La búsqueda infinita
Queridos lectores,
Estamos a punto de contarles el final de una novela relativamente famosa, por lo tanto, y con tal de no arruinar el suspenso, si es que se encuentran por casualidad leyéndola, trataremos de no dejar rastros. En aquella novela, el héroe se fue a la búsqueda de un tal Sr. X… en un país exótico y lejano. En sus viajes principalmente nocturnos, vive experiencias poéticas y angustiantes con seres sensuales o deformes. Tras haber sobrevivido a aquel periplo casi chamánico, llega por fin al hostal donde se encuentra hospedado el Sr. X… En el letargo de una noche tropical, empuja la puerta de la habitación, y descubre, perplejo, su propio reflejo en el espejo. El héroe se había ido en búsqueda de su propia verdad interior y había finalmente encontrado su identidad profunda.
En una época donde las tradiciones y la memoria parecen borrarse cada vez más en beneficio de la velocidad y la globalización, la búsqueda de identidad se volvió una preocupación común. Queremos penetrar el misterio de nuestro ser. Queremos llegar a la certidumbre absoluta de lo que somos. Sin embargo, si un día lográramos esa meta, ¿seríamos capaces de vivir con aquella certidumbre todo el resto de nuestra existencia?
Este mes, los columnistas de El Guillatún evocaron cada uno a su manera el tema de la identidad. Así, en su artículo Identidad en movimiento, desafío de la danza, Isabel Plaza afirma que es difícil concebir la identidad como algo estático, o como la suma de un número determinado de características. En efecto, la identidad es el objeto de una búsqueda infinita. Aquella búsqueda puede ser la exploración de nuestro pasado y de nuestra historia personal: sensaciones de la niñez como en El olor de la música de Javier Barría o recuerdo de una madre amada como en Aleja de Juan Antonio Sánchez. Y aquella búsqueda puede también traducirse por una comprensión de la historia colectiva, de nuestros orígenes mapuches, como lo describe Isabel Plaza, o de nuestro humor chileno como en «Informe para nadie», teatro para pensar con muy chileno humor, de Agustín Letelier.
Ahora bien, si la identidad es una memoria que nos guía y nos acompaña, es también una memoria que somos libres de recomponer y de reinterpretar. La identidad es un juego de composición y de posibilidades. Cada uno es libre, a la luz de su moral y de su conciencia, de elegir lo que desea transmitir, que esto sea la alegría de una madre o los mitos de un pueblo, pero es también libre de elegir aquello contra lo cual decide elevarse. En efecto, la identidad nunca debe ser una condena, una imagen fija y definitiva. Nunca debe ser el pretexto de una idolatría o un refugio de seguridades en el cual uno se encierra por miedo al otro.
Estos últimos días, el gobierno expresó su voluntad de acoger a familias de refugiados sirios en Chile. Sin embargo, el anuncio de aquella noticia fue acompañado de un florecimiento en Internet de comentarios racistas y xenófobos, y de ideas nauseabundas según las cuales aquellas familias oprimidas son una amenaza a la seguridad del país, a su cristianismo o a su salud económica. Tales comentarios son el reflejo de una concepción totalitaria de la identidad. Una concepción de la identidad basada en el miedo y la incapacidad de confrontarse a la vida y a sus imprevistos. Aquellos que gritan a la amenaza extranjera son justamente los que menos tienen fe en su memoria y en su nación ya que una identidad fuerte no teme abrirse a la diferencia. Una identidad fuerte entiende que la alteridad no le quita nada y que al contrario, le abre nuevas posibilidades y añade a la riqueza y a la complejidad de la vida.
Por lo tanto, amigos de El Guillatún, su virtual interlocutor les alienta a seguir explorando su historia, a descubrir sus antepasados mestizos, sus antepasados viajeros. Les alienta a nutrirse de la herencia que aquellos que una vez fueron extranjeros o simplemente otros, les han legado, y a elegir con orgullo ser un «asilo contra la opresión».
¡Hasta la vista!El Guillatún
Dieter Riquelme
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Excelente nota, a seguir con la búsqueda..
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Jaime Reyes Sau
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Excelente nota, bien documentada, con un análisis interesante de la identidad como proceso de vida libertaria, tolerante y constructiva. El nacionalismo exacerbado por la irracionalidad del ignorante de su verdadera esencia y origen, conlleva a una falsa identidad que emerge cual nube de humo a los ojos de los extraviados.
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