Tiempo y espacio, nada más
Murray (Woody Allen) debe cerrar la tienda de libros antiguos y raros que había heredado de su padre, marcando el fin de su etapa laboral. Mientras su amigo y ex empleado Fioravante (John Turturro) lo ayuda a envolver objetos y guardar los libros en cajas, Murray le cuenta que su dermatóloga (Sharon Stone) tiene el deseo de hacer un trío con una amiga (Sofía Vergara) y otro hombre, y que ese hombre podría ser él y ambos ganar dinero con ello. Fioravante —que ahora trabaja dos días por semana en una florería y oficia de gásfiter para estabilizarse financieramente— le dice que no, que ese hombre no podría ser él.
Finalmente Murray lo convence y terminan armando una sociedad entre un chulo (Allen) y un taxiboy (Turturro). Éste, a través de una actitud de hombre directo, de pocas palabras, culto, atento y buen amante, comienza a ganar fama en el rubro, copando su agenda y también su billetera.
Murray, que está casado con una mujer afroamericana y con varios hijos, acude a la casa de Avigal (Vanessa Paradis) para que le quite los piojos a uno de ellos. Ahí se entera que la mujer es la viuda de un rabino que le vendió sus libros y nota la extrema soledad en que ella se encuentra. Así que la invita a conocer a Fioravante, desencadenando una crisis en un guardia de seguridad vecinal que ama en secreto a la viuda y mezclando a judíos e italianos en una suerte de comedia.
Salvo por los nombres, ésta es una película pequeña y se siente a gusto en esa zona. Muestra la ciudad de Nueva York habitable, lejos de las luces y el espectáculo. Si bien Woody Allen intentó abordar esa ciudad obviando la pirotecnia de la ciudad que nunca duerme, lo hizo apostando al mundo cultural (cines, teatros, museos y bares) y arquitectónico, pero siguió en esa misma lógica de capital del mundo, de ciudad inmortal y única. Lo que hace la dirección de Turturro es apuntar a una idea de barrio (de ahí la tragedía del cierre de una pequeña librería), aparecen los departamentos de todos los protagonistas, los cafés pequeños —que no tienen nada de esa sofisticación que anuncian las revistas de viaje—, e incluso la forma de grabar Central Park es muy medida, donde parece más un parque cualquiera, que el icónico lugar que es.
El ritmo es pausado, no hay apuro en contar todo rápido para que la película dure hora y media, sino que hay tiempo para que los diálogos se sientan más reales. Pero eso ocurre en contadas ocasiones, porque si bien el tiempo está, se vuelve evidente una crisis de guión. Muchos diálogos simplemente no convencen, hay algunas pasadas buenas, pero en general muchas palabras parecen soltadas de forma indiferente.
Y Allen —que ha dicho que sólo le salen bien dos personajes, el de chulo y el intelectual existencialista— acá no sobresale, porque en realidad su mérito nunca ha estado en la interpretación, sino que trás la cámara, en el guión y ciertos mundos que supo capturar tan bien desde la segunda mitad de los 70 hasta finales de los 80. Pero si hay que reconocer que aquí está más contenido que en las películas que dirige y protagoniza, su nerviosismo de pantalla es menor y cuenta menos chistes por minuto, cosa que se agradece bastante. Aún así cabe preguntarse cuánto de capricho personal de Turturro hay en la elección de Woody para protagonizar la película.
Casi un gigoló es una película fallida, en el sentido que deja gusto a poco. Esto porque Turturro tiene la osadía de mostrar un lugar de una forma distinta a la que se le aborda normalmente, escapa de ese «canon» para entregar algo más amable, más aterrizado. Pero ese espacio que rescata no se aprovecha a cabalidad, ya que el guión posee una simpleza que resulta burda, como un cuento que se ha contado muchas veces y cada vez es más un resumen de una historia que una historia en sí misma. Y también hay una despreocupación por varios personajes que parecen más una careta que una idea de persona, algo muy raro considerando que Turturro —excelente actor— escribió el guión. Lo anterior defrauda bastante si se considera que en los primeros minutos la estética sugiere una visión vecinal y sin apuro para mostrar los hechos que ahí se desarrollan.El Guillatún