica del lugar tampoco ayudó mucho a la dirección puesto que los sonidos se apagaban muy rápido y no consiguieron el efecto envolvente deseado. De todas formas, la propuesta resultó convincente y el público quedó encantado. Del cuarteto de solistas en el cuarto movimiento, el bajo-barítono Sergio Gallardo estuvo impecable mientras que el resto (la soprano Patricia Cifuentes, la mezzosoprano Claudia Godoy y el tenor Leonardo Pohl) no despuntó. La conclusión predecible —y merecida— del evento fue un aplauso cerrado.
En realidad, qué difícil es escuchar la Novena hoy. Es una pieza que está bajo constante amenaza de ser sobrepasada por su propio mito, ese que la muestra como emblema artístico y como el himno ecuménico por excelencia. La música se esconde detrás de él como si fuera su guardaespaldas, temiendo involucrarse con el público. Y el público se lo cree. Los valores que guarda el mito hacen que la pieza posea un magnetismo ineludible e imponga la obligación asfixiante de gustar por anticipado. Se perdió el derecho a aburrirse de la Novena, entonces ya no importa prestarle atención. Que se repita cuanto quieran. Pero un buen día, después de tanto repetirla, pasará lo que a Alex en La naranja mecánica: se escuchará hasta intoxicarse con ella.El Guillatún